(Editorial) San Juan. La conmoción causada por el segundo incidente ambiental en la mina Veladero, más preocupante por la imagen de la minería como trofeo de los ecologistas que por los daños del incidente, era de esperar por la reacción de quienes nos ven desde afuera. Fue lamentable para los sanjuaninos que la empresa no hubiese tomado los recaudos para prevenir nuevas anomalías, pero valorando la incidencia de la minería en la economía provincial esto se observó con cautela.
Sin embargo ha sorprendido la violenta reacción de los activistas de Jáchal, generando un clima irracional con el apoyo de grupos de choque foráneos, carentes de principios no solo para peticionar sino para convivir. Más llama la atención que esto ocurra en un pueblo con rica tradición cultural, predispuesto al diálogo y generoso anfitrión, una nobleza manchada ahora por la intolerancia de unos pocos.
La cobarde agresión al gobernador Sergio Uñac cuando fue a Jáchal a poner la cara ante los vecinos y con igual inquietud ante los hechos, ha causado estupor porque los revoltosos antepusieron el salvajismo para no escuchar al mandatario sobre las medidas que dispuso y receptar inquietudes para consensuar criterios ante los pasos a seguir. Es más, Uñac llevaba tranquilidad a los jachalleros a partir de la paralización de Veladero con mantenimiento de los puestos de trabajo durante el tiempo de suspensión.
A la cobardía de quienes atacaron desde el anonimato al mandatario se sumaron las declaraciones de jachalleros a medios porteños, afirmando que la contaminación del río es mayor porque ‘las aguas también contienen arsénico y boro». Dos elementos naturales que siempre existieron.
Diario de Cuyo