La Argentina puede ser en poco tiempo la primera productora mundial del mineral. Es esencial para baterías de autos, computadoras y celulares.
En el contexto de una minería con modesta performance productiva y pobre imagen, el litio despunta como la gran promesa no metalífera y, de concretarse todos los proyectos en danza, Argentina aumentará diez veces su capacidad de producción actual en el 2024 y se habrá consagrado definitivamente como la primera productora mundial. Una de las claves de esa prometida prosperidad es la fuerte rentabilidad de los emprendimientos, que requieren una décima parte de la inversión y un recupero más rápido que otros, como el oro y la plata.
Aquella proyección corresponde la Cámara de Empresarios Mineros (CAEM), que hoy no derrocha optimismo. El sector fue favorecido por la controvertida decisión en los albores de la gestión macrista de quitarle las retenciones, luego parcialmente restituidas para paliar las estrecheces fiscales.
La industria hoy lamenta la falta de reglas firmes que siguen dejando en suspenso emprendimientos concebidos hace tiempo y que podrían catapultar de los US$4.000 actuales a US$10.000 millones las exportaciones anuales del sector.
“Argentina no tiene un plan de desarrollo minero y no es un país elegible para invertir” por los inversores foráneos, sentencia Roberto Cacciola, de Minera Santa Cruz. “La institucionalidad es clave para el largo plazo”, advierte ante el Económico, Gustavo Bosch, director ejecutivo de aquella entidad.
Sin embargo, la exploración en distintos metales viene creciendo en los dos últimos años, despacio pero sostenidamente. Quizás porque en este segmento los costos son bajos, mientras que los de explotación resultan relativamente altos. Con el fin de contenerlos, las empresas trabajaron en un “acuerdo de competitividad” que intenta reformular el régimen salarial, extendiendo la jornada y reduciendo el tiempo de descanso. Pero no encontraron aún condiciones políticas para formalizarlo.
Un dato que la entidad brinda públicamente ilustra el cuadro: Chile exporta productos mineros por 40 mil millones de dólares al año, diez veces más que Argentina.Una brecha que no se explica por razones geológicas sino político estratégicas.
En este horizonte hay una estrella rutilante que pertenece al 20% de la actividad minera local, la no metalífera. Argentina integra junto al país trasandino y Bolivia el triángulo del litio por la riqueza de sus salares y hoy tiene la tercera reserva probada del mundo. De broche, el litio local tiene menos impurezas que el chileno y está abierto a la actividad privada, lo que de algún modo facilitó a exploración: desde 2015 el presupuesto exploratorio se incrementó un 928%.
A diferencia de los metales, no es un commoditie. No hay un precio mundial fijo, ya que éste surge de transacciones particulares sujetas a grandes oscilaciones. El año pasado a China se le ocurrió stockearse y luego suspendió operaciones: el producto derrapó un 40% desde un cenit de poco más de US$12 mil la tonelada.
Esa incertidumbre, sin embargo, no hace mella en lo que parece un buen negocio. El precio de exportación promedio del último año rozó los US$9.000 la tonelada de carbonato de litio y –según estiman oficiosamente empresarios del sector—los costos totales difícilmente superen losUS$6.500.
Mientras un gran proyecto metalífero requiere una inversión de alrededor de US$3.000 millones para desarrollarse, uno de litio puede resolverse con US$400 millones. No es una actividad extractiva estrictamente sino un proceso industrial motorizado por una demanda que promete crecer geométricamente en el mundo, básicamente de la mano de los autos eléctricos.
Según estimaciones que maneja aquella entidad patronal, la venta de coches con esta combustión crece a razón de un 12,6% anual y cada auto requiere como mínimo 1,6 kilos de litio, contra los 18 gramos que demanda una tablet. La nueva movilidad es la gran apuesta para producir un material que abunda en las provincias norteñas.
Hoy hay sólo dos proyectos consolidados y en producción. El Salar de Hombre Muerto en Catamarca, explotado por Minera del Altiplano (FMC Lithium Corporation) y el jujeño Salar de Olaroz, operado por la sociedad de Toyo Sucho y Orocobre. Caucharí comenzará a producir en los próximos meses y hay 9 de los 23 proyectos exploratorios en situación avanzada, que configuran chances concretas. Entre ellos el catamarqueño Tres Q, de Liex S.A, subsidiaria de la canadiense Neolithium. Ya alistó la planta piloto y ahora necesita desembolsar 395 millones dólares para desarrollarlo. “El problema es el financiamiento y la resolución del calendario electoral”, acota su vocero, el geólogo Roberto Lencina.
También en este rubro presuntamente llamado al éxito se perfila el cuello de botella de casi todos los emprendimientos en esta coyuntura: el costo del dinero para el país. Argentina vende el 41% del carbonato de litio a China y el 24% de sus exportaciones actuales van a EEUU, dos consumidores que prometen seguir activos. Los 3 dólares por toneladas de retenciones no perturban demasiado sobre valores de venta oscilantes en un mercado opaco, pero satisfactorios en relación a los costos.
Por el destacado lugar del país en las reservas internacionales (tercero) y perspectivas de producción podría caerse en la tentación de considerarlo una réplica de Vaca Muerta en el renglón minero. Pero sería alimentar un falso mito, ya que se trata de un mercado internacional chico: US$3.600 millones vs. los US$122.000 del cobre, por ejemplo.
También siguen vivas apuestas en otros renglones. Barrick, socia de Shandong Gol en Minera Andina, asegura que está ampliando las fronteras exploratorias de Veladero y tiene en carpeta desembolsar casi 200 millones de dólares este año para afianzarse. Es algo después del derrame contaminante en el proceso de producción de oro que le valió un golpe duro a su reputación y arrasó con la cúpula local.
Marcelo Alvarez, responsable de la empresa en Argentina y Chile, está terminando su mandato de cuatro años frente a la CAEM. La acción patronal en este lapso logró dejar en vía muerta un acuerdo federal que aumentaba la presión fiscal sobre el sector y discutió en la Justicia la Ley de Glaciares que limita la práctica minera.
A través de su voz, la entidad reconoció públicamente que el sector está en un momento de reconciliación con la sociedad, que lo acusa de expoliar el suelo y degradar el ambiente para acumular sustanciosas ganancias. Alvarez está acostumbrado a los interlocutores difíciles. En su currículum tiene haber trabajado para el gobierno colombiano en la construcción de un acuerdo de paz con las FARC.
Clarín