La biología y el tiempo anudaron los destinos de la pandemia del Covid-19 y el Gobierno del Frente de Todos (FdT). Mientras Alberto Fernández asumía, allá por diciembre de 2019, la prensa internacional empezaba a preocuparse por un virus respiratorio, particularmente agresivo y contagioso, en la ignota Wuhan. Lo que pasó después ya es conocido por todos. A las semanas, se paralizó el mundo: Asia primero; Europa después y las Américas, luego. La pandemia trastocó todo, y lo sigue haciendo. Las benditas pero escasas vacunas son la luz al final de un túnel que aun recorre, a veces con retrocesos, buena parte del mundo. Al final, espera una “nueva normalidad” que contiene algunos, pero no todos, los rasgos del pasado prepandémico.
Tras un 2020 durísimo, que exigió una potente reacción estatal y un verano con algunos visos de normalidad, la actividad económica empezaba a recuperar su pulso, con una gran heterogeneidad. Pero la segunda ola se anticipó a la vacunación masiva. Volvieron las restricciones y la recuperación perdió algunos casilleros. Es el nuevo escenario de corto plazo que domina la agenda e incluye problemas algo más viejos, como la inflación.
A nivel productivo y mirando más a mediano plazo, las perspectivas de varios sectores prometedores mejoraron (la pandemia fue un acelerador) y otros, más rezagados hoy, no tienen las mismas perspectivas que antes. Todo un desafío, que se entrecruza con otro medular: el empleo (y la forma de trabajo).
La pandemia aceleró paradigmas, también. Como la cuestión del desarrollo sustentable que, a diferencia de lo que piensan algunos, no implica producir menos sino más y mejor.
En diálogo con El Economista, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, habló sobre estas cuestiones, y varias otras más. “Nuestra agenda productiva tiene que estar centrada en un desarrollo verde que genere valor agregado para posicionar a Argentina como un actor central en el mundo”, destacó Kulfas, un hombre clave del Gabinete y que busca consensuar las agendas solapadas (y a veces conflictivas) del corto y el largo plazo, en combinación con los nuevos paradigmas productivos y la necesidad de generar marcos legales y estímulos para posicionar a distintos sectores de Argentina de una manera más activa en un mundo globalizado.
En la Asamblea Legislativa, el pasado 1° de marzo, el Presidente anunció que se impulsaría el desarrollo del cannabis con fines medicinales y el cáñamo con fines industriales. ¿Qué acciones vienen llevando adelante en ese sentido?
El anteproyecto de ley “Marco regulatorio para el desarrollo de la industria del cannabis medicinal y el cáñamo industrial” será presentado hoy en el Consejo Económico y Social. Allí seguramente habrá una evaluación por parte de los consejeros y, en base a eso, será enviado al Congreso. La idea es que en estas primeras semanas de junio tenga tratamiento legislativo. Queremos generar un marco regulatorio para la actividad productiva con cannabis, que hoy está prohibida y acotada a la investigación científica, para que se pueda realizar la producción, comercialización, venta y exportación exclusivamente con fines medicinales de la planta y con fines industriales el cáñamo.
¿Quién se encargaría de la regulación de este nuevo mercado?
El proyecto va a prever la creación de una agencia nacional que establecerá las condiciones de seguridad y trazabilidad para que se garantice un adecuado uso de la planta. Desde el Gobierno queremos promover un tratamiento especial para las pequeñas y medianas empresas y cooperativas. Dado que va a ser una actividad regulada, con autorizaciones por parte de dicha agencia, queremos ayudar a estos pequeños productores y que además se incorporen las economías regionales.
¿Cuáles son los beneficios económicos de promover esta nueva actividad en nuestro país?
En primer lugar, es una actividad muy intensiva en empleos calificados. Estimamos que en un período de tres años se generarían 10.000 empleos nuevos, de los cuales un alto porcentaje será vinculado a investigación, desarrollo e innovación. Si bien son números incipientes, es un sector que puede tener ventas por US$ 500 millones al mercado interno y unos US$ 50 millones de exportación. Eso esperamos para los primeros años, aunque las posibilidades podrían superar bastante esos niveles. Hay que tener en cuenta que es un mercado relativamente nuevo y su crecimiento va a depender de muchos factores, entre ellos, del mercado internacional.
Otro de los proyectos mencionados por el Presidente y en el que está muy involucrado Desarrollo Productivo es el de la “movilidad sustentable”. ¿Cómo ve el proceso de electromovilidad a nivel mundial y cuál es la intención del Gobierno en la transición de los vehículos a combustible fósil hacia los eléctricos?
