Marita Ahumada es una «rompemitos», por lo que ha logrado hasta acá, aunque para ella no es suficiente, sino que quiere ir por mucho más. A pesar de que su mensaje no sea aceptado por muchos, su trayectoria es un testimonio de cómo la mujer ha ido rompiendo barreras en terreno masculino y ganando espacios que por mucho tiempo fueron negados.
Su historia profesional es amplísima, pero puede resumirse en ejemplo de constancia, perseverancia y coraje. No le importaron las trabas, los cuestionamientos ni la resistencia y decidió avanzar. Hoy es un ejemplo para muchas mujeres que decidieron abrirse paso en la industria de la minería, demostrando que también es un trabajo para ellas, desafiando los estereotipos.
Marita se define como «prominera ambientalista». De profesión licenciada en Ciencias Geológicas con una maestría en Geología y Gestión Ambiental de los Recursos Minerales (España), asumió un rol clave en la industria en los últimos años y es un referente a nivel nacional. De hecho, fue nombrada directora del Comité Asesor de Women in Mining Argentina, e integra diferentes asociaciones. También fue convocada por el Gobierno Nacional para trabajar en el plan nacional minero que se presentará en los próximos meses.
Asumió un compromiso por el desarrollo de la minería en la Argentina en un contexto donde la actividad tiene mucha resistencia. Ella tomó un rol clave: comunicar e informar sobre la industria en diferentes ámbitos de difusión. Su objetivo es impulsar la actividad.
En una charla íntima con SITIO ANDINO, Marita (50), mamá de una pequeña de 7 años, esposa, hija, madre, educadora, hizo un repaso de cómo llegó a convertirse en una referente de la minería en la región.
-¿Cómo fue tu decisión de ser geóloga y trabajar en minería?
-Como buena mendocina crecí con la montaña, mis padres me enseñaron a querer el terreno. Yo hacía andinismo y estaba enamorada de los cerros. Empecé a estudiar geología y me encantó: la geología tiene absoluta relación con todo lo demás. Cuando me inscribí eran 30 varones y 4 mujeres. Ahora eso cambió, hay mas aceptación de las mujeres en todos los ámbitos de la geología.
Cuando decidí entrar al campo de la minería era un terreno dominado por hombres. Luego se empezaron a notar los primeros cambios. En mis comienzos había resistencia a que una mujer joven pudiera dar órdenes a hombres y más grandes.
Unos 25 años atrás generalmente la mujer ocupaba puestos administrativos. Ahora ya hay un notable cambio en el área operativa: hay mujeres perforistas, otras que manejan vehículos articulados, supervisoras de mantenimiento y servicios. Eso antes hubiera sido impensado.
En Argentina se agrega que los proyectos están en sitios muy remotos, con alturas que superan los 3.000 metros sobre el nivel del mar, o con climas muy duros, con mucho viento y nieve. Y se tienen diagramas que llevan a estar muchos días en la mina.
-¿En tu caso, qué cosas debiste resignar para poder tener este trabajo?
-Para poder tener este régimen tan difícil postergué mi maternidad. A veces es duro compatibilizar y es importantísimo la corresponsabilidad con las parejas. En mi caso nos organizamos los esquemas con mi esposo, que es músico y trabaja mucho en el exterior.
Esto requiere mucho de la comprensión de la familia. Tiene que haber un acompañamiento.
-¿Cuál es tu trabajo específico dentro de la minería?
-En los últimos años me volqué a la relación con las comunidades. Salí de la parte dura del terreno para estar con las personas. Para mi es mucho mas difícil poder hacer que me escuche una persona que no esta a favor de la actividad, que picar rocas a 5.200 metros de altura con todo lo que eso implica. Es muy difícil porque las personas que tienen una postura formada.
-¿Cómo es ese trabajo?
-Es complejo porque detrás de la corriente filosófica ambientalista viene un posicionamiento político y económico muy fuerte. En muchos casos es el «no es no» y no hay posibilidad de dialogar. El otro desafío es poder hablar en lenguaje llano, poder explicar procesos físico-químicos dificilísimos para que la gente entienda.
Por ejemplo, se habla de «megaminería» como un golpe emocional, pero la megaminería no existe. Los «antitodo» no quieren proyectos de desarrollo, se oponen a presas de aprovechamiento hidroeléctrico, a una cancha de esquí, a proyectos mineros. Están opuestos al desarrollo industrial y económico de una región.
Nuestro trabajo se enfoca en las comunidades anfitrionas y aledañas, sobre todo, tratando de capacitar a la gente de esos lugares para que puedan trabajar en ese lugar y darle herramientas por ejemplo a las mujeres, que puedan tener un sueldo, valerse por si mismas y en muchos casos abandonar situaciones de maltrato y violencia.
