Río Turbio: La ilusión patagónica que se convirtió en pueblo fantasma

Sin la usina que  prometió el kirchnerismo, unas 2.500 personas abandonaron la cuenca carbonífera de Santa Cruz. La mina bajó su producción en casi un 85%.

En sus calles, en el supermercado, en los alquileres que habían convertido en un gran negocio, lo vecinos de Río Turbio y 28 de Noviembre que forman la Cuenca Carbonífera vieron cómo en pocos meses, 2.500 personas abandonaron el lugar. Los habían “adoptado” e incorporado a la vida cotidiana cuando el kirchnerismo prometió construir la Usina Termoeléctrica que le daría vida a las dos localidades mineras. En la ruta que une a las dos localidades se erige, silenciosa, sin movimiento y deteriorándose a medida que transcurre el tiempo, lo que los santacruceños siempre llamaron la “Megausina”. Cerrada con candado es símbolo de la era K y de no reactivarse el corazón de estos pueblos peligra: la Mina de Yacimientos Carboníferos Río Turbio (YCRT).

Son dos localidades ubicadas al suroeste de Río Gallegos, con identidad propia y una actividad que los define: la minería. El socavón forjó la historia política y económica de la Cuenca. El ritmo de la ciudad no lo marca el empleo público como en el resto de la Provincia, sino la actividad de YCRT. A las 12, después de las 17 se pueden ver los colectivos con el logo de la empresa yendo y viniendo del cerro, trasladando mineros de toda edad, con mamelucos azules y el casco aún colocado. “Es un pueblo minero, acá tiene más peso la mina que la municipalidad, la gente elige ser minero”, cuenta Walter con 30 años en la actividad que marcó la historia de su familia: abuelo, padre y hermano mineros.

Una encuesta de opinión realizada recientemente indicó que el 61 % de la población siente “orgullo” de tener la mina como principal actividad y motor de Río Turbio. La preocupación sobre el futuro de la empresa atada a que se termine la Usina Termoeléctrica “14 mineros” (en homenaje a los fallecidos en 2004), toca el mismo porcentaje.

Hace un año Cristina Kirchner inauguró una de las dos calderas de la mega obra que construyó -pero no terminó- la firma española Isolux Corsán. Los vecinos se ilusionaron, vieron que YCRT volvía a tener un objetivo de producción: alimentar la Usina. Un mes después se apagó por falta de carbón: los $ 26.000 millones que el kirchnerismo volcó a la mina no se reflejan en su modernización y su deterioro fue un obstáculo para producir: En los últimos cuatro años la extracción «cayó un 85 % ”, indicó la auditoría de la actual gestión.

Después del 10 de diciembre la obra se detuvo. El ex ministro de Planificación, Julio De Vido, dejó sin pagar casi $ 700 millones en certificaciones de obra y comenzaron los despidos masivos. El Gobierno analiza la obra rodeada de irregularidades y denuncias. La obra permanecerá cerrada hasta evaluar “su rentabilidad y cuál es el mejor camino para retomarla”, señalaron fuentes oficiales a Clarín. La preocupación se percibe en la Cuenca: Sin la Usina la principal actividad que da vida a la Cuenca pende de un hilo. Desde ATE denuncian “un plan para privatizar” a YCRT, algo que niega la empresa.

La obra civil tiene un avance del 93 %. En el corazón de la usina con suelos de hormigón y otros de tierra, un gran galpón azul resguarda las calderas de 60 metros de alto. En el predio ubicado al costado de la Ruta 40, en el medio de los dos pueblos sobresale la chimenea roja y blanca de 112 metros sin actividad como un símbolo de una fallida promesa energética. La Usina debía inyectar al interconectado 240 Mw.

En el interior de la obra quedan los rastros de los trabajadores que en un año abandonaron la Cuenca: cascos tirados, herramientas y materiales oxidados, baños tirados, algo de ropa en algún galpón. Así como dejaron la Usina dejaron Río Turbio. Esto se sintió en el consumo.

Cerraron varias tiendas de ropa que hoy sólo cuentan con el cartel de “Se Alquila” en sus vidrieras en el pequeño centro comercial. La semana pasada una heladería a pocas cuadras de ahí se sumó a los comercios que no resistieron la merma de las ventas. Misma suerte corrieron algunos restaurantes estos meses.

“Lo ves en el supermercado antes las colas eran larguísimas, ahora no” cuenta Fernando un vecino de Río Turbio que trabaja en el lugar. Desde la empresa señalaron a Clarín que en relación al año pasado las operaciones cayeron, “la cantidad de gente que pasaba por las cajas disminuyó casi un 12%, es el peor número en años», indicaron fuentes del sector.

Los alquileres se convirtieron en un negocio que ahora no es rentable. En el momento de mayor empleo generado por la Usina, un monoambiente podía costar $ 6.000, una casa con dos habitaciones hasta $ 25.000, las cabañas se conseguían por $ 12.000. Hoy los precios y la demanda bajaron. “La gente llegaba a alquilar hasta los galpones que tenían en el patio de la casa de la necesidad que había», contó Marcela que trabaja en una confitería céntrica.

El ritmo de la ciudad disminuyó. “Cuando sos un pueblo chico (24.000 habitantes) 2.500 personas se notan y cuando no están, también”, cuenta Gonzalo que hace un año y medio llegó de Córdoba para trabajar en la Usina y en aquel entonces tardó ocho meses en conseguir una casa. Eso ya no ocurre, incluso un hotel Posada Patagónica, quedó casi deshabitado.

El paisaje de montaña y bosques contrastan con algunas calles con veredas rotas y casas sin revoque, pero con un gran poder adquisitivo: la economía la define el sueldo del minero por encima de los $ 40.000. El monumento al minero y la empresa son el emblema del lugar donde la mitad de los vecinos tienen un familiar vinculado a esta actividad.

 

 

Clarín

 

 

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