Mes de la Mujer: ¿Por qué ellas no hacen minería?

Un análisis histórico y actual sobre la participación femenina en la actividad. El desafío será llevar a las mujeres de la Puna salteña las oportunidades de formación.

De cada 100 mineros 10 son mujeres, y de esas 10 solo 2 ocupan puestos jerárquicos. Gentileza Secretaría de Minería

Por Fernanda Fraga (vicepresidente Cámara de la Minería de Salta)- Gonzalo Castañeda Nordmann (abogado minero)

Las preguntas que debemos hacernos hoy son: ¿las mujeres quieren hacer minería?, ¿por vocación o por necesidad?; y ¿a qué carreras se inclinan más ellas, y por qué?, ello marcará sin dudas el futuro de su inserción laboral y con ello su independencia económica en una era donde casi no hay mujer que no precise trabajar. Lo cierto es que la minería necesita de ellas. Veamos.

La realidad de ellas no fue siempre igual a la de ellos, a lo ancho del mundo y a lo largo de la historia; y en la actividad minera fue más notable esa diferencia.

El ingreso al mundo de la academia y la investigación, y la inserción laboral de mujeres en trabajos que antaño se distinguían solo para hombres, se fue dando lentamente y con muchos obstáculos. Recién en 1885 se registró la primera egresada universitaria en Argentina (Élida Passo, para ser farmacéutica), en 1889 la primera mujer en obtener un doctorado en Medicina fue Cecilia Grierson; y cómo no mencionar a Edelmira Mórtola (1894-1973), precursora de la mineralogía argentina, primera mujer geóloga en la Universidad de Buenos Aires.

La importancia de las primeras mujeres universitarias fue que rompieron un paradigma de sectores académicos donde encontraban exclusión real.

Hoy en día debemos considerarnos entre hombres y mujeres iguales en dignidad y derechos, lo dice el respeto y lo dice la Constitución. Pero también sabemos que hay realidades culturales que hacen que ciertos roles y actividades tengan más hombres que mujeres, y viceversa.

Realidad histórica

Desde la América Colonial a esta parte se ha denotado la escasa presencia de las mujeres en la minería, y es una tesis que debe ser atendida en las discusiones de la historiografía sobre minería.

Desde las minas de Potosí donde, da cuenta un estudio de Paulina Numhauser, las mujeres indígenas llamadas “coqueras” abastecían a los mineros en el suministro de la hoja de coca. Y muchos otros casos por citar, a modo de ejemplo, hacían de cuidadoras de niños, trabajadoras domésticas, tenderas o las encargadas de elaborar y suministrar las comidas a los mineros. Así como el pallaqueo o pepenado que era buscar mineral en la superficie, que el escritor salteño Manuel Castilla inmortalizara con la simpleza de sus versos en “La Palliri”, refiriéndose a aquella obrera y madre del altiplano que no entra a la mina porque no sea cosa que la Pacha Mama se ponga celosa, y quedándose fuera del pozo elige con los ojos unos trozos de roca que despedaza a golpes de martillo en la tierra.

Salta sostiene históricos sucesos de explotación de algunas minas dirigidas por mujeres y que, puesto en palabras de Ricardo Alonso, “por razones históricas a doña Ascensión Isasmendi de Dávalos (abuela del ilustre escritor Juan Carlos Dávalos) le corresponde el título de la primera mujer empresaria minera de Salta” por las borateras en el Salar de Hombre Muerto (1889 en adelante), minas “La Calchaquina” y “La Providencia” de 900 hectáreas cada una, en zona de diferendo limítrofe con Catamarca.

Bajo sendos estudios históricos se da cuenta que, durante mucho tiempo, la minería fue una industria masculina y, en general, como un “mundo de varones”. Pero ello no debe ser leído como una crítica moral, sino como sucesos culturales arraigados, que en el devenir de las sociedades se van modificando.

