mega888 mega888 El pueblo de 7 mil habitantes que sueña con ser la Dubai argentina - Huella Minera

El pueblo de 7 mil habitantes que sueña con ser la Dubai argentina

 

Añelo, la localidad ubicada a 100 kilómetros de Neuquén, está en el corazón de Vaca Muerta, uno de los reservorios de gas y petróleo más grandes del mundo. Seducidos por las promesas del oro negro, los pobladores esperan convertirse algún día en la «capital del Shale». Paradojas de un sueño colectivo al que ya le pusieron fecha: 2034.

Es enero, el anochecer de un día rubio. Sobre la meseta, la distancia y la altura le permiten a César Paredes señalar a su pueblo, Añelo, ubicado a cien kilómetros de la ciudad de Neuquén. El hombre se para al borde del talud y dice: “Allá, la que está iluminada, es la avenida Intendente Tanuz. Falta alumbrado, pero antes no sabés lo que era… Asfalto también necesitamos. La última obra se hizo con hormigón en el ‘89. Al este están la bodega, que fue a la quiebra, y unas chacras. El barrio Las Rosas, ¿ves allá? Es nuevo. Son quince casas, la mayoría sin habitar. Al fondo está la planta potabilizadora de agua. La hizo YPF hace tres años. Y esto de acá abajo era un médano. Lo compró Ingeniería Sima al municipio y construyó casas para los empleados. Hicieron el banco. Dicen que ahí habrá un hipermercado, un centro comercial… está parado ahora. Aquel loteo es de otra empresa. Levantaron 120 habitaciones para los empleados pero no las terminaron”.

César Paredes es el secretario de Obras Públicas de la localidad más cercana a Vaca Muerta, uno de los reservorios de hidrocarburos más importantes del mundo. El plan del municipio, “Añelo 2034”, prevé la instalación de 35 mil personas. Detrás de nosotros se extiende la estepa agria, una planta industrial de trescientas hectáreas y dos barrios –La Meseta y El Desarrollo–, a medio construir, sin agua ni luz. Debajo del suelo que pisamos hay gas y petróleo. En cantidad suficiente para abastecer de energía al país. Y también para exportar. ¿Cuándo? Los tiempos son inciertos. Pero en Añelo no esperan. Atraídos por el empleo, entre 2013 y 2016 la población pasó de 2.449 personas a 7 mil. Apenas el 10% tiene un trabajo vinculado al petróleo. El año pasado fue difícil para la industria. Bajó el precio internacional del crudo y la producción en el yacimiento, y hubo operarios cesanteados. “En 2014 estábamos colapsados. Hoy el proyecto está medio parado y en el pueblo se siente”, sigue Paredes. Ahora el cielo es un velo negro. Añelo se distingue del desierto por su puñado de luces.

Que se llama Vaca Muerta porque a principios del Siglo XIX una sequía dejó un tendal de ganado hecho cadáver. Que se llama así porque visto desde arriba el yacimiento tiene forma de bovino tumbado. Que fueron los pehuenches quienes bautizaron esa tierra magra. ¿O fue el geólogo Charles Weaver? La bibliografía indica que en 1920 recorrió la Cuenca Neuquina para la empresa Standard Oil –hoy, Chevron– y descubrió la roca generadora de gas y petróleo aflorando en la Sierra de la Vaca Muerta.

La Agencia Internacional de Energía tuvo menos dudas. Entrado el milenio relevó los yacimientos del mundo y emitió un informe: en su ranking, Vaca Muerta aparecía en segundo lugar en gas y cuarto en petróleo. Unos 30 mil metros cuadrados –dos veces la provincia de Misiones– de crudo. El “descubrimiento” generó un cambio de paradigma en la extracción. Había que trabajar el método no convencional: sacarlo de donde se origina, a tres mil metros de profundidad, en vez de buscarlo cerca de la superficie. La roca madre –Vaca Muerta– tiene dos propiedades fundamentales: la porosidad (el espacio donde se aloja el hidrocarburo) y la permeabilidad (el grado de facilidad con el que puede fluir). Del crudo sale la nafta, los lubricantes, el querosén, el asfalto, el biodiésel, y el gas que nos permite cocinar y calefaccionarnos.

Sólo el 10% de añelenses consiguió un empleo relacionado al petróleo, pero en puestos de limpieza, chofer o mantenimiento. Esperan 35 mil personas en 30 años.

El informe de la Agencia fue concluyente: Vaca Muerta es una formación world class, como los reservorios de Estados Unidos y Canadá. Fue entonces que las empresas extranjeras se interesaron en esta pampa donde las heladas de ocho grados bajo cero lastiman, y en primavera el viento azota con sus ráfagas de 120 kilómetros por hora.

