El poder de la sal

Los salares atesoran mucho más que escenarios deslumbrantes para el turismo.Entre Argentina, Bolivia y Chile se acumula más del 80% del litio del planeta, una alternativa a los hidrocarburos que despierta la fiebre de empresas transnacionales por la conquista de la «Arabia Saudita» blanca

Otra vez, la riqueza de Sudamérica parece también su maldición. «Donde está el sol, luz vertical, arde la tierra preñada de sal», canta Horacio Banegas en su chacarera Guitarra de sal. Lo suyo no es una pregunta, sino una afirmación. Él sabe que desde tiempos remotos la sal fue vital para la vida, no solo de su Santiago del Estero (Argentina), sino de muchos pueblos desperdigados a orillas de suelos salitrosos. Además de ser un producto esencial para conservar alimentos, y un antiséptico natural, la sal tuvo usos diversos según las épocas y hasta fue parte del pago de los legionarios romanos, dando vida al término «salario». En Sudamérica algunas comunidades hicieron de esos suelos su lugar, utilizando el mineral durante siglos, celebrando sus fiestas y enterrando allí a sus muertos. Pero hace pocos años la historia y los paisajes salinos entraron en alerta a causa del litio, uno de sus componentes destacados. La capacidad para almacenar energía lo ha vuelto sustancial en el negocio de los dispositivos inalámbricos (computadoras, cámaras digitales, teléfonos móviles) y ahora el sector automotor encontró cómo utilizarlo. Desde entonces, la industria nombra al «oro blanco» como uno de los reemplazos naturales de los hidrocarburos, y posa sus ojos en el triángulo formado por el sur de Bolivia y el norte de Argentina y Chile, la «Arabia Saudita salina», donde se alberga más del 80% del litio del planeta.

Con ojos propios y ajenos

Pese a ser muchas veces invasivo y hasta dañino, el turismo promovió en pueblos ligados a las salinas un intercambio provechoso. Generó empleo al multiplicar las visitas guiadas, las propuestas de hospedaje y gastronomía a toda hora, desde lo básico a lo lujoso. Asimismo, concientizó a muchos de la fragilidad de estos suelos, de la importancia de su cuidado y el respeto por los pueblos que lo habitaron desde siempre. La llegada de más gente trajo aparejado además un aspecto simbólico determinante: la visibilidad. Poco a poco, las problemáticas de los pueblos cercanos (desde la falta de agua a los conflictos asociados al uso y abuso de la tierra) lograron entrar en la agenda de los medios masivos, se replicó por redes sociales y puede considerarse un tema a resolver por varios gobiernos.

Rey absoluto en la materia, el salar boliviano de Uyuni es el mar blanco más grande y visitado del planeta, con 10.582 km² de superficie (superior a Puerto Rico y similar a Jamaica). Allí, la fantasía se hace realidad: travesías en 4×4 hasta cavernas y géiseres humeantes, visita a islas de piedra en medio de planicies cristalinas y noches de luna llena en hoteles fabricados con sal. Pero si el turismo ha sido una invasión para los pueblos linderos como el propio Uyuni o Colchani, estos han sabido sacarle provecho. Han prestigiado el uso artesanal del mineral con la Cooperativa Colchani, han promovido la compañía de guías locales para las visitas diarias y hay cierto reconocimiento a sus habitantes en los reclamos nacionales. Algo similar ocurre en el desierto chileno de Atacama, otra marca registrada. Famoso por su belleza, las excursiones hasta San Pedro de Atacama son sinónimo de aventura, y los lagos del altiplano, el Valle de la Luna y el salar de Tara, una planicie blanca con un espejo de agua verde en el centro, flanqueada por torres rojas de piedra natural, una postal imperdible. Aquí las propuestas también involucran a su gente, que trabaja de manera artesanal moldeando figuras de animales, dioses y juguetes con bloques de salitre.

