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La carrera por el petróleo: el negocio de las familias argentinas

A lo largo del tiempo, múltiples familias argentinas incentivaron su apetito por los negocios, invirtiendo en el demandante mercado de los hidrocarburos. Muchas, sin saberlo, trazaron la historia del crudo en el país.

Grüneisen, Aguirre, Sánchez Caballero, Rey, Poli, Perez Companc, Bulgheroni, Götz, Eliçabe, Priu, Ostry, Rocca, Grimaldi, Carosio, Altube, Alaniz, Chacra, Román, Soldati, Eurnekian, Mindlin, Torres, Mariani, Sielecki, Werthein, Neuss, Lapeyrade, Steiner, Vila, Manzano, Eskenazi, López y Báez son apenas algunos de los apellidos más resonantes que se entrelazan en la carrera por el petróleo en el territorio nacional.

A 110 años del primer descubrimiento de crudo, en Comodoro Rivadavia (Chubut), la historia hidrocarburífera del país estuvo trazada por el dominio de la (casi siempre) estatal YPF. Sin embargo, los suculentos recursos que genera la industria petrolera atrajo el interés de numerosas familias locales a lo largo de la historia.

Según las cifras publicadas en el anuario 2016 que elabora el Instituto Argentino del Petróleo y del Gas (IAPG), 11 de las 20 primeras compañías petroleras del país, responsables del 97% de la producción, tienen en su composición accionaria -parcial o total- a familias argentinas.

Pan American Energy, Pluspetrol, Tecpetrol, Compañías Asociadas Petroleras (Capsa-Capex), Petrobras Argentina (ahora en manos de Pampa Energía), PCR, CGC, Roch, Chañares (Medanito), la propia Medanito y Oilstone Energía son las firmas con participación de familias de origen local, responsables del 39,5% del negocio que, solo el año pasado, representó 72 millones de barriles de crudo sobre un total nacional de 193 millones.

Un cuento crudo

Dice Ezequiel Mirazón, líder de Energía de PwC Argentina: «Si bien la actividad petrolera fue impulsada por el Estado, originalmente a través de YPF, el crecimiento y la expansión de la misma fue consecuencia de varias familias visionarias que apostaron por su crecimiento. Si uno observa las principales empresas petroleras de la Argentina, más del 50% de ellas fueron originalmente desarrolladas y creadas por estas familias».

La primera empresa privada de capitales argentinos vinculada a la actividad fue Astra, dueña incluso de su propia refinería, puesta en marcha en 1922. Los dueños de Astra, al momento de su venta a Repsol, de capitales españoles, en 1996, eran las familias Grüneisen (19,5%), Aguirre (12,7%) y Sánchez Caballero (5,5%). Para ese entonces, la compañía era la quinta petrolera con operaciones en la Argentina, sumaba u$s 1.000 millones en activos y generaba el 5% de los recursos de hidrocarburos en el país.

«Varias de estas empresas han alcanzado valores de más de u$s 1.000 millones equiparándose con los actuales unicornios tecnológicos. Pero la visión de estas familias va mucho más allá de la explotación petrolera: sus valores suelen incluir una fuerte responsabilidad social para el desarrollo de comunidades en las que la industria les da empleo y oportunidades laborales a muchísimas personas», asegura Mirazón. A partir de cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) del último año, se deduce que el sector genera 60.000 puestos de trabajo.

En los albores del desarrollo de esta industria, el peso de las compañías privadas, en su mayoría de capitales extranjeros, rozaba el 50% hasta bien entrada la década del 30. La ecuación cambió por completo con la llegada de Juan Domingo Perón a la presidencia. Se estima que, para 1952, el 84% de la extracción de crudo era estatal, reduciendo el rol de los privados a meros importadores de combustibles.

