A corazón abierto

Desde hace 14 años, Julio Claudeville (64) lleva tatuado el sello Barrick Gold en su carrera profesional. No fue fácil, tras casi tres décadas como médico cirujano, guardar el bisturí para aceptar un nuevo desafío que le fue sumando logros. A días de jubilarse, los altos ejecutivos de la empresa operadora de la mina Veladero, no quieren dejarlo ir. Sin pensarlo mucho, decidió quedarse un par de años más en las oficinas de San Juan.

Julio Claudeville ha llegado a convertirse casi en un sinónimo de Barrick en el país. Si la compañía canadiense tuviera una identificación personal en la Provincia de San Juan, nadie dudaría que apareciera en ella la fotografía de este médico cirujano graduado en Córdoba, lugar donde nació y dejó a los diez días de vida. Nunca pensó que iba a convertirse en un minero, ni siquiera lo imaginó de pequeño cuando se escapaba en la siesta y se iba a la plaza de Jáchal, departamento sanjuanino donde pasó su infancia.

Sin embargo, escuchando su historia todo encaja para entender que su lugar ya estaba reservado, sea por el destino o por simple voluntad de la vida. Desde joven, lo persiguió, además de la claustrofobia, el impulso de conformar equipos y hasta, sin querer queriendo, liderarlos. Hizo su carrera en Córdoba, del ’70 al ’76, y participó activamente en centros estudiantiles. Se atribuye ser uno de los fundadores del PI (Partido Intransigente), liderado por el médico Oscar Alende a quien admira políticamente, como también a Raúl Alfonsín y Arturo Illia.

Tenía 24 años, cuando se le cruzó en el camino un acontecimiento familiar que puso a prueba su innata desenvoltura de armar equipos. Fue, según recuerda Claudeville, el momento más emotivo de su vida porque estaba en riesgo la vida su hermano. “Estando mi padre de viaje, mi hermano Ricardo, el segundo de los cuatro, se enfermó gravemente y estuvimos a punto de llevarlo a Buenos Aires. Un viernes a la tarde, teníamos el avión de la provincia listo para despegar y yo tomé la decisión de dejarlo en San Juan. Lo internamos y justo en el momento que estaban por intubarlo con un respirador me pidió que no lo abandonara y durante tres meses cancelé casi toda mi vida, para liderar un equipo de médicos. Finalmente sobrevivió”, precisa el gerente de Asuntos Corporativos de Barrick Argentina.

Muchos años en la empresa, desde el comienzo, cuando se exploraba Veladero y lo hacía otra minera. “El día que me vaya será duro para mí. Mi desafío es dejar un equipo autónomo, que funcione bien, o mejor, después de que me haya ido”, dice el ejecutivo.

Faltaba mencionar otra clara muestra de lo que un equipo representa para Claudeville y no hay mejor ejemplo que la cirugía laparoscópica, técnica que llegó a San Juan de su mano porque fue el primer médico que viajó a Chile para aprenderla. “Con la laparoscópica, el cirujano dejó el individualismo para forjar equipos y eso fue maravilloso porque se comparte la responsabilidad sin que ésta se diluya o se deje de lado”, comenta. Y todo esto no podía desembocar en otra cosa que no fuera un reconocimiento. En el 2015, el equipo de Asuntos Corporativos Argentina fue premiado como el mejor de todas las minas de Barrick en el mundo.

El protagonista

Julio Claudeville reconoce que, le guste o no, es una de las caras más conocidas de la compañía en la provincia cuyana debido a la cantidad de años que le viene dedicando. Son un grupo de cinco personas las que están en Barrick desde los ’90, con él incluido.

Cuando pisó Jáchal era pequeño. «Pisó» es una forma de decir, porque apenas tenía 10 días de nacido cuando sus padres decidieron desembarcar al norte de la capital sanjuanina porque su papá iba a convertirse en el director del hospital de esa localidad. “Mis primeros diez años los pasé en Jáchal, yo soy el primer hijo y después vinieron los otros tres. Prácticamente sin escala hicimos Jáchal-Estados Unidos, nos fuimos porque mi padre obtuvo una beca en la Universidad de Atlanta y allí vivimos cuatro años. Luego volvimos a San Juan, pero no a Jáchal”, indica.

Se dice que hay un jachallero en cada rincón del mundo y también es cierto que todo el que vivió en Jáchal quedó atrapado por los recuerdos del pueblo. Julio Claudeville no es la excepción. “La plaza, la infancia, el ritmo de Jáchal, son cosas que a uno le quedan grabadas. Recuerdo que un señor nos llevaba a su finca, a todos los niños, y colgaba dinero en los árboles y enterraba monedas para decirnos que producía plata. Nosotros lo cosechábamos y nos llevaban a tomar un helado. También recuerdo cuando iba a pescar al río con mi padre, y cuando nos escapábamos en las siestas y nos decían que una especie de duende iba a asustarnos”, relata.