Nos encontramos en los albores de una revolución tecnológica importantísima, con una discusión internacional que hace foco en bajar emisión de gases de efecto invernadero. Creo que en el mundo se va a avanzar mucho en la electromovilidad desde la segunda mitad de esta década y sobre todo en la que viene en la transición masiva de vehículos a combustible fósil a vehículos eléctricos. Por todo esto, es importante que Argentina trabaje para ser un actor central en esta transformación.
¿Cuándo será presentado el proyecto y qué nos puede anticipar?
Estamos haciendo algunos ajustes todavía para ese proyecto y por eso está más demorado. La industria de la electromovilidad tiene mucho movimiento y actores nuevos que estamos teniendo en cuenta para avanzar en una legislación adecuada. También es importante incorporar en la discusión a los inversores actuales para que las automotrices argentinas puedan llevar adelante una transformación productiva que les permita dejar de producir autos a combustión y pasar a autos eléctricos con baterías de litio. Queremos que haya beneficios para productores y consumidores de autos eléctricos de fabricación nacional. El principal insumo a tener en cuenta es el litio, con el que se fabrican baterías para esos automóviles, que además reducen la contaminación sonora. Ese mineral es central para nuestra estrategia productiva, por eso vamos a fomentar la industrialización y no solo el extractivismo. Nuestra agenda productiva tiene que estar centrada en un desarrollo verde que genere valor agregado para posicionar a Argentina como un actor central en el mundo.
Respecto a los incentivos a la producción nacional, sobre todo de las pymes. ¿Qué están planificando? Fue otro de los proyectos mencionados por Alberto Fernández…
Va a haber una ley de compre argentino, que tendrá dos grandes capítulos. En primer lugar se trata de mejorar los márgenes de preferencia para los productos de fabricación nacional de grandes empresas y pymes. En segundo lugar, hay que fomentar las compras públicas para la innovación, que es una política con buenos resultados en países europeos. Este segundo punto consiste en que los Estados financien parte de la innovación privada para soluciones tecnológicas en el sector público y eso genera que el recurso público tenga un doble sentido: acelerar las políticas de innovación en el sector privado y generar soluciones en políticas públicas
En este último tiempo se vieron reclamos, a menudo violentos, por cuestiones medioambientales. Por ejemplo, por mencionar uno, en contra de la minería en Chubut. ¿Le preocupa eso? Porque muchas veces paraliza inversiones y oportunidades de empleo.
Ese debate no nos preocupa y, al contrario, lo propiciamos porque tenemos una visión ambientalista. Estamos convencidos de que el desarrollo productivo tiene que ser un desarrollo productivo verde, que tenga en cuenta la dimensión ambiental. Hay un proceso de transición ecológica en marcha, pero al ser un proceso no se puede pretender un cambio radical de un día para el otro. Nuestro Gobierno está muy interesado en esto, un caso es el del fomento a la electromovilidad y si se combina con energías renovables, mucho mejor aún. De hecho, la minería es un aliado ineludible de la revolución verde: un vehículo eléctrico requiere entre 5 y 6 veces más cobre que uno convencional, entre otros minerales. La discusión no puede ser ‘minería sí o minería no’, tenemos que tener una minería hecha en condiciones sustentables. Además, esta debe ser inclusiva, que genere desarrollo en la cadena de valor, que estructure proveedores pymes, que agregue valor y desarrollo en la comunidad. Una minería con estas características no es simplemente extractivismo, es una actividad extractiva que a su alrededor genera todo un cluster productivo y tecnológico. Esa es nuestra política. Después, la decisión de llevar adelante o no este tipo de actividades es potestad de las provincias, tal como lo explicita la Constitución.
Hay sectores que están convencidos de que la minería genera un daño importante en el medio ambiente. ¿Qué les diría?
El debate debe ser abierto y con datos científicos. También encontramos muchas noticias falsas, como por ejemplo que en Catamarca, por culpa de la minería, la incidencia del cáncer en la población llegaba al 50% y eso es falso. No hay ningún informe que certifique eso. Al contrario, la evidencia muestra que la incidencia de esa enfermedad está en línea con el promedio nacional. Llamamos a sentarse en la mesa de discusión al sector empresario, académico, a los trabajadores, a la sociedad civil, en fin, a todo aquel que quiera participar de un debate razonable en torno a este tema.
Pasando al plano internacional. ¿El Gobierno está interesado en que el Mercosur avance en un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea?