Desde hace años trabajamos muy fuertemente apoyados en la base de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Sabemos que hay un delicado equilibrio entre la parte ambiental, social y económica. Por muchas décadas se ha venido poniendo el foco en el ambiental. prohibiendo desde el miedo y la desinformación para bloquear zonas y que no tengan desarrollo económico, que no tengan crecimiento social. Todo esto y sumada la pandemia ha sido un retroceso en estos ODS, que se estaban empezando a cumplir algunas metas.
Lo que hace la minería es tratar de poner en el centro a las personas, a las comunidades y a su desarrollo integral. Por eso es que cuidamos el ambiente, lo que incluye el desarrollo socioeconómico y cultural.
-¿Crees que Mendoza puede llegar a reactivar la actividad?
-En Mendoza hay muchísima minería, toda la panelería en seco y el trabajo en yeso es minería. Son productos que están en todas las casas. Para nosotros es madre de industrias y factor de desarrollo. Aporta todos los elementos que hacen el soporte de la vida diaria: desde el oro de contactores eléctricos, celulares, computadora, equipos médicos.
Aquí hay una cuestión de que se escuchan mas a las minorías bulliciosas que a la mayoría silenciosa. A veces hay trasfondos políticos y económicos que la mayoría de la gente no ve. Hay mucho miedo y desconfianza por el desconocimiento.
Hay muchos mitos que están tomados desde otros sectores y son fortalecidos porque a ellos la minería les representa tener que levantar su nivel de pagos, poner a la gente en blanco, no tener trabajadores golondrinas, tener que tener elementos de protección personal, y les implica tener costos extra que no están dispuestos a pagar. Creo que hay un lobby de ese sector.
En San Juan, por ejemplo, con Veladero se fue revirtiendo el rechazo a partir de un trabajo hormiga y una fuerte decisión política por parte de la provincia de avanzar. Fue un proceso largo, con mucho trabajo social.
-¿La crisis social y económica emergida de la pandemia, puede ser el escenario para un debate sobre la minería en Mendoza?
-Con la cantidad de pobres que hay en Mendoza, podría implicar la creación de puestos de trabajo, generar nuevas pymes, mejores sueldos, alquileres, compra de combustibles. La rueda económica que se genera es impresionante.
La minería metalífera se toma muy enserio el desarrollo. Se va dando un proceso de sustitución de insumos a lo largo de la vida útil de la mina que lleva a que empresas locales pueden empezar a desarrollarlos. Además, se capacita al personal local para que vayan ocupando cargos de mayor especificidad.
La minería tiene una oportunidad postpandemia de ser uno de los pilares de las economías regionales. Y creo que seria una de nuestras grandes oportunidades. Pueden venir inversiones muy grandes. Creo que este debate puede darse pero es necesario informar a la gente, es una tarea pendiente del Gobierno. Es un camino largo porque es muy difícil hacerle ver a la gente esto, no nos quieren escuchar.
La responsabilidad de los gobiernos también es la de hacer volver el dinero que la minería deja a las comunidades. Porque más allá de las acciones de Responsabilidad Social Empresaria que se hacen, la s empresas dejan muchos fondos que a veces no están reflejados en las localidades y se diluyen en otros sectores.
-¿Y desde el sector privado crees que deben hacer algo al respecto?
Es una asignatura pendiente de las empresas mineras: salir a comunicar. Hay que dar el debate con todas las partes: Mendoza necesita madurar, parece un nene caprichoso que no quiere escuchar ni aportar otras soluciones económicas.
-En varias oportunidades te definiste como «ambientalista» ¿Es compatible con ser prominera?
-Soy ambientalista, prominera, prodesarrollo y crecimiento de las comunidades. Estoy convencida de que tenemos que dejar un ambiente sano para los próximas generaciones pero también tenemos que dar oportunidad de crecimiento y desarrollo a la gente que está ahora. La minería es la única actividad industrial que tiene su propia ley de protección ambiental.
Por ejemplo, hay una cuestión postpandemia que impulsa la transición energética hacia otros sistemas. ¿Cómo lo vamos a lograr sin minería? Si esta industria es la única que puede brindar el litio, aluminio, cobre, hierro que se necesitan. Hay una nueva forma de hacer minería y Mendoza tiene que aprovecharlo.
-Sos un referente en la industria nacional e internacional
-Tengo el honor de estar en la Asociacion Internacional para la Promoción de la Geoética, estoy en el grupo de la Minería Responsable y veo cómo mas que otras actividades, la minera se preocupa por este balance del desarrollo sostenible y la inclusión de las comunidades locales y la oportunidad que brinda para el desarrollo local.
Estoy en el consejo asesor del Woman Minning Argentina, la agrupación que nuclea a las mujeres de la Argentina, en la Cámara minera de Mendoza en el ámbito educativo como Coordinadora de la Tecnicatura Superior en Minería del INSUTEC (Instituto de Educación Superior Técnica) y en el campo. Para mi fue muy difícil estudiar y la minería me dio la gran oportunidad de ir pasando por diferentes sectores, me brindaron mucho en capacitación.