Las turberas son el tesoro desconocido de la Patagonia chilena

 

 

Estos humedales, conformados por materia vegetal semidescompuesta, son característicos de la zona costera de Chiloé al sur. Todavía no hay cifras sobre su real dimensión.

«Las turberas son el tipo de humedal de mayor valor. Ningún otro ecosistema tiene la capacidad de servir como reserva de agua y al mismo tiempo capturar carbono y metano en un mismo espacio». Así lo asegura a «El Mercurio» Bárbara Saavedra, ecóloga y directora para Chile de la Wildlife Conservation Society (WCS). Chile, junto a Argentina, son los países donde están más representados estos humedales en el hemisferio sur. Se estima que abarcan una superficie de varios millones de hectáreas entre la región de Los Lagos y Magallanes.

Están cubiertos especialmente por musgos del género Sphagnum, que crecen año tras año uno sobre otro, acumulándose en densas capas. Esto en algunos casos ha ocurrido por miles de años, lo que hace que en el subsuelo se acumule gran cantidad de material vegetal semidescompuesto. Pero debido a la combinación de saturación permanente de agua, bajos niveles de oxígeno y altos niveles de acidez, la acción de los organismos descomponedores es muy alta y, por ende, el carbono y el metano quedan retenidos.

Algunas tienen una antigüedad de hasta 11 mil años. «Son los más grandes reservorios de carbono en un ecosistema terrestre. Cubren relativamente poca superficie, pero si se liberara su contenido, se duplicaría la cantidad de carbono en el planeta, y las consecuencias serían desastrosas», asegura Alejandra Figueroa, jefa de Recursos Naturales y Biodiversidad del Ministerio de Medio Ambiente.

«Aunque una superficie importante está dentro del sistema de áreas protegidas del Estado, otra superficie no menor fuera de ellas hoy es amenazada por la extracción de musgo y de la misma turba», reconoce.

Por ello, destaca que el Ministerio de Medio Ambiente trabaja en su identificación y puesta en valor, ya que todavía no han sido considerados en los inventarios nacionales sobre reservorios de carbono.

El reglamento del sistema de evaluación de impacto ambiental -explica Figueroa- incluye la exigencia de analizar cualquier intervención sobre una turbera. Sin embargo, la intervención de los musgos del género Sphagnum , los más abundantes, no está considerada.

En la Región de Magallanes existen más de 2 millones de hectáreas de turberas. Unas 90 mil de ellas, según Bárbara Saavedra, se concentran en el sector suroccidental de Tierra del Fuego, donde está el parque Karukinka, que administra WCS. Todavía falta una estimación nacional, reconoce la ecóloga.

En su opinión, el mayor problema es que se trata de un ecosistema muy poco estudiado. «No se sabe prácticamente nada de su ecología, su composición florística o el intercambio de gases que se produce en su interior».

La mayor amenaza -advierte- es la explotación de la turba como si fuera un recurso minero. «La extraen del subsuelo y la emplean con distintos fines, desde usos hortícolas hasta para producir energía mediante su quema».

Afortunadamente lograron que al menos en Tierra del Fuego el Ministerio de Minería declarara su protección.

Además de su rol en la captura de gases de efecto invernadero, también son hogar de guanacos, anfibios y diversas especies de aves.

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