Estamos interesados en avanzar en procesos de integración comercial con Europa. Hay que tener en cuenta que el acuerdo hoy tiene muchos cuestionamientos de varios países europeos y fue muy discutido en nuestro país. De nuestro lado, estamos a favor de modernizar el Mercosur y eso también significa discutir una mayor integración de las cadenas productivas con Brasil, Uruguay y Paraguay. Con lo que no estamos de acuerdo es con el dogmatismo. A veces es bueno bajar aranceles, a veces es bueno subirlos, depende del sector. Hay que actuar con pragmatismo, más aún en pandemia y con un contexto global tan difícil.
En el largo plazo, ¿cómo imagina la estructura productiva, económica y laboral en la “nueva normalidad” de la pospandemia?
La realidad es que todavía falta para eso, lamentablemente. Todavía hay un alto nivel de incertidumbre, esperamos que con la llegada masiva de vacunas podamos avanzar más rápido en dejar atrás este momento tan tremendo. Creo que Argentina está teniendo un peso importante en cuanto a vacunación y es el país número 15 o 16 en la adquisición de vacunas. La visión que tenemos es que algunos cambios han llegado para quedarse, en términos de digitalización, comercio electrónico, teletrabajo, etcétera. Esto le da la oportunidad a la economía del conocimiento, una actividad que fomentamos con una ley que entró en vigencia este año para aumentar las exportaciones.
¿Cuáles serán los sectores más pujantes luego de la crisis pandémica?
En el escenario internacional, los datos que tenemos nos dicen que Argentina es uno de los países que más recuperó su producción manufacturera respecto a los niveles previos a la pandemia. Creemos que hay nuevos patrones de crecimiento que se van a sostener en los próximos años. Seguramente los sectores como industria manufacturera, construcción, agroindustria y economía del conocimiento serán los grandes ejes para que podamos tener un buen desempeño pospandemia. En el caso de los servicios y actividades vinculadas al turismo, tendrán un fuerte rebote después de tanto tiempo de confinamiento.
El año comenzó con buenos niveles de actividad industrial, incluso comparados contra 2019. ¿Cuál es la proyección del impacto del aumento de contagios y las nuevas restricciones que comenzaron en abril y se profundizaron en mayo?
En abril y mayo vemos obviamente una desaceleración, aunque variaciones positivas respecto a los mismos meses de 2019. Naturalmente, la segunda ola va generar un efecto por la cantidad de contagios y las nuevas restricciones. Hemos aprendido mucho sobre cómo producir en pandemia. Recordemos que el año pasado no sabíamos nada del coronavirus. Nuestras proyecciones de crecimiento siguen en torno a lo que marcamos en el Presupuesto, entre 5% y 7% para 2021, pero también depende de que la campaña de vacunación continúe con un buen ritmo y tanto de la magnitud como la duración de la segunda ola.
Tras varios años de caídas, el Gobierno se puso el objetivo de que el salario real crezca en 2021. ¿Cuál es su mirada sobre eso y corre riesgo el objetivo dado los números de inflación?
Las paritarias se firmaron, casi en su totalidad, con cláusulas de revisión en los últimos meses del año. Nuestra idea es que le ganen algunos puntos a la inflación. Tuvimos un comienzo del año difícil porque hubo un shock internacional en los precios de los commodities agropecuarios e industriales que pegó muy fuerte en nuestra economía, que es bimonetaria, sumado a que la macro venía desordenada anteriormente. Esto último y la inercia inflacionaria generan una presión mayor en Argentina que en otros países del mundo. En la medida que se controlen esas variables, los salarios podrán recuperar algo. En el caso contrario, habrá revisiones.
Están trabajando en un acuerdo con las empresas para tener una canasta de 120 productos alimenticios y primera necesidad a precios congelados en comercios de cercanía, y no solo los supermercados. ¿Cómo viene esa negociación y cuándo se pondría en marcha este programa?
Está bastante avanzado y prácticamente cerrado. Esperamos que se ponga en marcha en junio. La idea es generar un esquema similar al de Precios Cuidados en los comercios de proximidad, con un conjunto de productos que tendrán el precio impreso en el envase. Esto último tiene cierta complicación y explica la demora, porque se necesita tiempo para acomodar las cuestiones logísticas y operativas.
¿Sería una forma de finalizar gradualmente Precios Máximos, que implicaba un congelamiento arbitrario de determinados alimentos y productos de primera necesidad?
Precios Máximos ha tenido una gran cantidad de deslistamientos de alimentos considerados suntuarios. Hoy en día quedan algunos, pero nuestro objetivo es pasar a un esquema de precios concertados con Precios Cuidados y esta nueva canasta en los comercios de proximidad. También estamos avanzando en acuerdos de precios con el sector electrónico, petroquímico, acero, aluminio, plásticos y demás insumos para que eso no impacte en los costos de las empresas y que eso genere presión en la inflación.