Todo fue rápido desde 2012, con la renacionalización de YPF. Argentina debía mostrar resultados y encontrar socios que aporten capital, conocimiento y tecnología para poner en marcha el fracking, un método de extracción que consiste en perforar el suelo con agua y arena hasta la roca madre y extender un caño horizontal que se estimula para que el crudo fluya. En 2013 las proyecciones privadas eran alentadoras. YPF y Chevron se asociaron para explorar la zona con una inversión millonaria y en dólares. Otras empresas estuvieron dispuestas invertir. Lorena Chavarría toma mate con limón en el patio de su casa y recuerda: “Ahí empezó a venir gente de todos lados, porque había trabajo en los comercios, en las obras”.

En 2014 la caída del precio del crudo parecía no afectar al yacimiento. Es el año en el que Añelo entra en escena. “Las oficinas en Vaca Muerta ya cotizan como en Belgrano”, tituló Perfil el 25 de mayo. La nota dice que un alquiler costaba 25 dólares el metro cudrado. Veinte días después el mismo diario informó que dos bancos “peleaban” por instalar la primera sucursal en el pueblo. “Vender un chivo a $1.200 ya no era negocio. ¡Si acá compraban terrenos a $4 millones pensando que iban a salvarse!”, dice Gabriel Villar, criancero.

El año pasado Vaca Muerta se enfrió. El precio del crudo bajó tanto que era –sigue siendo– más barato comprarlo que producir. En julio el yacimiento estaba en los niveles de producción más bajos: menos equipos, menos pozos explorados. La meta de este año es afinar los números: reducir el costo de extracción y modificar el convenio laboral para achicar la cantidad de operarios y multiplicar sus funciones.

El envión en Añelo fue imparable. Llegó gente de Salta, Tucumán y Mendoza en busca de un empleo en este páramo y con sueldo de petrolero, unos $60 mil promedio; una casa, una vacante en la escuela, un lugar donde atenderse si se enferman. Pero el pueblo apenas tiene agua potable y alguna cloaca. En cuanto al nombre, Añelo tiene pocas versiones: “paraje del muerto” o “médano de la amenaza” en lengua mapuche.

Cuando aún no amanecía, la Ruta 7 estaba colmada de combis que levantaban operarios de Añelo. Otras no paraban: unos 5 mil trabajadores de distintas localidades de Neuquén van directo al reservorio. Sobre la ruta están los boliches Fussión y Fulano, el casino y los gauchos de cemento, a caballo y al lado de un rebaño. Es el monumento por los cien años del pueblo, inaugurado en 2015.

Es como un aliento, una brisa de fuego que levanta polvo. Ahora, en la mañana dorada del 23 de enero, dos empleados cortan el pasto de la plaza Justo Muñoz, que reverdece a fuerza de riego cada tarde. Alrededor están el Registro Civil, una sucursal de la inmobiliaria Tizado, un banco, la biblioteca popular, un jardín de infantes. En la esquina de Tanuz y Calle 3, los obreros le dan forma a la comisaría 10° que tendrá calabozos. Por ahora la policía está en unas oficinas prestadas de Pecom, una empresa de servicios para el petróleo y gas.

Frente a la plaza también está la municipalidad de Añelo, una casita de madera con la pintura ajada por el sol. Hay un revuelo de vecinos que reclaman por la entrega de 40 casas premoldeadas. Llevan dos años esperando. “Y mientras tanto pagamos un alquiler. Yo soy albañil y no me alcanza. Acá una pieza la cobran $5.000”, dice un hombre que lleva puesta una gorra con la inscripción “Money”. Una mujer cuenta que tiene tres hijos y que ninguno nació en Añelo. Para parir hay que viajar 80 kilómetros hasta Cutral Có. Otra se queja de los precios: “$35 el kilo de pan, $200 el kilo de asado, $70 el bidón de agua de 20 litros”.

Adentro, en su oficina, el intendente del pueblo Darío Díaz –40 años, segundo mandato, ex chofer de camiones en una petrolera– describe a Viva el mapa que está contra la pared. El plano es grande y ambicioso: se trata del Plan Estratégico Añelo 2034. Una ciudad que crecerá ocho kilómetros en forma lineal y que intenta hacer propio el lema “la Dubai argentina”. Incluye un matadero, campo hípico, hectáreas destinadas al cultivo de olivo y frutas, barrios privados, 5 mil lotes para viviendas, cloacas. En 2011, el municipio recaudó un millón de pesos. En 2016, 40 millones. “Apostamos a la radicación de las empresas porque si sólo pasan por la ruta no dejan nada en Añelo”, dice el intendente.