La minería de hoy

La tecnificación y profesionalización permitió sin dudas mayor oferta laboral de la mujer en la actividad, y ello es eje en esta materia. Pero no solo ellas, sino que la industria avanza generando oportunidades para otras mujeres, aquellas que quizás por haber tenido menor acceso a la academia o por los lugares geográficos en que nacieron, hoy ven en la actividad minera la ocasión de crecer laboral o empresarialmente.   

Hablamos de muchas mujeres de nuestra tierra que ya no ven partir al esposo o al padre a la mina, sino que son protagonistas de su propia historia.

Las compañías reconocieron su valor, les ofrecieron capacitación y las vieron crecer. Hoy son ellas quienes escriben una página nueva para su familia y su pueblo, con la estima que representa haberse ganado ese lugar que poco tiempo atrás surgía utópico.

Orgullosas mineras, cuyas manos albergan el sueño de un futuro promisorio, que construyen día a día dando valor a los recursos de su tierra.

¿Cómo no admirarlas al verlas despojarse de los miedos y los prejuicios, creciendo a pesar de todo?

Valientes, poderosas, saben que en su quehacer crean nuevos modelos para las futuras generaciones de niñas que ya no temerán ser mineras en su tierra.

¿Por qué hay menos mujeres?.

El Consejo Profesional de Agrimensores, Ingenieros y Afines (Copaipa) alberga alrededor de 138 profesiones distintas, con un total de 3920 profesionales inscriptos, de los cuales solo 902 son mujeres (y 3018 hombres).

Es decir, solo el 23 por ciento de profesionales son mujeres, representadas en su mayoría por Técnicas Superiores en Higiene y Seguridad (quienes suman 234 profesionales), Ingenieras en Recursos Naturales (114), ingenieras civiles (93) y químicas (54), y licenciadas en Higiene y Seguridad (35).

Ello frente al segmento masculino de Técnicos Superiores en Higiene y Seguridad (quienes llegan a 459), Ingenieros en Recursos Naturales (104), Ingenieros civiles (513) y químicos (65), licenciados en Higiene y Seguridad (32).

En la Tecnicatura Superior en Minería de Campo Quijano, el porcentaje de mujeres es del 47 por ciento. Durante los primeros años de la carrera, que comenzó hace 9 años, oscilaba en el 30 por ciento.

Según la RAD (Red de Académicos por una Minería Sustentable), con fuentes oficiales, solo un 9,8% de los trabajadores mineros son mujeres, y de ellas, solo un 18% ocupa algún puesto jerárquico. Para ponerlo en contexto internacional: en Canadá trabajan un 19% de mujeres, en Australia, 13%; en Chile, 7.9%.

¿Y ahora qué hacemos?

El primer paso sin dudas será relevar indicadores de las mismas empresas mineras y contratistas. El Estado precisa conocer de primera mano la situación con la colaboración del sector, y con esa información saber si ello constituye un problema, cuáles son sus causas y probables soluciones.

Con la información actual se da cuenta que de cada 100 mineros 10 son mujeres, y de esas 10 solo 2 ocupan puestos jerárquicos. Hay que generar, además, espacios de oportunidad para que más mujeres sean emprendedoras y empresarias en el sector; y empezar a cambiar roles, romper paradigmas.

Sí está claro que el ámbito académico y universitario debe promover e influenciar para que más mujeres estudien carreras técnicas, científicas y tecnológicas, que contribuyan a aumentar la oferta de profesionales mujeres en los sectores productivos. El desafío, sin embargo, será llevar a las mujeres de la Puna esas oportunidades de formación.

Se debe incorporar en la cultura de la actividad la imagen de la “mujer minera”, para que más y más mujeres estudien y trabajen en minería.

Hay que romper un chip cultural, derribar el mito de que las mujeres son mejores para tareas de servicios básicos en mina (cocina, limpieza, etcétera) y que los hombres para trabajos pesados.

Porque ahí están ellas, mujeres reales cerrando brechas y demostrando que la capacidad se adquiere, pero la iniciativa se contagia.

Escucharlas hablar de la “familia minera” entusiasma porque demuestra que allá arriba no están solas, que nuestra tierra las espera y la industria está ávida de incorporarlas.

El futuro minero necesita de ellas.

El Tribuno Salta

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