La estrategia de la Argentina: la inversión

*Orlando J. Ferreres.. ¿A dónde ir? ¿Cómo llegar? A estas dos preguntas, que son el resumen de lo que llamamos estrategia, debemos responder para ir avizorando el futuro que nos tocará vivir en los próximos años.

Estamos invirtiendo alrededor del 20 % del PIB desde 1930 y el crecimiento resultante del Producto es paupérrimo, alrededor del 2,5 % anual. Cuando invertíamos casi el 50 % del PIB en promedio desde 1880 hasta 1914, crecimos al 9% anual. Ese fue un cambio sustancial. Tenemos que recuperar esas tasas, como lo ha hecho recientemente China y otros países, países que lograron resultados espectaculares en los últimos 30 años.

¿Hacia dónde vamos?

Hacia lo que da resultados tangibles en el mundo y, dentro del mundo, hacia las políticas de los países que han obtenido mejores resultados.

Han visitado la Argentina tres mandatarios de países importantes (Italia, Francia y Estados Unidos) en uso del poder y también han visitado al país, en pocos meses, muchos expresidentes. En Davos, donde se reúnen los principales líderes del mundo, Argentina fue lo nuevo, lo que viene. Nos señalan como el posible nuevo liderazgo de América del Sur.

También está reordenando las variables macroeconómicas para que se vea claro en qué conviene invertir. Con ello vamos a crecer mucho más y, al crecer, vamos a ocupar productiva y formalmente a gran parte de la población que hoy, desde hace muchos años, esta marginada. También hace falta mucha modernización de la infraestructura de base para que sea la plataforma de lanzamiento que permita crecer en forma sostenida.

La inversión, solamente en energía, debe llegar a los u$s 20.000 millones por año si queremos recuperar el autoabastecimiento energético perdido en los últimos 13 años.

La tecnología está desarrollándose en nuestro país en forma importante y silenciosa. Ya exportamos por ese rubro alrededor de u$s 8.000 millones por año, mucho más que lo que exportamos en muchos productos primarios. En estos productos tecnológicos sí que hay alto valor agregado.

Falta hacer muchas cosas, hay muchas variables desviadas de la lógica por muchos años y décadas que hay que ir corrigiendo. Por ejemplo, entre otras cosas, necesitamos saber cómo se ordenará el sector público (Nación, Provincias, Municipios) y qué se hará con los 18.000.000 de personas que cobran del Estado. No esperamos que se resuelvan los errores de 85 años en 4 meses, pero sí saber hacia dónde vamos. Necesitamos crear una mística del país para luchar todos juntos por el mismo objetivo.

¿Cómo llegar?

El Gobierno eligió el camino del gradualismo, es decir, el de llegar a las distintas metas a lo largo de varios años. Es un camino difícil, pero hay que transitarlo y debemos corregirnos a nosotros mismos cuando veamos que nos equivocamos, cuando los desvíos nos muestren que debemos retornar la senda desde otro ángulo. No es cuestión de decir ¡vamos mal! sino, como el mismo gobierno pidió, señalar los errores para poder enmendarlos.

¿Qué tendremos al final del mandato? Un país con mucha mayor ocupación formal, con mucha mayor productividad por persona ocupada, con mayores salarios reales y sin inflación. Esto se reforzará si logramos convencer a los argentinos de que traigan sus ahorros del exterior para hacerlos trabajar aquí.

¿Cuál será la clave del éxito? La tasa de inversión, que es la proporción que ésta ocupa en relación al PIB. Esto es fundamental monitorearlo, pues todas declaraciones y buenas intenciones, como por ejemplo que «la inversión va crecer en el segundo semestre», no servirán de mucho si el esfuerzo inversor no se verifica. La historia de la inversión en la Argentina es la siguiente:

Los grandes ciclos de altos recursos de la Argentina fueron tres: Desde 1880 hasta 1914, desde 1945 hasta 1950 y desde 2005 hasta 2014. Estos ciclos fueron consecuencia de los altos precios de los productos que exportamos. El de 1880 a 1914 lo aprovechamos y la inversión bruta interna fija llegó hasta 60 % del PIB en algunos años y el crecimiento del país fue tan extraordinario que nos convertimos en la octava potencia mundial.

Los otros dos ciclos los destinamos al consumo y a crear movimientos políticos básicamente populistas, pero no se invirtió mayormente, no quedó nada, pues el consumo es el de cada momento. Hemos llevado esta experiencia hasta el extremo en los últimos años, donde incluso se prohibieron muchas exportaciones claves, a otras se les puso altos impuestos adicionales (retenciones) y muchas trabas más. Esta experiencia llegó hasta límites impensados y por culpa de eso hemos tenido que comprar, por ejemplo, enormes masas de energía en el exterior pues perdimos el glorioso autoabastecimiento, logrado con muchos años de gran esfuerzo, desde el impulso que Frondizi y Frigerio le dieron a esa idea desde 1958.

Para cambiar el rumbo de la Argentina, como pasó con todos los países que crecieron significativamente, tenemos que aumentar el esfuerzo inversor hasta casi el 30 % del PIB. Esto es posible porque ya lo han logrado en los últimos años al menos 32 países. Nosotros también podemos.

 

La Nación

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