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Dante Sica: Los genuinos motores del crecimiento

El premio Nobel Thomas Sargent visitó Buenos Aires y dio un mensaje claro: la viabilidad de cualquier plan económico se define por su “sustentabilidad política”. A su entender, la forma en que se corrigen los desequilibrios de la economía es casi anecdótica si no se considera su “sustentabilidad política o parlamentaria”. Ese consenso es la llave que afianza el proceso político y aporta consistencia a la economía.

Las transiciones son períodos intensos en nuestro país. Hoy, el desafío central es la gobernabilidad y eso es que las medidas económicas sean sustentables en materia política y tolerables en términos sociales. Este equilibrio es el que permite seguir avanzando en las reformas de mediano plazo y construir fortalezas para la gestión. En este primer año, el Gobierno obtendrá una buena nota si logra desacelerar la inflación, reactivar la actividad y se comienza a vislumbrar la creación de nuevas fuentes de trabajo. Este escenario se corona con la llegada de inversiones para apuntalar el crecimiento.

Al asumir, el Gobierno encontró una economía estancada, excesivamente dependiente del consumo, enemiga de las inversiones y las exportaciones; con importantes desequilibrios macroeconómicos; un Estado obeso y proclive a las intervenciones discrecionales y un contexto externo que tracciona poco la demanda, principalmente por la crisis que atraviesa Brasil, pero también con precios de commodities bajos, un dólar apreciándose en el mundo y volatilidad en los mercados financieros internacionales.

No obstante, la nueva administración ha hecho importantes avances en términos macroeconómicos. La eliminación del cepo cambiario junto a la instauración de un régimen de flotación administrada, el arreglo con los holdouts y la recuperación del acceso al crédito externo, la suba de las tarifas de los servicios públicos, la quita/reducción de las retenciones a las exportaciones, las restricciones que regían sobre las ventas externas y la implementación de un régimen de metas fiscales e inflacionarias, configuran un giro de 180 grados en materia de política económica.

Sin embargo, y a pesar de estos logros, el éxito del proceso de transición aún no asoma a la superficie. En lo que va del año, la actividad sectorial y la demandan retroceden: en el primer cuatrimestre, la industria cayó el 2,4 por ciento, la construcción el 10,3; las compras en los supermercados, el 4,5; en shoppings, el 6,3; mientras que los créditos al consumo reflejaron una merma del 2,3. Con un salario real que muestra una pérdida del 1,6%, hasta que no finalicen las negociaciones paritarias, tenemos un contexto de precios nuevos y salarios viejos que resienten el consumo.

En pos de afianzar la gobernabilidad, uno de los desafíos centrales es balancear los costos de las medidas correctivas que adopta de manera gradual (como la adecuación tarifaria) pero que tienen efecto de shock en la población. En este marco, el Ejecutivo definió iniciativas que mitigan el impacto de las correcciones macroeconómicas generando una red de contención social que implican un aumento del 1,8% del PIB y una erogación de 8.000 millones de dólares decidida en pos de resguardar a los sectores más vulnerables. En el plano fiscal, estas compensaciones podrían generar dudas en el cumplimiento del objetivo oficial de reducción del déficit, pero hasta el momento no se vislumbra una inconsistencia que atente contra las metas y además, merece destacarse, los subsidios direccionados a quienes lo necesitan recuperan su significado original, distinto de la discrecionalidad anterior.

 

Para que el esfuerzo no sea en vano, las medidas de corto plazo deben tener un norte. En una Argentina que necesita crecer, se debe poner en marcha un cambio estructural de modelo en el que la inversión y en menor medida, las exportaciones se conviertan en los principales núcleos de la reactivación. Además de una economía normalizada, muchos sectores requieren una revisión de los marcos regulatorios antes de invertir. Esto cobra especial relevancia en áreas claves para el crecimiento como la infraestructura, en las que los proyectos prevén desembolsos cuantiosos y de largo plazo. Agilizar el establecimiento de las normas de largo plazo que generen previsibilidad es fundamental para encender los motores genuinos del crecimiento.

Al cabo del primer semestre, las expectativas de los argentinos radican en que se desacelere la inflación y la economía por fin, se reanime. Es un menú de trazo grueso pero si esas curvas muestran tendencias positivas, el gobierno habrá superado el examen más importante del inicio de su gestión, verá afianzada su gobernabilidad y podrá emprender una segunda etapa de reformas orientadas a lograr un desarrollo sustentable.

Dante Sica es economista. Director de ABECEB, ex secretario de Industria, Comercio y Minería de la Nación

Clarín

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