Litio: la fiebre del «oro blanco», ¿fortuna o infortunio para Argentina?


En el noroeste de Argentina, la carretera hacia el Altiplano zigzaguea a una vertiginosa altitud de 4.000 metros. Es un paisaje de colosales farallones de lava, conos volcánicos y profundos barrancos.

Los cactus gigantes sobresalen de las grietas de las rocas y se alzan hacia la inmensidad del cielo azul.

Unas asustadizas vicuñas, parientes de la llama, se alejan del tráfico con sus endebles extremidades. Y sobre la cresta de la montaña se ve una vasta y cegadora extensión de algo mágicamente blanco: la cuenca rica en litio de Salinas Grandes y la Laguna de Guayatayoc.

El cartel hecho a mano que da la bienvenida a los visitantes no deja lugar a dudas: «No al litio».

Argentina, junto a Bolivia y Chile, tiene una de las mayores reservas mundiales de litio.

A principios de este año, la compañía minera canadiense involucrada en actividades de exploración abandonó la zona luego de que los manifestantes bloquearan la carretera principal que atraviesa las salinas.

«Litio para hoy, hambre para mañana», dicen las señales de los activistas.

«Para nosotros, Salinas Grandes es como una madre sagrada», dice Verónica Chávez, quien es la presidenta de su pueblo, Santuario Tres Pozos, una de las 33 comunidades indígenas en este área, la mayoría de ellas en la provincia de Jujuy.

«Tenemos que respetarla porque me cuida a mí, a mi familia y a mis hijos. Y cuidó de mis ancestros. Así que sentimos un profundo respeto hacia este entorno, no hay lugar para la explotación del litio».

Esta es una de las regiones más áridas de la Tierra.

Así que, más allá de los vínculos culturales y espirituales que los pueblos indígenas tienen con las salinas, hay una gran ansiedad sobre la demanda de agua dulce.

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«Sabemos que las empresas de litio usan millones y millones de litros de agua dulce», dice Chávez, «Así que, ¿qué pasará con nuestros animales, con nuestras vidas, con las vidas de nuestros nietos en el futuro?»

La extracción minera de litio en Argentina requiere perforar profundamente en el salar para llegar hasta la salmuera (agua saturada de sal) que contiene el mineral que alimenta nuestros celulares, computadoras y autos eléctricos.

El agua salada se bombea a unas enormes piscinas en la superficie y se deja evaporar durante meses, resultando en una solución rica en litio.

El agua dulce se usa entonces para producir y extraer carbonato de litio, el polvo blanco que se exporta al extranjero, a las fábricas de baterías, a partir de esta solución.

Para impulsar un auto Tesla Model S eléctrico se necesitan 45 kg de carbonato de litio.

Y para producir una tonelada de carbonato de litio -dependiendo de la instalación- se evapora aproximadamente medio millón de litros de salmuera y se usan 30.000 litros de agua dulce.

Más dinero, menos agua
En contraste con el enfrentamiento entre las comunidades y la industria minera en Salinas Grandes, a dos horas en carro en dirección oeste, hacia la frontera con Chile, queda el salar de Olaroz Cauchari, en donde ya se produce litio.

Sales de Jujuy, un proyecto empresarial conjunto entre la firma australiana Orocobre, la japonesa Toyota y la compañía minera del gobierno provincial de Jujuy- es una de las dos minas en operación en Argentina.

El año pasado, la planta produjo unas 14.000 toneladas de carbonato de litio. Solamente en términos de agua dulce, la fábrica podría haber utilizado el equivalente a más de 150 piscinas olímpicas.

Algunos residentes de la zona han notado un cambio en su suministro de agua desde que llegaron los mineros.

«Hay mucha menos agua en los pozos y en los canales de riego. Estamos preocupados», dice Tomasa Soriano quien cría cabras y cuida a 97 llamas.

Soriano vive en Huáncar, un pequeño pueblo de calles de tierra y en su mayoría edificios de adobe en los alrededores de la inmensa blancura de Olaroz Cauchari.

El litio ha aportado una gran mejora económica a estas comunidades, que viven una de las regiones más ignoradas de Argentina.

El marido de Soriano trabaja para una compañía de exploración minera. Pero cuando no está trabajando en la escuela local, cuidando de sus cinco hijos o atendiendo a sus animales, ella también tiene que aprender sobre el agua.

«Puede que tengamos menos agua por el cambio climático», dice ella. «Pero también sospechamos que la industria del litio, los mineros, usan mucha cantidad de agua dulce».

Los activistas ambientales argentinos respaldan la sospecha de Soriano.

La teoría es que cuando la salmuera se bombea desde debajo del salar, el agua dulce de los laterales de la cuenca gravitará para llenar el espacio dejado por la salmuera extraída, por lo que quedará menos agua para cultivos, animales y personas.

«Incluso aunque la información que tenemos es incompleta, creemos que los datos muestran un daño que ya se está haciendo. Lo que no sabemos es la extensión de ese daño», dice Pia Marchegiani, directora de Política Ambiental en la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN).

El informe de FARN se basa en datos públicos de compañías mineras que trabajan en Jujuy. La ONG ha pedido que se detenga toda la nueva producción de litio.

«Tenemos un principio en ley medioambiental llamado el principio de precaución, que dice que si no hay suficiente información científica, o cuando la literatura no coincide con impactos probables, no debería haber un motivo para estar inactivo. Se debe actuar con anticipación», dice Marchegiani.