«A lo largo de la historia nacional, el papel de los capitales privados ha sido variado, teniendo en cuenta que la propiedad del petróleo ha pasado, en diversos momentos, de estar en manos privadas a manos del Estado nacional y de las provincias», analiza el director de IES Consultores, Alejandro Ovando, y sigue: «No obstante ello, el crecimiento de la actividad se ha fundado particularmente en el desarrollo de las familias empresarias argentinas que han dado soporte a la actividad y, a partir de dicho aprendizaje, han logrado consolidar su presencia en el sector».

El desembarco del golfo

La década del 70 marca un punto de inflexión en el rol de las familias argentinas en el desarrollo de la industria del crudo y el gas. En esos años, hacen su aparición muchos apellidos que, si bien estaban vinculados al negocio, eran hasta ese momento solo prestadores de servicios.

La mítica PeCom Energía, de la familia Perez Companc, hizo su desembarco tras ofrecer durante años los servicios de carry naviero a la entonces estatal YPF. Al mismo tiempo, la dupla de los ingenieros Rey y Poli, vinculados a la provisión de servicios a la industria petrolera, crean Pluspetrol y dan inicio a una expansión que incluso trasciende las fronteras. A su vez, la familia Bulgheroni, fabricante de las bridas que se utilizan para unir tuberías, ensancha su letrero y amplía su oferta al ganar las primeras licitaciones para extraer crudo en el golfo San Jorge.

Todo esto se dio en el marco de un proceso orquestado desde el Estado nacional, donde la petrolera estatal cedió yacimientos maduros equivalentes a un 18% de su producción en esa década.

Bulgheroni es sinónimo de petróleo en la Argentina. La familia que lidera el tándem Alejandro y Marcos Bulgheroni, acaba de anunciar la fusión entre las dos sociedades sectoriales donde tiene participación: Pan American Energy y Axion Energy.

La operación, que no involucró intercambio de dinero, origina la segunda mayor petrolera verticalmente integrada del país, Pan American Energy Group (PAEG), con ventas estimadas en los u$s 7.300 millones anuales, un 20% del share en la extracción de crudo y 15% de la torta de comercialización de combustibles. Pan American Energy fue una de las pocas petroleras que, a lo largo del siglo XXI, mostró un camino inverso a la caída en la producción y las reservas de hidrocarburos que experimentó la Argentina desde el pico productivo de 1998. La sociedad, que a partir de ahora pertenece en un 50% a la British Petroleum, mientras que el otro 50% se reparte en partes iguales entre la china Cnooc y la familia Bulgheroni, asegura haber invertido u$s 14.000 millones desde 2001 a la fecha, incrementando un 27% el volumen de crudo extraído. En gas, el crecimiento fue aún mayor: se expandió un 76% entre 2001 y 2016.

Menos conocidos, pero no por eso menos importantes, los dueños de Pluspetrol ocupan el podio entre las familias locales vinculadas al negocio de los hidrocarburos. Sus inicios también se inscriben en la provisión de servicios a la estatal YPF hasta que, en los años 70, lograron hacer pie en su primer yacimiento. Actualmente, son responsables de más del 6% de la producción de crudo del país y han logrado posicionarse como referentes en otros mercados, como Perú, donde tienen el management de Camisea, el mayor yacimiento de gas del país.

Otro apellido de peso en el rubro de los hidrocarburos nacionales es el mencionado Perez Companc. La familia llegó a erigir la mayor compañía petrolera privada verticalmente integrada de la Argentina hasta el desembarco de Repsol en YPF a mediados de la década del 90.

Años más tarde, en 2002, PeCom Energía acabó en manos de la brasileña Petrobras tras desembolsar una cifra que ascendió a u$s 1.120 millones. En la actualidad, el lazo que une a los hermanos Perez Companc con el negocio del crudo es PeCom Energía y Servicios, líder entre las proveedoras de servicios para la industria petrolera, tras la adquisición de los activos de la sueca Skanska, en el país, en 2015.

