Salud y rentabilidad

 

Si hay una actividad con mala fama en materia de impacto ambiental, ésa es la minería, en particular en su modalidad «a cielo abierto”. Son interminables las polémicas, muchas de ellas judicializadas, que han puesto en jaque incluso la continuidad de algunos proyectos.

Pero se habla mucho menos del impacto ambiental que tiene la utilización de agrotóxicos, tal vez porque objeciones de fondo a estas prácticas podrían afectar a los emprendimientos agrícolas de la Pampa Húmeda. Y, ya se sabe, la Argentina es un país federal y de igualdad de oportunidades entre sus regiones solo en los papeles. De modo que es más fácil cuestionar los modos de producción de regiones periféricas como las que tienen yacimientos mineros, que hacerlo con los que caracterizan a la región núcleo de la producción en el campo.

La contaminación de los cursos de agua con agrotóxicos, propio del modelo productivo de agricultura intensiva, fue siempre sospechada, pero ahora está confirmada por estudios científicos. Un informe realizado por investigadores del Conicet reveló la presencia de glifosato en la cuenca del río Paraná. Asimismo, registró altos niveles del herbicida en los sedimentos acumulados en la desembocadura de 23 arroyos y cursos que tributan sus aguas desde el río Pilcomayo hasta el Luján.

Como se recordará, en 2015 la Organización Mundial de la Salud reveló que el mencionado herbicida produce daño genético en los seres humanos y es «probablemente cancerígeno”, segundo en una escala de 1 a 5.

La gravedad de las conclusiones del estudio reside en que el impacto negativo no se reduce solo a los campos donde se esparce, sino también a las cuencas hídricas, con lo que la población potencialmente en riesgo es considerablemente mayor.

Hasta no hace mucho, Argentina era un país con bajo consumo de pesticidas para los cultivos, con utilización de aproximadamente un millón de litros de glifosato, por año, pero en la actualidad ha crecido hasta niveles que superan los 180 millones de litros.

Si bien los estudios se concentran en la región centro o litoral, lo cierto es que el uso de los plaguicidas en forma inadecuada e indiscriminada tiene su impacto sobre el ambiente y la salud de la población en otras regiones también, como por ejemplo el Noroeste Argentino, que se ha «pampeanizado”, según el neologismo inventado por especialistas para explicar la tendencia de transferir modalidades de producción desde la zona núcleo hasta las periféricas.

Habrá que decir también que los herbicidas peligrosos no son solamente los de marcas reconocidas, sino también algunos caseros o domésticos que los propios productores preparan.

La constatación científica del impacto de los agrotóxicos debería tener como respuesta del Estado, además de la promoción de prácticas agroecológicas, una política efectiva de limitación y control del uso de los pesticidas, aun cuando afecte algo de la rentabilidad de los emprendimientos, en el entendimiento de que la salud de la población tiene siempre prioridad respecto de los negocios empresarios.

Ancasti

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