La fiebre del oro espacial

Diversas empresas privadas preparan misiones para extraer recursos de asteroides cercanos y de la Luna. Los materiales podrían ser traídos a la Tierra, pero fundamentalmente servirían para suministro de futuras colonias

La explotación de los recursos minerales del espacio para abastecer futuras colonias o incluso para traer a la Tierra elementos escasos es desde hace décadas un motivo recurrente en la literatura y el cine de ciencia ficción, pero todos los proyectos para construir naves con este fin habían sido hasta ahora meras conjeturas. En los últimos años, sin embargo, tres empresas y la NASA han anunciado el desarrollo de programas espaciales que podrían cambiar la situación. La fiebre del oro espacial ha comenzado.

El pasado agosto, la empresa Moon Express recibió la autorización de la Agencia de Aviación estadounidense para convertirse en la primera compañía privada que se posa en la Luna. Si se cumplen las previsiones, la misión se desarrollará a finales del 2017 y durará unas dos semanas. Su nave MX-1E, que en el vuelo inaugural llevará a bordo un robot capaz de desplazarse por la superficie lunar, aprovechará la ocasión para realizar diversos experimentos y esparcir cenizas de difuntos. Sin embargo, lo más interesante es que la empresa ya anuncia un posterior viaje de ida y vuelta en el que confía en traer rocas lunares a la Tierra.

Una empresa estadounidense ha obtenido el permiso para convertirse en la primera compañía privada que se posa en la Luna

El viaje de Moon Express servirá ante todo para confirmar que empresas privadas están en disposición de iniciar la explotación de los recursos del espacio. El rendimiento de la minería lunar es otra cuestión, por supuesto. De hecho, el único material potencialmente rentable en la Luna es el helio-3, un isótopo del helio muy escaso en la Tierra que podría utilizarse para plantas de fusión nuclear como el ITER. «La Luna es difícilmente habitable, pero puede aportar algunos recursos con una explotación totalmente robotizada. Quizá en unos años tengamos noticias», considera Fernando Rull, investigador del Centro de Astrobiología de Madrid (INTA-CSIC) y de la Universidad de Valladolid.

 

RECOLECCIÓN DE METEORITOS EN LA SUPERFICIE

En cualquier caso, a Moon Express no le importa la ausencia de grandes depósitos metálicos en la Luna: su primer objetivo es recolectar meteoritos, fragmentos de asteroides que menudean por toda la superficie, resultado de millones de años de bombardeo espacial sin la protección de la atmósfera. Además, la empresa también quiere constituirse como un medio de transporte para que millonarios y empresas puedan viajar hasta allí. «Los viajes en el espacio son el único camino para asegurar la supervivencia del hombre y crear un futuro ilimitado para nuestros hijos», afirma uno de sus cofundadores, Naveen Jain, creador del portal de servicios InfoSpace.

Los asteroides tienen metales muy escasos, pero su explotación y transporte hasta la Tierra a gran escala es hoy en día inviable económicamente. Tiene que mejorar la tecnología

La Luna es atractiva por su cercanía, accesible en un par de días, pero los ojos de los mineros del espacio están puestos esencialmente en los asteroides, cuerpos rocosos que son herencia de los lejanos tiempos de la formación del Sistema Solar. Aunque son particularmente abundantes en el territorio comprendido entre Marte y Júpiter, muchos tienen órbitas que les llevan a pasar por las vecindades de la Tierra. En ellos podría ser más fácil aterrizar que en la propia Luna «puesto que no tienen impulso gravitatorio», explica Joan Pau Sánchez, investigador de la Cranfield University, en Londres, que ha realizado diversas simulaciones sobre cómo capturar asteroides. La primera sonda en hollar un asteroide, la NEAR de la NASA, se posó en el satélite Eros hace ya 15 años.

Si los asteroides son interesantes es porque en ellos abundan algunos elementos que en la superficie de la Tierra son escasos, como el platino y otros metales de su grupo (iridio, osmio, paladio), así como algunas tierras raras como el disprosio y el neodimio, cuyo precio sube año tras año ante la demanda de la industria de la electrónica, la joyería, la odontología y los semiconductores. Como recuerda Sánchez, «esos minerales también se encuentran en la Tierra, pero en el proceso de formación acabaron atraídos hacia el núcleo del planeta y ahora no son fácilmente accesibles». El Planetary Science Institute, una institución sin ánimo de lucro, estima que un asteroide metálico de unos 500 metros de largo tiene el platino equivalente a todo el metal extraído en la historia de la humanidad.

Sin embargo, quizá el mayor interés por los asteroides estriba en que pueden contener gran cantidad de agua, según han confirmado en los últimos años diversas observaciones astronómicas y el análisis de meteoritos caídos en la Tierra, explica Josep Maria Trigo, director del Grupo de Meteoritos y Cuerpos Menores del Instituto de Ciencias del Espacio de Barcelona (CSIC-IEEC). «Muchos asteroides cercanos a la Tierra son abundantes en condritas carbonáceas que contienen mucho hielo, del orden de un 10% del total», añade.

