La curiosa vida de Carlos Stubbe

 

(Por Ricardo Alonso) Un genial ingeniero sueco que se enamoró de nuestros cerros y de nuestra gente y se convirtió en pionero de la minería en la región.

Carl Frederick Nilsson Stubbe (1884-1946), quien castellanizó su nombre como Carlos F. Stubbe, y de cuya muerte se cumplen 70 años, fue un polifacético ciudadano sueco que llegó a nuestro país a comienzos del siglo XX. Es hoy un ilustre desconocido a pesar de que su obra lo coloca en un lugar destacado de la CIENCIA y de las artes.

Reunía en su persona de manera poco usual el conocimiento de la técnica así como la habilidad y el talento por el ARTE. Era un sueco orgulloso de sus orígenes vikingos y de la maestría de la metalurgia de sus ancestros. Por ello no dudó en seguir la carrera de ingeniería de minas en su país natal.

Con esa formación académica llegó a nuestro país en 1920 y emprendió un viaje al norte argentino donde quedó subyugado con la cadena montañosa del Aconquija. Así lo cuenta en algunos de sus relatos donde expresa el íntimo deseo que lo asaltó de explorar y catear esos cerros, a los que a ojos de buen cubero, consideró ricos en minerales.

Ahora bien, su otra faceta artística probablemente le permitió asegurarse el sustento. Stubbe, como lo reconocieron algunos críticos del arte, y tal como lo rescató el prestigioso historiador tucumano Carlos Páez de la Torre (h), fue un notable pintor, especialmente un retratista. A él se deben al menos dos extraordinarias pinturas, una de ellas sobre monseñor Bernabé Piedrabuena y otra del sabio Miguel Lillo. Además de haber pintado un autorretrato a todo color de sus años mozos.

Por la declaratoria de bienes se sabe que contaba a su muerte con otros numerosos cuadros, dibujos de plantas y pinturas varias. Se sabe también que colaboró en la Universidad de Tucumán, primero con Miguel Lillo y luego con Ángel Peirano. Incluso publicó algunos trabajos científicos y traducciones en los Cuadernos de Mineralogía y Geología de la universidad. Uno de esos trabajos versaba sobre la edad de la Tierra y fue escrito en 1938.

Stubbe era políglota y además del sueco, su lengua materna, adoptó el español. Pero también manejaba con soltura el alemán, inglés, francés, griego, latín, italiano y portugués. En este sentido tradujo del alemán los trabajos de Federico Schickendantz, su antecesor en las mismas lides mineras. También tradujo textos científicos del inglés que se publicaron en los mencionados cuadernos de la UNT.

Prestó un gran servicio a la historiografía del Noroeste argentino al traducir del sueco al español la obra del conde Eric von Rosen, miembro de la expedición sueca de 1901. Dicho libro, publicado como una edición especial de la UNT, lleva por título «Un mundo que se va» y consta de un tomo de texto de 307 páginas y un atlas de 45 láminas de fotografías. Hoy es una pieza de colección para bibliófilos.

BÚSQUEDA DE MINERALES

La pasión de Stubbe era la búsqueda de minerales especialmente en Tucumán y Catamarca. Recorrió esas provincias siguiendo las huellas que dejaron los viejos pueblos indígenas, los incas, los jesuitas y finalmente los alemanes a mediados del siglo XIX.

Al estilo de los viejos cateadores, recorría a lomo de mula y durante meses las montañas en busca de minerales, especialmente metales preciosos. Vislumbró enormes riquezas mineras donde más tarde se descubrieran Bajo de la Alumbrera, Agua Rica y otros yacimientos ricos en cobre, oro y molibdeno.

Como producto de esos viajes encontró una rica veta de fluorita (fluoruro de calcio), en los altos de la Sierra de Ancasti a la que bautizó como mina Dal, esto en homenaje a un río de Suecia. Explotó la mina durante las décadas de 1930 y 1940 abasteciendo a la industria nacional de esa importante materia prima. En el lugar construyó campamentos modernos y aseados, dio trabajo a los habitantes de la comarca, realizó todas las etapas de la actividad minera desde la extracción del mineral hasta su beneficio y comercialización.

La arqueóloga Ana S. Meléndez rescató testimonios y estudió las ruinas que aún subsisten. Encontró descendientes de los mineros que trabajaron allí y que recordaban con cariño esos viejos tiempos y la calidad humana del ingeniero. Apasionado por la historia de la minería buscó documentos históricos de los siglos XVI en adelante, tanto en el país como en el exterior, visitando y recuperando valiosa información minera del Archivo de Indias.

Se dio cuenta de que los viejos documentos tenían numerosos términos y definiciones que se habían perdido del habla técnica y coloquial de los mineros. Se decidió a recopilarlos y cuando hubo contado con un importante inventario dio a luz un libro al que tituló «Vocabulario Minero Antiguo» (El Ateneo, Bs. As., 1945). Era un exquisito bibliófilo y no solo coleccionó libros y documentos sobre la minería colonial y posterior, sino que además los conservó en finas encuadernaciones. Stubbe falleció en agosto de 1946 a los 62 años, soltero y sin descendencia.

BIBLIOTECA

El Dr. Abel Peirano, con buen criterio, hizo adquirir su biblioteca para el recién fundado Instituto de Geología y Minería de Jujuy (IDGYM). Precisamente al cumplirse 70 años de la muerte de Stubbe y también de la creación del instituto, las autoridades de la universidad bautizaron con su nombre a la biblioteca. Las obras de Stubbe constituyen el tesoro y núcleo fundacional.

Entre esos tesoros bibliográficos se encontraron dos manuscritos inéditos.

Uno de ellos sobre los antiguos establecimientos metalúrgicos de Catamarca, especialmente las minas de Lafone Quevedo que trabajara Schickendantz y el otro sobre la figura del cateador minero.

Stubbe había dejado expresas instrucciones a sus albaceas para la edición de esas obras en la ahora extinta editorial Guillermo Kraft.

Esto nunca se cumplió con lo cual las autoridades del IDGYM, con buen criterio, ordenaron su publicación para cumplir con la última voluntad de su autor.

La valiosa obra de «El Cateador Minero» fue editada al cuidado de Natalia Solís, Emilia Silva y el suscripto, con la inestimable colaboración de la bibliotecaria Noemí H. Robles bajo el sello editorial de Mundo Gráfico (Salta, 180 p., 2016).

Asimismo con los citados investigadores presentamos una ponencia sobre este personaje, del cual poco o nada se sabía, en el Cuarto Congreso de Historia de la Geología que se llevó a cabo en La Plata a mediados de septiembre de 2016.

Como buen nórdico de raza vikinga Stubbe dejó señalado en sus memorias que la búsqueda incansable de minerales y la publicación de sus obras era el aporte que hacía para partir feliz de este mundo a su deseado Walhalla.

También pidió a sus albaceas, bajo fe notarial, que sus cenizas se colocaran en una urna de fluorita de la mina Dal y se trasladaran al cementerio de Upsala, la tierra de sus mayores. No sabemos si esto se cumplió.

En síntesis el polifacético Stubbe se destacó como pintor, escritor, traductor, minero, bibliófilo e historiador. El legado de su obra es su mejor apologista.

El Tribuno

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