Se casó en primera nupcias muy joven, estando en Córdoba y faltándole un año para recibirse. Tuvo su primer hijo y llevó a su familia a San Juan. “Después me he divorciado y mi actual esposa jugó un rol importante en mi decisión de trabajar en la empresa. Yo estaba muy cómodo como cirujano, me iba muy bien y un poco acepté para que ella tuviera una oportunidad. Y cuando subimos a Veladero, vimos que la oportunidad no solamente era para ella, sino también para mí.  Había un gran desafío, tanto para la medicina laboral que ella ejerce como para la medicina del trauma y de la urgencia que era lo que yo podía hacer. Hasta ese momento, nadie tenía experiencia en esta medicina”, precisa Claudeville.

Ninguno de sus cinco hijos está relacionado ni a la minería ni a la medicina. Uno es periodista, el segundo es dentista, el que le sigue profesor de Educación Física y los otros dos son estudiantes; uno de Abogacía y otro de Economía.

La influencia de su padre fue determinante para que decidiera estudiar medicina, pero también el hecho de que se trataba de una carrera sin matemáticas porque no se llevaba bien con los números.  “Yo seguí medicina, mi hermano que me sigue también, el tercero fue odontólogo y mi hermana instrumentadora quirúrgica, así que todo el equipo quirúrgico era 100% Claudeville. Mi papá nunca me impulsó a ser médico. Me acuerdo el día que me fui a Córdoba, me llevé una carta suya donde me felicitaba y me decía que si él tuviera que volver a empezar elegiría otra vez medicina”, detalla el ejecutivo que se define como un optimista profesional, cualidad que le ha servido para encarar cambios en las comunidades que él etiqueta como «revolución». La misma que vivió San Juan cuando su economía se hizo firme gracias a la minería.

Duda al responder si él también volvería a elegir la medicina, tal como le confesó su padre. “Yo creo que sí. Es muy ingrata la medicina y a veces muy estresante la cirugía, tiene una responsabilidad muy grande. Cuando hay un paciente que está grave, delicado, uno se va a la noche muy preocupado y está pensando todo el día. La verdad que es un estrés muy grande. Cada tanto me encuentro en la plaza con ex colegas que me dicen ‘que suerte que vivís sin estrés ahora’, y yo me río porque no es así, trabajar en una empresa como Barrick también tiene una carga de estrés”, señala.

Su valor número uno es la honestidad, no mentir. Lo que más le gusta “en el mundo, es viajar. He conocido 50 países y mi meta es seguir sumando otros. Hay un club de los que más han viajado que se llama el Club de los 100 y tenés que conocer 100 países para ser miembro. No creo que llegue a esa cantidad, pero mientras más conozca, mejor. Lo que más me apasiona es conocer culturas, otros lugares, gente, entender el mundo. Me ha servido mucho conocer culturas como la India, China, Tailandia”, comenta.

“Cuando yo empecé a trabajar como empleado de la empresa, al mes me llamó el gerente General y me dijo que estaba haciendo bien las cosas pero que cometía un error y era no hablar en representación de Barrick, sino como Julio Claudeville. Yo lo escuché y pensé que capaz tenía razón. Le dije que lo iba a cambiar. Me volví a las comunidades a seguir trabajando y me di cuenta que no funcionaba porque la gente pedía mi compromiso personal, del sanjuanino médico, que vive en su misma provincia. Lo que ven es la cara de uno, la trayectoria y eso es lo que jugó. Creo que he logrado credibilidad por coherencia de estos años de trabajo. Y no es fácil, porque la experiencia de comunidades no es que uno vaya a comprar un libro y lo aprenda, es un poco de sentido común, de práctica».

El inicio

En el año ‘98, el geólogo Ricardo Martínez, que era el gerente de Exploración del proyecto Veladero, lo invitó a subir para que le diera su opinión en lo concerniente a medicina. “Era un campamento de exploración con muy poca gente pero los geólogos me contaban que si en la exploración tenían éxito eso se podía transformar en una mina, y si eso se transformaba en una mina allí podían llegar a vivir 3000 o 4000 personas. Entonces, ahí mi mirada era entender la problemática de la medicina de altura y el desafío de diseñar, de pensar un hospital, para una población que podía llegar a estar aislada porque no teníamos avión, helicóptero y estábamos a seis horas del hospital más cercano. Entonces, todo eso significó un gran desafío y finalmente acepté esa responsabilidad y diseñé un programa de salud, me especialicé en medicina de altura e hicimos toda una especialización en trauma”, precisa Claudeville.