El agua es más abundante en los asteroides de pequeño tamaño, menos de 50 kilómetros de diámetro, puesto que «los mayores sufrieron cambios metamórficos debido a la enorme sobrepresión y se deshidrataron», explica Trigo. Una vez llegados a un asteroide, la extracción y el procesamiento no parece un problema insalvable puesto que se encuentran fundamentalmente en forma de arcillas.

¿Y por qué es interesante el agua? En primer lugar, del agua se podría obtener hidrógeno, ideal para la propulsión de naves espaciales. Actualmente, uno de los obstáculos que frena la exploración espacial es precisamente la gran cantidad de combustible que los cohetes necesitan para superar la gravedad terrestre. En cierta manera, los asteroides podrían funcionar como ‘gasolineras’ donde repostar, además de servir para abastecer energéticamente futuras colonias en Marte o estaciones espaciales.

La presencia de agua en algunos asteroides llega al 10%. Podría ser muy útil para abastecer colonias y estaciones espaciales

Los asteroides también serían claves para mantener a las poblaciones humanas. El agua se emplearía para beber, higiene y riego, así como para la obtención de oxígeno. Y asimismo podría utilizarse como escudo protector ante las peligrosas radiciones que sufrirían hipotéticos habitáculos en Marte. Los futuros marcianos podrían vivir dentro de cúpulas aisladas por una capa de agua. Asimismo, los asteroides son también una potencial fuente de hierro, níquel y otros metales más comunes que podrían servir para construir estructuras.

Moon Express no es la única compañía inmersa en la fiebre del oro espacial. También a finales del 2017, Deep Space Industries (DSI) tiene previsto lanzar una pequeña sonda llamada Prospector X, construida en colaboración con el Estado de Luxemburgo, que evaluará diversas tecnologías de acceso a un asteroide. Hacia el 2020, según los planes de la empresa, la Prospector 1 alcanzaría finalmente un asteroide -todavía no definido- y analizaría su contenido en agua, entre otros cometidos.

La sonda Osiris REx de la NASA regresará con muestras espaciales en el 2023. Se dirige al asteroide Bennu

Planetary Resources, compañía respaldada por Larry Page de Google, también está desarrollando tecnologías que le permitirán comenzar a explorar asteroides a partir del 2020. Lo primero, no obstante, será lanzar unos satélites llamados Arkyd concebidos para la localización y caracterización de los objetos más interesantes.

Según Joan Pau Sánchez, la minería espacial solo tiene sentido si el objetivo final es construir colonias u otras estructuras en el espacio. Por mucho platino que haya en un asteroide, el transporte hasta la Tierra lo haría inviable económicamente, considera: «En caso de platino, el coste estimado de obtención en la actualidad debería abaratarse al menos por 10.000″. La tecnología puede mejorar mucho, pero aún estamos lejos», insiste el investigador. Por poner un ejemplo, Sánchez recuerda que Osiris REx de la NASA, la primera sonda capacitada para obtener muestras importantes de un asteroide y traerlas de regreso a la Tierra, ha costado 800 millones de euros y su ‘botín’ pesará a lo sumo dos kilos (y los más posible es que sea mucho menos). Fue lanzada el pasado septiembre en dirección al asteroide Bennu y no volverá hasta el 2023.

¿De quién es propiedad el espacio?

Cuando Neil Armstrong plantó la bandera estadounidense en el Mar de la Tanquilidad no estaba reclamando la Luna. Era un acto propagandístico, un símbolo, pero el espacio exterior no pertenece ni pertenecerá a nadie. Esto es al menos lo que la Unión Soviética, Estados Unidos y el Reino Unido acordaron en 1967, en plena guerra fría, mediante la firma del llamado Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre, base legal del derecho internacional que regula las reivindicaciones nacionales para planetas, satélites, asteroides, cometas y otros cuerpos. En el año 2005 lo habían firmado, ratificado o bien ambas cosas un total de 105 países, sin ninguna ausencia entre las grandes potencias. La hipotética explotación de los recursos por parte de empresas privadas quedó en un limbo. Nadie pensó que se podría llegar a una situación como la actual, con varias empresas estadounidenses interesadas en la explotación de los recursos espaciales.

Sin embargo, en noviembre del año 2015, sin consultas internacionales, el Congreso de Estados Unidos aprobó -y Barack Obama lo ratificó al mes siguiente- una controvertida ley que permite la futura explotación de asteroides y «otros recursos espaciales» tanto a las personas como a las empresas que dispongan de la tecnología necesaria para llegar hasta ellos. Entre otros aspectos, el último capítulo de la ley pide al Gobierno no interponerse en la explotación minera espacial y deja claro que quien sea capaz de recuperar recursos de un asteroide tiene el derecho de «poseerlo, transportarlo, usarlo y venderlo».

 

El Periódico.com

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