Ricardo Alonso: Mitos mineros urbanos

 

 

Los geólogos que trabajan en facultades, institutos o direcciones de minería son consultados de manera permanente por lugareños, aficionados, prospectores, viajeros y otros pobladores sobre el valor de ciertas rocas o minerales.

Algunas veces se trata de hallazgos interesantes, pero la mayoría de los casos que llegan a consulta carecen de importancia.

El sueño de encontrar la fortuna salvadora en una pepita de oro o en una piedra preciosa ha dado lugar a cientos de relatos, películas y novelas. Es parte del imaginario colectivo y se transmite como un meme de generación en generación. Al igual que la búsqueda de tesoros, monedas antiguas y otros objetos metálicos enterrados que se han disparado con la aparición y sofisticación de los detectores de metales.

Equipos de buscadores rastrean con sus detectores, especialmente los fines de semana, lugares donde hubo asentamientos históricos de interés. Léase ciudades donde estuvieron los incas, los jesuitas o los viejos españoles. O como el caso del niño que con un detector simple descubrió en Europa un tesoro intacto de los vikingos.

Si bien cada tanto se encuentran objetos de valor, la mayoría de las veces los hallazgos no pasan de herraduras de caballos, restos de arados o utensilios domésticos.

Con respecto a los minerales se podría hacer una larga lista de los mitos mineros urbanos. Pero el más asiduo es el de haber encontrado oro, en un lugar secreto, perdido en las montañas y que no puede develarse. El celo y el misterio rodean al descubridor quien mantiene un halo de hermetismo impenetrable sobre su hallazgo. Al punto que en muchas oportunidades ni siquiera dispone de la «piedra» para poder mostrarla.

El oro de los tontos

Aunque el individuo se muestre convencido que su descubrimiento es oro ­y de 24 quilates! la mayoría de las veces el mentado oro no es otra cosa que pirita, la que fue bautizada despectivamente hace ya tiempo como «el oro de los tontos».

La pirita es sulfuro de hierro de color amarillo al igual que la calcopirita que es un sulfuro de cobre y hierro.

El oro tiene color amarillo brillante y se raya de la misma manera; además es muy pesado y se convierte en láminas si se lo martilla, dado que es un mineral blando y maleable.

La pirita, en cambio, es un mineral mucho más liviano, más duro y si la martillamos se convierte en un polvo negro con lo cual desaparece ese color amarillo que tenía originalmente. O sea que salvo el color y el sistema de cristalización (cúbico), las características del oro y de la pirita son diametralmente opuestas.

El único punto de interés es que la pirita lleva muchas veces oro asociado aunque en cantidades microscópicas. Así, muchas vetas de pirita o bien la pirita y calcopirita diseminada en los depósitos tipo pórfidos de cobre, son portadoras de oro. La pirita es amarilla y puede contener micro concentraciones de oro, pero no es oro. Al igual que la galena, el sulfuro de plomo, que generalmente contiene plata, pero no es plata.

También se confunde el oro con unas micas de color amarillo, generalmente variedades de la biotita o mica negra.

Las micas son minerales elásticos, livianos y hojosos, esto es silicatos en hojas o filosilicatos. Nuevamente sus características con respecto al oro son diametralmente opuestas. La otra variedad de mica es la blanca o potásica llamada muscovita.

A veces llegan algunos prospectores o campesinos con muestras de una variedad de yeso transparente conocido como selenita a la cual confunden con mica. Otra vez las diferencias son notables ya que el yeso, aun cuando se presente en láminas transparentes, está formado por sulfato de calcio hidratado.

 

Los meteoritos

Otro hallazgo habitual y de consulta frecuente tiene que ver con los meteoritos. Especialmente los meteoritos metálicos formados normalmente por hierro y níquel. Ya que los otros, los de naturaleza pétrea, se confunden fácilmente con las rocas terrestres. Los meteoritos metálicos son generalmente negros, duros, pesados, magnéticos y están formados por hierro y níquel como metales nativos. Dichos metales, en ese estado, no se encuentran en la Tierra y si lo hacen son verdaderas rarezas. Ello en razón de que el agua y el oxígeno terrestre tienden a convertirlos rápidamente en nuevos minerales.