Fue ahí cuando comenzó a trabajar como director médico y en el 2003 le ofrecieron sumar el cargo de coordinador de Relaciones Comunitarias. “Eso me obligó a tomar una decisión difícil que fue abandonar mi carrera de médico cirujano en el hospital y en la actividad privada. Durante un par de años pude con los dos cargos, en esa época todavía era exploración, aún no se empezaba a construir. Yo tenía dos teléfonos en la cintura, uno de cada compañía para estar seguro. No me podía ir a ningún lado si no había señal de teléfono. Si me invitaban a algún sitio tenía que averiguar si había señal porque yo me comunicaba con los paramédicos cuando había alguna emergencia y actuaba a través de ellos, evacuábamos y los traíamos para la ciudad porque en esa época no había quirófanos. Pero al cabo de 2 o 3 años, fui a la compañía y le dije al gerente General que era imposible seguir con las dos responsabilidades y elegí Relaciones Comunitarias”, señala.

El proceso de decidir si dejaba la medicina fue estresante para Claudeville y desencadenó una baja de defensas en su cuerpo que lo llevó al quirófano, casi como una manera de despedirse. “Fue una peritonitis grave y estuve muy mal un mes y medio, pero después me recuperé y desde entonces no he parado de trabajar en comunidades. Ser parte de todo eso ha sido un privilegio”, menciona.

Ser médico le ha sumado puntos a la hora de pararse frente a las comunidades y generar confianza en el diálogo. “Primero, porque el médico todavía es una persona respetable y creíble y yo tuve a mi favor esa credibilidad. Segundo, mi familia es jachallera, yo viví 10 años de mi infancia en Jáchal, mi padre fue el primer cirujano allí, fue el director del hospital donde operó a más de 3.000 personas y después lo hice yo. Siempre digo que he seguido, aún cuando dejé la medicina, contribuyendo a la salud de la comunidad trabajando desde la minería. Mis primeros Programas de Desarrollo Sustentable fueron sobre el área de Salud”, detalla.

La ficha

Un lugar en el mundo: “San Juan. El lugar en el mundo no es el más bonito en el mundo, sino donde están los afectos, la familia y la historia de uno. Los recuerdos. Eso hace que un lugar sea agradable o no”.

Película preferida: “Me gusta Cabaret, con Liza Minnelli. Tal es así que la compré”.

Libro: “No soy un gran lector de libros porque no tengo tiempo, leo tres diarios por día. Uno que me gustó mucho fue ‘Mis Memorias’, de Henry Kissinger porque es uno de los mejores negociadores del mundo.  Y me he leído toda la colección del Negro Fontanarrosa, soy un adicto a él”.

Cómo son los domingos: “En familia, la actividad laboral hace que estemos con mucha gente toda la semana, así que trato de estar más bien encerrado, leyendo. El domingo recibo cinco diarios, porque parte de mi trabajo es estar actualizado. No los leo a todos, pero si los reviso.  Es un placer, yo tengo la costumbre de leer los diarios desde que era estudiante universitario”.

Hobby: “Las tareas de la casa como el jardín, limpiar la pileta y lavo el auto. Si me dijeran que alguien lo hará por mi me enojo porque me quitaría una actividad manual que es desestresante”.

Deporte: “Durante muchos años jugué al tenis, ahora caminata y bicicleta”.

Club de fútbol: “Simpatizante de River, pero no fanático. Me gustaba más el automovilismo”.

Signo del zodíaco: Virgo

Comida y música preferida: “Soy carnívoro y me gusta el folclore”.

Miedos: “Tengo claustrofobia, nunca me ha pasado de quedarme encerrado pero si voy en ascensor voy preocupado de que no se detenga. Si tuviera que entrar a una mina subterránea tendría problema, no sé si lo podría hacer. Uno tiene miedo a que no se cumpla lo natural, que se mueran primero los padres y luego los hijos. Cuando se dan situaciones al revés son cosas complicadas. Uno de los logros de este año fue que operamos a mi nieta de 7 años de una cirugía cardíaca muy compleja, en Buenos Aires, y salió todo bien. Siempre hay miedo que pierda la salud alguien de la familia o uno mismo”.

“Como médico cirujano en contacto con la muerte, me cuesta más creer en otra vida o en cuestiones religiosas. Uno es más pragmático, más agnóstico porque somos una máquina que cuando deja de funcionar ahí se termina todo. En ese sentido uno es más frío, ojalá hubiera otra vida, pero creo que no”.

 

 

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