Los popes de ayer, hoy y siempre

«La importancia que varias familias tuvieron en la industria petrolera se evidencia en los números de hoy, donde un 70% de las 10 principales empresas productoras del país fueron iniciadas por esas familias y un 50%, si ampliamos el número a los 20 principales productores», analiza el hombre de la consultora PwC.

Si en la última década del siglo XX el apellido fue Perez Companc, en los tres mandatos del Frente para la Victoria, Bulgheroni creció como ningún otro. Pero, hoy, Mindlin es quien parece erigirse como el más resonante en el firmamento energético local, al menos hasta la reciente fusión de las dos sociedades del clan Bulgheroni.

Marcos Marcelo Mindlin supo construir, a través de un engranaje financiero lo suficientemente confiable, un gigante energético que el año pasado se hizo con los activos locales de Petrobras. De este modo, y con una valuación bursátil de u$s 4.400 millones, Pampa Energía se posiciona como una de las 10 empresas privadas más grandes y la tercera petrolera verticalmente integrada de la Argentina. En los primeros seis meses de este año, la misma reportó ventas por $ 30.801 millones, al tiempo que ganó $ 2.346 millones.

Ovando comparte más números sobre lo que representa el sector. «En 2016, la industria en su totalidad ha registrado ventas por $ 359.000 millones, según los datos del Indec, y representa aproximadamente el 3,8% del valor agregado nacional», puntualiza el director de IES Consultores. «La industria está comprendida por más de 442 empresas a nivel nacional, registrándose un importante incremento de los participantes en los últimos años a partir de la llegada de nuevos competidores por la explotación de Vaca Muerta y el incremento de la inversión. A modo de referencia, en el año 2010 eran solo 375 empresas», continúa.

Y concluye: «El avance de los capitales privados en la industria petrolera depende mucho de las regulaciones y el clima del negocio, tal como se ha registrado a lo largo de la historia. Ello se debe a que, para poder participar de la actividad, son necesarias grandes inversiones de capital que solo pueden recuperarse a lo largo del tiempo. Es por esto que, en general, las inversiones privadas no se han apoderado de una mayor porción del sector. Como contrapartida, fue necesaria la acción del Estado para poder suplir dichas deficiencias».

El gigante dormido

Si, a lo largo de la historia, los jugosos negocios vinculados al petróleo y al gas atrajeron el interés de numerosas familias argentinas, la aparición en escena del yacimiento Vaca Muerta exalta esa motivación a niveles nunca antes vistos.

Las cifras que envuelven al gigante aún dormido dan cuenta de una necesidad de inversión que oscila en el orden de los u$s 27.000 millones al año. Nuevamente, el puntapié inicial quedó en manos de la compañía con mayoría estatal YPF, pero un sinnúmero de empresarios locales volcaron su cuota de confianza a la iniciativa.

La familia Bulgheroni selló una alianza con YPF poco después de concretarse la nacionalización de la compañía por parte del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. El contrato estipulaba un desembolso conjunto de u$s 1.500 millones, donde Pan American Energy obtendría un precio preferencial por el gas extraído de la formación.

El apetito también se despertó en otros apellidos de peso, como el magnate de los aeropuertos Eduardo Eurnekian, que puso a disposición u$s 500 millones, aunque, en la práctica, posteriormente direccionó parte de esos fondos a explotar recursos convencionales a través de su participación en CGC.

Más recientemente, el pope siderúrgico Paolo Rocca definió a Vaca Muerta y su desarrollo como «un proyecto de país» y, a través de Tecpetrol, le prometió inversiones al presidente Macri por al menos u$s 2.300 millones. Tras la compra de los activos locales de Petrobras, Marcos Marcelo Mindlin accedió a una cuota del 12% sobre el yacimiento neuquino y, con el foco puesto en la explotación de gas, también se alista a concretar su aporte. Así, y a pesar que los números -si bien son grandilocuentes- aún no logran alcanzar la meta anual necesaria, el rol de las familias empresarias argentinas dispuestas a despertar al gigante dormido parece tomar la dirección correcta.

 

El Cronista

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