Al pionero de las baterías no se le acaba la energía: tiene 96 años y busca una nueva revolución

El creador de la batería de iones de litio que permitió la era de los dispositivos portátiles quiere superar su propio invento con miras a hacer que un auto eléctrico accesible y eficiente termine con el consumo de energías no renovables

 

Cientos de millones de personas en el mundo no saben quién es John Goodenough, pero sus vidas serían radicalmente distintas sin él. A los 57 años, hace casi ya cuatro décadas, este físico inventó la batería de iones de litio que permitieron la era actual de los dispositivos electrónicos portátiles, (como el que posiblemente tienen los usuarios de Infobae para leer esta nota en este momento). Celulares, tabletas y una miríada de otros aparatos existen gracias a que la batería Li-Ion permite almacenar más energía eléctrica durante más tiempo que sus predecesoras.

Y ahora, a los 96 años, en la Universidad de Texas en Austin —donde se instaló en 1986, poco después de su hallazgo revolucionario—, sigue trabajando. Busca dar el nuevo salto en tecnología de baterías: la búsqueda de una fuente más potente y más durable todavía.

«Mi misión es tratar de ver si puedo transformar el mundo de las baterías antes de morir», dijo Goodenough a The Wall Street Journal (WSJ). «Cuando ya no pueda conducir y me vea forzado a vivir en un hogar para ancianos, supongo que me retiraré».

 

Eso no está en sus planes por ahora. Sus proyectos se concentran en el rediseño de su propia obra, que hizo que las baterías fueran más portátiles al incorporar dióxido de cobalto y de litio a su funcionamiento. «Ahora el doctor Goodenough quiere matar aquella creación al eliminar el cobalto que hizo que su batería de iones de litio pudiera cargar a mayor velocidad y durar más», escribió Sarah McFarlane en el periódico financiero. En abril publicó una investigación —con otros tres co-autores— que sienta las bases de una batería sin líquido y sin cobalto.

El sector de la energía renovable necesita un hallazgo así: la variabilidad de la energía solar y la eólica es tan grande que hay que almacenarla para un uso eficiente; el desarrollo del automóvil eléctrico encuentra su obstáculo principal en la duración de sus baterías. Y desde luego, los consumidores quieren que el smartphone no se apague nunca.

 

Sin embargo, desde 1980, cuando Goodenough creó la Li-Ion, la investigación no ha dado otro salto. En colaboración con la ingeniera especializada en ciencias de los materiales Maria Helena Braga, este veterano de la Segunda Guerra Mundial espera darlo él mismo, otra vez.

Según los científicos, su batería en ciernes tiene potencialmente el doble de la densidad de energía que la Li-Ion. Esta batería, además, aumenta en capacidad a lo largo del tiempo, en lugar de —como sucede hasta ahora— degradarse por el uso. Algunos ingenieros manifestaron escepticismo sobre ese punto en particular del anuncio del ganador de la Medalla Nacional de Ciencia de los Estados Unidos.

La batería Li-Ion almacena energía eléctrica al emplear como electrolito una sal de litio que consigue los iones para la reacción electroquímica reversible que se da entre el cátodo y el ánodo. (Matthew N. Eisler/Physics Today/American Institute of Physics)

La batería Li-Ion almacena energía eléctrica al emplear como electrolito una sal de litio que consigue los iones para la reacción electroquímica reversible que se da entre el cátodo y el ánodo. (Matthew N. Eisler/Physics Today/American Institute of Physics)

Aunque Goodenough no reveló qué empresa o individuo apoya su elaboración de un prototipo, su proyecto enfrenta rivales con presupuestos multimillonarios. Tesla, por ejemplo, trabaja con Panasonic en un modelo de batería sin cobalto. El británico James Dyson también desarrolla baterías para automóviles que —dice— serán más seguras, rápidas de cargar y potentes. Por ahora el legendario investigador sólo muestra su oficina de académico en Austin.

Y aunque no usa celulares y toma notas a mano, Goodenough tiene una motivación para su búsqueda: «el deseo de ayudar a que los automóviles eléctricos permitan que la sociedad se libere de su dependencia en los motores de combustión». Actualmente, las baterías de un Nissan Leaf se deben recargar cada 240 kilómetros (151 millas), mientras que el carro común requiere un tanque de gasolina por cada 480-640 kilómetros(300-400 millas).

 

Esa voluntad funciona de acicate para su curiosidad científica, y lo lleva a trabajar de lunes a viernes en la universidad, y los fines de semana en su casa. Ni siquiera se benefició económicamente de la batería de iones de litio: entregó los derechos al Centro de Investigación de Energía Atómica del Reino Unido. Hasta que la patente venció, en 2002, Sony comercializó la Li-Ion y le pagó al gobierno británico. «En Sony creían que yo era rico», dijo el creador a WSJ.

En su hogar de origen se desapegó del dinero. Su padre, un académico de Conecticut, solía vivir endeudado, porque «aspiraba a estar en un nivel social que era un poco más alto que aquel al que podía acceder», explicó a McFarlane. Para no convertirse en un peso, se vistió con ropa de segunda mano y ganó una beca para hacer el secundario como pupilo en Massachusetts. Allí, a pesar de que tenía dislexia, se destacó y abrió su camino hacia la Universidad de Yale.

 

Se desempeñaba como meteorólogo de la fuerza aérea de los Estados Unidos, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando leyó La ciencia y el mundo moderno, del filósofo británico Alfred North Whitehead. Sintió que si tenía la oportunidad, cuando terminara su vida militar debía hacer su postgrado en física.

El gobierno estadounidense eligió a varios ex combatientes para que continuaran sus estudios, y Goodenough cumplió su sueño. En la Universidad de Chicago conoció a quien sería su esposa, Irene, quien murió de Alzheimer hace dos años. Ella lo animó a que compitiera por un puesto de enseñanza en la Universidad de Oxford, y allí fue donde él armó el grupo de investigación que alumbró la Li-Ion.

 

Ahora, mientras sigue trabajando en el reemplazo de su propia creación, supervisa al que dice que será su último aspirante a doctorado, un graduado de ingeniería y matemática de 24 años, Nick Grundish. «Aparentemente el doctor Goodenough dice eso cada dos años, y entonces acepta nuevos estudiantes», observó Grundish a WSJ.

 

 

 

Infobae

Noticias relacionadas

Dejanos un Comentario

Your email address will not be published. Required fields are marked *

2024. Huella Minera. Derechos Reservados.

mega888