Kulfas, sobre la carne: “Queremos es un desarrollo armónico porque el consumo interno y la exportación no son variables irreconciliables”
Dentro del rubro alimentos, que es el más sensible, el ítem que más preocupa es el de la carne vacuna. La última decisión fue la prohibición de exportar por 30 días, que fue respondido por un cese de comercialización por parte de los productores. ¿Qué variables están analizando para, al cabo de los 30 días o antes, decidir si mantenerla o eliminarla?
Es importante explicar que el sector productor de carne en Argentina lleva décadas de estancamiento. Uno mira la serie histórica y nunca pudimos superar los 3,5 millones de toneladas de producción, algunos años hubo más y otros hubo menos. Hace 50 años éramos 20 millones de habitantes y la producción era más o menos la misma y el consumo estaba en torno a los 100 kilos por año. Hoy somos más del doble y producimos lo mismo, mientras que el consumo se redujo a menos de la mitad. Además, apareció un elemento nuevo en el mercado internacional que es China y su creciente demanda, que vemos como una oportunidad exportadora. Ahora, si esa oportunidad genera que más exportación es menos carne en el mercado interno y precios exorbitantes, nosotros no estamos de acuerdo. Lo que queremos es un desarrollo armónico porque el consumo interno y la exportación no son variables irreconciliables. En los últimos meses notamos que hay un gran desorden en el mercado, que hubo varios exportadores que se dedicaron a exportar por fuera de la ley, con subfacturación y sin liquidar divisas en el Banco Central. Eso claramente no nos sirve como país, desde ningún punto de vista. Nuestra intención con la medida de suspender la venta al exterior es ordenar el mercado para generar un adecuado compromiso con el mercado interno. Si llegamos a un acuerdo rápido y efectivo con el sector, ojalá podamos habilitar las exportaciones antes de los 30 días.
¿Qué medidas tienen en mente para aumentar esa producción?
El gran objetivo es aumentar la producción. Estamos trabajando con las provincias y el Ministerio de Agricultura en tener un plan ganadero que nos permita en el mediano plazo llegar a una producción de 5 millones de toneladas de carne al año. Seguramente nos enfoquemos en el norte del país, porque es difícil que en la Pampa Húmeda, con la oportunidad agrícola, se pueda llegar a eso. Llegar a esa cifra significa tener 3 millones de toneladas para el mercado interno a buenos precios y exportar 2 millones, que es más del doble de lo que hoy se vende al mundo. Como decía Marechal, de todo laberinto se sale por arriba.
El Gobierno había acordado con el consorcio exportador ABC, antes de tomar esta decisión, aumentar la cantidad de carne a precios accesibles. ¿Se está trabajando en un nuevo acuerdo mayor que ayude a destrabar esa situación?
Recibimos propuestas para ampliar la oferta y siempre suman esas iniciativas. Pero queremos dar una discusión más profunda.
El cese de comercialización puede generar faltantes de carne a nivel minorista, dicen algunos actores del sector.
Nosotros no propiciamos que falte carne y, en caso de que suceda, será a causa del cese de comercialización al mercado interno.
La semana pasada se avanzó en la capitalización de la empresa Impsa y ahora, el Estado es el principal accionista. Fue en proceso concertado con la empresa, desde ya, pero también con el Gobierno de Mendoza y los sindicatos. En primer lugar, ¿por qué decidieron rescatar la firma y, segundo, qué planes tienen a futuro?
Desde que asumimos miramos con preocupación la situación de Impsa porque venía de una crisis larga. Quiero destacar que no hay en Argentina ni en América Latina una empresa así y por eso la tomamos como una firma estratégica. Tampoco hay muchas en el mundo. De hecho, se compara con algunas competidoras de Alemania o Estados Unidos. Desde que comenzamos la gestión nos pusimos a trabajar con su CEO, Juan Carlos Fernández, y su equipo en alternativas. Cuando se complicó su situación financiera asistimos con el pago de salarios vía ATP. Después reestructuró su deuda y eso posibilitó su capitalización, que llevamos adelante junto al Gobierno de Mendoza. Esta empresa tiene la capacidad de producir, por ejemplo, turbinas para centrales hidroeléctricas y molinos eólicos que serán fundamentales para desarrollar las energías renovables. La idea es mantener el mismo management que viene funcionando hasta ahora. Hay que destacar que en el caso Impsa no hubo un desfalco y la crisis se generó porque hubo algunas decisiones en su momento que no resultaron con los objetivos planteados. Ahora hay que ponerse a trabajar. Agradecemos la predisposición de los trabajadores también, que pusieron mucho para llegar a una salida que consideramos adecuada. Esperamos que Impsa sea un actor central en el desarrollo tecnológico y una transición verde.
El Economista