El territorio argentino es el otro gran protagonista, con una veintena de manchas blancas que pueden ser visitadas de punta a punta. En la Quebrada de Humahuaca, las Salinas Grandes de Salta y de Jujuy se han vuelto un clásico, y hay cenas de lujo y hasta casamientos sobre el suelo salitroso de las salinas de San José, que comparten Córdoba, Santiago del Estero, La Rioja y Catamarca. Paseos en la reflexiva soledad de las salinas sanjuaninas de Mascasín o sobre la circunferencia perfecta del Bebedero, en San Luis, donde la empresa Dos Anclas produce sal comestible. En Tucumán también hay dos formas de conocerlas. La primera se da cerca de San Miguel, su capital, donde la planta de la firma Celusal la procesa desde los ríos subterráneos; o en pleno Valle Calchaquí, donde un manchón blanco sigue siendo alimento y punto de reunión de la comunidad. «La sal aquí se utiliza para cocinar, gracias a recetas de las abuelas que saben disolverla, porque es muy fuerte. Medicinalmente sirve para el reuma y los dolores de huesos en personas y animales. Pero, sobre todo, se la sigue considerando como elemento de trueque con vecinos de las cumbres que bajan lanas y carnes, y a cambio nosotros les proveemos sal y vino patero», explica Sebastián Pastrana, guía y poblador originario de Amaicha del Valle.

La fiebre

Para algunos expertos en energía, dentro de 50 años las reservas de petróleo estarán en sus últimas. Por su capacidad de almacenamiento, fuentes alternativas como el litio cobran entonces un papel determinante para la economía de la segunda mitad del siglo XXI. Así, la fiebre por la sal crece cada día, y varias compañías mineras y automotrices transnacionales comenzaron a desembarcar frente a gobiernos provinciales que avanzan en concesiones de explotación, ante la mirada de algunos pueblos pasivos y otros como el kolla de Jujuy, que presentó una medida cautelar ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina pidiendo que se respeten sus derechos vigentes.

«La minería del litio forma parte del modelo de extracción de recursos naturales, aunque –a diferencia de la metalífera de gran escala– no comparte la voladura de montañas ni el uso masivo de explosivos y cianuro. Pero sí el uso desmedido de agua en una región de extrema sequía», asegura Darío Aranda, periodista argentino especializado en pueblos originarios. Además de la belleza paisajística y la riqueza mineral, muchos de estos sitios son sagrados para las comunidades y temen (no sin razón) estar librando una batalla desigual. La voracidad de empresas multinacionales crece con las horas, en especial desde que las automotrices amenazaran con revolucionarlo todo: a los grandes fabricantes como Renault-Nissan y Tesla, se suman pesos pesados como Apple, Google o Faraday Future, con deseos de controlar la producción del litio para sus autos eléctricos. «Para producir 500.000 vehículos al año, necesitamos absorber toda la producción de litio del mundo», dijo sin tapujos el empresario Elon Musk, referente de Tesla.

Para el analista internacional Atilio Borón no hay cabos sueltos y el denominado Plan Belgrano que impulsa el gobierno argentino de Mauricio Macri, revela los intereses de las potencias en la región. «Ese plan forma parte de una iniciativa de Estados Unidos para apropiarse de una manera definitiva de los recursos naturales de Sudamérica y, especialmente, de esta parte del continente. El noroeste es una región muy rica en litio, que para los norteamericanos es considerado uno de los recursos estratégicos del siglo XXI. Si se materializa, habrá una fuerte presencia militar y de agencias estadounidenses en la región y, probablemente, se avance en la instalación de una base militar en la Triple Frontera», dice el analista, donde converge (oh casualidad) el Acuífero Guaraní, una de las mayores reservas de agua dulce del planeta.

Anunciado como un programa de desarrollo social, productivo y de infraestructura para Salta, Jujuy, Tucumán, La Rioja, Catamarca, Misiones, Corrientes, Chaco, Formosa y Santiago del Estero, el Plan Belgrano es discutido por otros especialistas en geopolítica que pretenden saber a cambio de qué llegarán las «ambiciosas inversiones» anunciadas. Son pocos los que creen que los acuerdos entre Macri y Barack Obama se limitan a «combatir el terrorismo», y que el trabajo conjunto con agencias norteamericanas como la DEA daría a Estados Unidos demasiada injerencia sobre el noroeste argentino y la frontera con Bolivia.

