¿Qué modelo productivo queremos?

El acuerdo comercial del Mercosur con la Unión Europea pone sobre la mesa una antigua, sumamente relevante y nunca resuelta discusión en la Argentina: ¿queremos una economía abierta al mundo o preferimos vivir con lo nuestro?

Se trata de dos modelos opuestos que implican configurar de manera muy distinta la economía y la producción nacional. Cada uno de estos modelos tiene sus propias características y ventajas, pero también desafíos y consecuencias. Las economías cerradas permiten preservar el statu quo: las barreras comerciales protegen industrias que no son competitivas y conservan, al menos temporalmente, algunos empleos. El Estado redistribuye recursos de un sector productivo a otro de manera discrecional, generando en el mediano plazo desincentivos económicos a la inversión genuina. El costo del acceso a los bienes y servicios para las familias se encarece. Efectivamente, se mantienen las cosas como están, generando ciertas certezas en el corto plazo; pero estancando la economía y empobreciendo a la población en el mediano y largo plazo.

La evidencia muestra con claridad que los países que más han crecido y que han podido desarrollarse en forma sostenida son aquellos que han decidido abrir sus economías. Pero por supuesto, no es un camino sencillo: implica aceptar la competencia, supone por lo tanto buscar alternativas para innovar, ser cada vez más eficientes y ganar en productividad en las cadenas de valor que permiten exportar nuestros productos. Tomar este camino significa no producir todo, sino concentrarnos en aquellos sectores en los cuales tenemos ventajas competitivas y podemos ser más eficientes que otros países. Para que esto sea posible, es imprescindible que las condiciones de producción estén acordes con los mercados con los cuales competimos. Es imposible tener costos razonables que permitan competir internacionalmente manteniendo la presión fiscal que hoy caracteriza a la Argentina. Y todos sabemos que el único camino sostenible para bajar los impuestos es reducir el gasto público.

Es imprescindible, por lo tanto, trocar el asistencialismo del Estado por trabajo genuino para todos los sectores sociales. No es el asistencialismo el que genera inclusión. La inclusión se genera con trabajo. Para ello son necesarios dos factores claves: promover el desarrollo de los espacios donde tenemos grandes ventajas competitivas y priorizar la educación como la política de Estado más relevante, que necesariamente debe tener continuidad más allá de los distintos gobiernos de turno.

¿Cuáles son los sectores donde la Argentina tiene alto potencial para competir globalmente? En primera instancia podemos identificar a los siguientes sin temor a equivocarnos: la agroindustria, la pesca y la elaboración de alimentos; la energía (no solo por Vaca Muerta, también por las amplias posibilidades que la Argentina tiene en la generación de energía renovable de distinto tipo: hidroeléctrica, eólica y solar); la minería (tenemos los mismos recursos que Chile en la Cordillera de los Andes, más toda la precordillera); el turismo (que es un gran generador de empleos para todos los sectores sociales), y la economía del conocimiento (software, industrias creativas y exportación de servicios). Se trata de cinco áreas claves en las que tenemos ventajas naturales, sociales y culturales para generar riqueza y empleos para que la Argentina inicie un proceso de crecimiento sostenido y sostenible.

Por supuesto, para que esos empleos se puedan crear y las ventajas competitivas se puedan explotar adecuadamente es necesario que la educación sea la prioridad principal entre todas las políticas de estado. La apertura económica solo es viable cuando el acceso a la educación es universal y hay consenso en la sociedad y en las familias en que la formación es un valor primordial. Abrir la economía implica salir de la zona de confort y autoexigirse. Pero es el único camino para revertir el empobrecimiento producto de cuatro décadas de crisis cíclicas que no hemos sabido superar. Tenemos una gran oportunidad frente a nosotros. Ojalá tengamos el coraje y la inteligencia para saber aprovecharla.

Miembro de la Academia Nacional de Educación

Por: Héctor Masoero

La Nación

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