Sin embargo hay en nuestro planeta minerales negros, duros y pesados que se confunden fácilmente con meteoritos.

Uno de ellos es la magnetita, un óxido de hierro que se caracteriza por su naturaleza fuertemente magnética. La magnetita está finamente esparcida en las arenas de los ríos o en playas marinas, pero a veces aparece en bloques de hasta varias toneladas de peso. Un mineralogista puede certificar si se trata de un objeto terrestre o bien llegado desde el espacio.

En Campo del Cielo, entre Chaco y Santiago del Estero, ocurrió una de las lluvias meteoríticas más importantes del mundo, con bloques de hasta 30 toneladas, caídos en esa región chaqueña unos 5000 años atrás. Hay tal cantidad que no solamente existen ejemplares en los mejores museos del mundo; sino que además, a mediados del siglo XX, se usaban fraudulentamente para dar peso a las bolsas de algodón. Vale recordar que el tráfico de meteoritos está hoy penado por ley.

 

Falsas piedras preciosas

Los granates son unos silicatos cúbicos que pueden llegar a tener el tamaño de una manzana roja chica. Es el caso de los almandinos, comunes en rocas viejas de las Sierras Pampeanas. Muchas veces los acercan quienes creen haber descubierto rubíes. Los rubíes son la variedad roja del corindón que es un óxido de aluminio. También están los que creen haber descubierto diamantes y se trata simplemente de cuarzo o bien de zircones.

El diamante es carbono que por su estructura cristalina alcanza la máxima dureza conocida, diez, contra siete del cuarzo.

El zircón es un silicato y se puede usar como un símil en alguna joyería. Hasta ahora no se encontraron diamantes en la Argentina, pero sí en Paraguay, Brasil y Venezuela.

Las esmeraldas son una variedad de berilo de color verde, así como la celeste es aguamarina y el amarillo dorado es heliodoro. Muchas de las muestras que se recogen en algunas sierras como las que flanquean a la Puna salteña y catamarqueña son en realidad berilos comunes con algunas tonalidades azulinas, verdosas o blanquecinas grisáceas.

 

Mineralogía fascinante

El que sí es muy valioso es el crisoberilo, una gema distinta (óxido) que es verde a la luz natural y roja con luz artificial. Su hallazgo hizo ricos a algunos garimpeiros brasileros. También hay aficionados que traen para analizar muestras de rocas o tierras amarillas que confunden con uranio u otras verdes a las que confunden con cobre.

Lo mismo ocurre con algunas rocas negras que se confunden con carbón y que en el mejor de los casos son esquistos bituminosos como los que explotaba Lola Mora en Rosario de la Frontera.

En una época era común denunciar como hallazgo minero el puloil, cuando éste era el nombre de una marca comercial. Se trataba de cenizas volcánicas blancas, las que efectivamente si se las mezcla con algún detergente son el abrasivo ideal para sacar el hollín adherido a las ollas donde se cocina aún con fuego a leña como ocurre en el campo. En las ciudades este polvo limpiador ha desaparecido a causa del gas y por su reemplazo con detergentes más efectivos.

Existe otra amplia gama de “tierras blancas” como las diatomitas, caolín, boratos y sales varias, que todos esperan descubrir de acuerdo con el valor del mercado en el momento.

Había un viejo minero salteño, de origen griego, que siempre decía que para él, que no sabía de mineralogía, todas eran tierras blancas con la diferencia que unas valían más que las otras. Algo parecido ocurre ahora con el litio y los salares.

Por cierto, el fascinante mundo de los minerales ha disparado en todas las épocas el mito de los hallazgos de riquezas valiosas, raramente confirmadas.

 

 

 

 

 

El Tribuno

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