Justamente el país de Evo Morales concentra la mitad de las reservas mundiales de litio y allí las empresas extranjeras han visto frustrados todos sus intentos de instalar el modelo extractivista. Morales puso en marcha un plan de industrialización soberana de los recursos evaporíticos que contempla la producción de carbonato de litio y cloruro de potasio, y la producción de baterías de ion-litio. Hasta 2019, el Estado boliviano prevé invertir más de 900 millones de dólares para explotar 400 km2 del salar de Uyuni. «Con esa explotación e industrialización del litio tenemos para mantenernos cien años», sostuvo el presidente aimara, que no dejó pasar la oportunidad de aclarar «el chantaje» de los países centrales a los que solo les interesa comprar materia prima «pero no desean transferir conocimientos y la tecnología para su industrialización».

En las fauces

«El 70% del mercado mundial del litio es manejado por tres compañías, dos de ellas estadounidenses», señala Fernando López en la edición del 7 de junio del diario Contexto (diariocontexto.com.ar) y detalla que de ese 70%, 33% corresponde a Albemarle Corporation, 12% a FMC Corporation y el 25% restante a Sociedad Química y Minera de Chile (SQM), empresa pública privatizada desde la dictadura de Augusto Pinochet. Según publica el portal chileno El Dínamo (eldinamo.cl), SQM fue criticada por varios científicos por la «desmedida extracción de agua» que estaría poniendo en riesgo el salar de Atacama y sus flamencos.

Estas denuncias se suman a las irregularidades que rodean a la firma por un supuesto financiamiento de campañas políticas. En el mismo portal Alonso Barros, abogado egresado de la Universidad de Cambridge e investigador sénior de la Fundación Desierto de Atacama, explicó que la firma «está extrayendo 7.500 litros por segundo, cuando la recarga del salar de Atacama es de 3.000», cifra que la empresa desmintió por completo.

En Argentina, grandes compañías se desvelan por sus cuencas salinas y las principales explotaciones de litio —exportadas a Estados Unidos y China— están bajo el control de FMC, transnacional establecida durante el menemismo y que funciona a través de su filial local, Minera del Altiplano SA. «En febrero de este año, FMC fue una de las empresas beneficiadas por la eliminación de las retenciones mineras, pero el Plan Belgrano le abre posibilidades ilimitadas, ya que ahora también están en juego otros salares importantes en Jujuy, donde operan Orocobre Limited, Toyota Tsusho, Lithium Americas y SQM; y en Salta, donde hay proyectos en marcha con Eramine y Lithium X Energy Corp», amplía Fernando López.

El gobernador jujeño, Gerardo Morales, dijo abiertamente que en los próximos años se liberarán más zonas de extracción de litio en Jujuy. «Nosotros no comemos batería. Si se llevan el agua, se va la vida», dice el cartel de una indígena de las 33 comunidades que se organizaron en la Mesa de Pueblos Originarios de la Cuenca de Guayatayoc y Salinas Grandes; y que se viralizó en las redes. Juntos, iniciaron campañas informativas, marchas a las capitales, cortes de rutas y acciones legales para que se respeten los derechos vigentes. «La producción artesanal de sal está repleta de ritualidades, de secretos que reproducen una cultura con modos que definen una identidad cultural preexistente al Estado», explica Aranda. La relocalización de casas y corrales aleja a muchos pueblos del lugar determinado para ofrendar a su Pachamama cada año. Y lo dicen claro: «Es como mudar la catedral porteña o la basílica de Luján porque encontraron petróleo debajo».

¿Se puede dar la espalda al futuro tecnológico? ¿Cuidar el medioambiente de hidrocarburos requiere sacrificar culturas y poner en riesgo otros recursos como el agua? Primero fue el oro y la plata, luego los bosques y el caucho. Ahora, los desiertos blancos del continente parecen desfilar inexorablemente hacia las fauces del mercado. O en el mejor de los casos, hacia la minería «progresista» del Estado.

Cómo se crea un salar

Es el resultado de un largo proceso de acumulación de sales (cloruros, sulfatos, nitratos, boratos) que no drenaron en su momento hacia el océano o ríos. Así, sus sedimentos precipitan por altas evaporaciones que suelen ser más frecuentes que las aguas que puedan recibir (de lluvias, inundaciones, deshielos). La salmuera en general se compone de litio, boro, potasio, magnesio, carbonatos y sulfatos de sodio, y otros componentes como la ulexita, o «piedra televisión», que es transparente y tiene el poder de refractar a la superficie la imagen de abajo.

 

El Observador

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