– ¿Qué empleos consiguen los vecinos en las petroleras?

– Mantenimiento, choferes, mozos, limpieza. Estamos construyendo una escuela de oficios relacionados con el petróleo.

– ¿Con fondos del Estado?

– No, a través del programa de Responsabilidad Social Empresaria. Así, con YPF, hicimos la planta de agua, la pileta del polideportivo, la plaza que está al lado del hospital nuevo…Calculamos que unas 35 mil personas se instalarán en el pueblo en treinta años.

– ¿Qué capacidad tiene el hospital?

Veinte camas. Con laboratorio, rayos, sala de partos. Cirugías, como una apendicitis, no se atenderán. El plan es a largo plazo y dependemos del negocio del petróleo, que es cíclico.Pero también pensamos en otras actividades, que no tienen que ver con el yacimiento, como la explotación turística. Acá hay huevos de dinosaurios, bosques petrificados. Nosotros renegamos por la lentitud que tiene el Estado para hacer las cosas con inversiones de esta envergadura.

– ¿Pero esto no es una mina de oro?

– Sí, pero al oro hay que sacarlo.

300 millones de pesos dek contrato YPF-Chevron le corresponden a Añelo. De allí sacaron los fondos para construir el hospital. Falta equiparlo.

Díaz hablará con los vecinos que piden por sus casas al mediodía. Les dirá que traerá una respuesta desde Buenos Aires para cerrar el asunto. Mientras, en el centro de salud que está a una cuadra, Nicolás Ochoa –odontólogo y director de la salita– apronta las muestra de sangre de los vecinos que se irán en ambulancia a Cutral Có para hacer analizadas. “En unas semanas vendrá un obstetra y un pediatra. Los trae una empresa. Ginecólogo es más difícil de conseguir”, dice.

En marzo de 2014 la empresa Exxon Mobil abría un camino en Vaca Muerta pero tuvo que moverse. Se habían topado con el cráneo de un dinosaurio carnívoro, de hace 66 millones de años, que pesaba 2 toneladas y medía seis metros. Lo llamaron “viavenator exxoni”. Significa “el cazador del camino de Exxon”.

Cuando arrancó la exploración en Loma Campana, a 20 minutos de Añelo, la oficina de YPF era un trailer. Ahora es un edificio inteligente, chato y vidriado, con tecnología de punta y casi 500 empleados. Muchos de los que trabajan aquí son jóvenes y diplomados. Como Juan Ignacio Alvarez Claramunt, ingeniero, 30 años, de Cipolletti, jefe del Centro Integral de Control. Tiene a su cargo el monitoreo de pozos activos desperdigados por la llanura, a 10 u 80 kilómetros de esta sala. “Tomamos decisiones en tiempo real”, dice Juan, entusiasmado. Manejan equipos de vanguardia que sólo se usan en los Estados Unidos.

Una minoría de añelenses trabaja en los campos y ocupa puestos poco jerarquizados. Días después, en las oficinas de YPF en Neuquén, el gerente ejecutivo regional de no convencional, Pablo Bizzotto, dirá que cuando tienen oportunidad de contratar, primero buscan en Añelo. Pero no encuentran personal especializado. “Añelo ha sido una localidad agrícolo ganadera por tradición y aunque está muy cerca del reservorio tiene una trayectoria corta en relación al no convencional, porque también es nuevo para nosotros. Para acceder a mejores oportunidades necesitamos personas con, al menos, una tecnicatura relacionada con la industria del petróleo. Luego que haya una generación de universitarios que vuelva a Añelo para trabajar. Eso no se logra de un día para el otro. En el centro de oficios se enseñará soldadura, mecánica, electricidad. Queremos que el día de mañana haya un gerente de Añelo”, explicará Bizzotto.

“Esto era ripio, monte y médano. Todos, de alguna manera, éramos parientes. Los chicos jugaban en la calle, comíamos asado, nos ayudábamos. Ahora ni nos saludamos”, dice Graciela, que lleva 35 años en Añelo. Está parada detrás de una reja que fue colocada hace poco. Por la Calle 2 pasa el camión que riega el camino para aplacar el polvo y un grupo de dominicanas que para en un pool llamado “Tú y yo”. Son más de las nueve y la noche tarda en llegar. A tres cuadras de aquí, donde termina el pueblo, una luz anaranjada recorta la arboleda. Más allá, el río Neuquén, tranquilo en su cauce de artificio. Y después el desierto, que con su laberinto se viene encima.

Clarín

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