Opiniones enfrentadas
El secretario de Minería del gobierno provincial de Jujuy está molesto por esta cuestión.

«El estudio de FARN es pura cháchara», dice Miguel Soler con desprecio.

«No hemos visto ningún impacto en los recursos hídricos o en la vida silvestre hasta ahora. De hecho, hubo un aumento de vicuñas y flamencos en la zona», asegura.

«Tenemos más de 10 años de datos de monitoreo y muestreo sobre la calidad del agua. Tenemos muchos pozos de perforación que controlan la profundidad del agua. El trabajo lo realizan las compañías y el gobierno lo revisa».

Su respuesta subraya la falta de investigaciones independientes sobre los recursos de agua dulce.

«Ese es uno de los mayores problemas», dice Victoria Flexer, profesora de electroquímica en la Universidad de Jujuy y directora de un grupo de trabajo interdisciplinar sobre el litio.

Y con la economía argentina una vez más al borde del desastre frente a las elecciones nacionales, es improbable que haya dinero para un estudio imparcial.

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«En Argentina, las provincias que tienen litio están entre las más pobres del país», dice Flexer.

«Así que, por un lado, estos gobiernos provinciales no tienen recursos humanos cualificados para llevar a cabo un monitoreo cuidadoso. Y por otro las economías de estas provincias se están convirtiendo en fuertemente dependientes de la presencia de compañías de litio, pues crean trabajo».

Respecto al problema del agua, se muestra escéptica sobre el reporte de FARN, la ONG medioambiental.

«No he visto cifras sólidas», dice ella. «Atribuir la desecación de un pequeño curso de agua dulce a la industria minera es algo que no se puede probar ni refutar en solo un año, porque en los lagos y ríos del desierto a veces se secan de forma natural».

«Necesitamos mediciones durante al menos cinco años para estar absolutamente seguros de ello. La variabilidad se debe a la extracción de litio y no solo a la variación de las lluvias «.

Aún así, el agua -y su ahorro- son una prioridad para su equipo. Ella está trabajando en un método para recuperar el litio usando electroquímica.

«Creemos que podríamos producir agua dulce paralelamente al carbonato de litio. Podría ser como un producto lateral, y podríamos enviar ese agua a las comunidades».

La desventaja de la técnica es que usa electricidad, haciéndola mucho más costosa que el actual método para extraer litio, el cual depende del sol para evaporar la salmuera, rica en minerales.

Y en un momento en que el precio de este mineral ha caído en los mercados internacionales, la industria no ha arrancado hasta ahora.

Pero algunas compañías privadas han desarrollado otras técnicas para producir litio que también usan menos agua dulce.

«Una vez que la salmuera se bombea, la ponemos en una columna de agua durante un par de horas. Hay pequeños gránulos del tamaño de medio grano de arroz. Esos gránulos extraen el litio del agua», dice Steve Promnitz, director gerente de Lake Resources, una empresa australiana dedicada a la exploración en Olaroz Cauchari, que pretende comenzar la producción en 2023.

«A las dos horas devolvemos ese agua al acuífero. Es exactamente la misma, pero sin litio. Después se puede tratar ese producto concentrado y convertirlo en un producto de litio».

Estos dos métodos evitan la necesidad de enormes piscinas de evaporación, reduciendo la huella ambiental.

Pero en la cuenca de Salinas Grandes y en la Laguna de Guayatayoc, donde se detuvo la exploración de litio desde las protestas de febrero, Verónica Sánchez no se deja impresionar.

«No vamos a permitir más minería aquí», dice con firmeza.

Y a diferencia de la región de Olaroz Cauchari, donde los lugareños no tuvieron muchas opciones para impulsar sus perspectivas económicas antes de la llegada de las compañías de litio, las comunidades de Salinas Grandes y la Laguna de Guayatayoc tienen una relación comercial sólida con el salar.

Muchos turistas que se toman selfies los visitan todos los días. Hay puestos que venden chucherías talladas en sal mientras las mujeres asan empanadas rellenas de carne de llama. Y hay ingresos de la recolección tradicional de sal.

AIS Resources, la compañía canadiense dedicada a la exploración de litio cuando ocurrieron las protestas, no quiso ser entrevistada por la BBC.

En cualquier caso, nueve meses después, el callejón sin salida continúa. Por eso ninguna de las compañías de litio con concesiones en Salinas Grandes y la Laguna Guayatayoc puede trabajar ahí.

«El gobierno de Jujuy está totalmente abierto a hablar», dice Soler. «Respetamos a la comunidad, pero al mismo tiempo debemos respetar la ley».

Él afirma que la exploración continuará.

En 2017 había nos tres millones de vehículos eléctricos en las carreteras de todo el mundo. Y la Agencia Internacional de Energía ha pronosticado un aumento de casi 125 millones para 2030.

Steve Promnitz compara el cambio que está llegando a la revolución del transporte con el que se produjo a principios del siglo XX.

«Hacia 1910, nadie podía verlo. Y luego en la década de 1920 nadie imaginaba todavía usando caballos. Eso es lo que va a pasar con los autos eléctricos que funcionan con baterías de litio. Esta una tecnología probada».

Pero Verónica Chávez tiene un mensaje para los conductores que quieren un auto eléctrico para «descarbonizar» sus vidas y contribuir a la lucha contra el cambio climático.

«Nosotros también tenemos derecho a vivir en paz. Y no deberíamos cargar con las consecuencias de quienes quieren salvar el planeta… porque nos están matando».

BBC

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