Por Ricardo Alonso.
La pregunta obligada cuando se comparan épocas separadas por tiempos más cortos o más largos es saber dónde estuvimos, analizar dónde estamos y hacer prognosis sobre a dónde podemos llegar en el futuro.
Pasaron 200 años desde la Independencia en 1816.
Todos los aspectos sociales, políticos, económicos pueden estudiarse en orden a entender los cambios ocurridos. Tengamos en cuenta que Salta en aquella época formativa era una aldea con una población que no superaba los 10.000 habitantes y que venía desangrada de las numerosas batallas libradas en el marco revolucionario e independentista.
El analfabetismo era dominante y solo una pequeña clase tenía instrucción suficiente. Así y todo en ciencia estábamos muy bien y ello gracias a una sola figura: el Dr. Joseph Redhead. Este médico escocés, famoso por sus servicios médicos a Belgrano al que acompañó hasta su lecho de muerte, fue además un gran científico que no ha sido reconocido como tal. Redhead era corresponsal desde Salta del sabio alemán Alexander von Humboldt, el mayor científico de su tiempo. Redhead estaba interesado en las ciencias físicas y naturales. Se había ocupado de estudios botánicos, médicos y geográficos. Una de sus preocupaciones, incitado por Humboldt según se dice, era conocer la altura de valles y montañas de los Andes Centrales. El camino de postas al Potosí era un buen recurso para medir las alturas. Fue así como recorrió y midió alturas en los Andes del norte argentino y el sur de Bolivia. Aplicó un método científico para hacer los cálculos y finalmente reunió la información en un folleto publicado por la Imprenta de la Independencia (Buenos Aires, 1819). Dicho artículo se titula «Memoria sobre la dilatación progresiva del ayre (sic) atmosférico». Un ejemplar se conserva en la Biblioteca Mitre. Gracias a las gestiones del Sr. John Hunter, del Consejo de la Comunidad Argentino – Británica, se pudo acceder a una copia del original. Se trata de un folleto de 16 páginas, con encuadernación de época, portando un sello de ex libris del coronel José Arenales, en muy buen estado de conservación. Redhead dedicó su obra al «Excelentísimo Señor General Don Manuel Belgrano» y lo firma en Salta a los 6 días del mes de marzo de 1819. Se dirige a Belgrano como «Muy Señor Mío» y le cuenta que el tema de ciencia que decidió abordar en América ya había sido intentado por otros científicos en Europa y que habían desistido por las dificultades que encontraron. Se refiere con nombres y apellidos a los grandes científicos de su tiempo. Con humildad sostiene que no sabe si lo ha logrado. Su memoria representa el primer trabajo científico experimental que se produjo en nuestro país y por su naturaleza está a la altura de las mejores contribuciones mundiales de la ciencia para aquella época.
La minería en aquellos años
La ciencia avanzó muchísimo en nuestro país en general y en Salta en particular, que además puede mostrar con orgullo esta primera contribución de relevancia internacional.
Con respecto a la minería, la situación era distinta. Durante siglos Potosí fue el centro donde giraban todas las fuerzas económicas. Salta fue la principal abastecedora de mulas y caballos en el orden de decenas de miles de animales por año como lo mencionan Concolocorvo, Mellet y otros. Por Filiberto de Mena y su documento minero de 1791 sabemos que en Salta había una importante actividad minera hacia finales del siglo XVIII al punto que se trabajaban minas de plata en las sierras que limitan el Valle de Lerma por el este y el oeste (La Quesera y San Alejo). Nicolás León de Ogeda, protector de naturales, escribía en 1800 que en «La mina San Francisco de Asís se trabaja cumpliendo escrupulosamente las ordenanzas y las reglas de la recta razón». Dicha mina se encontraba en el cerro Acay (Salta) y fue explotada primero por los indígenas y más tarde por los españoles, en razón de sus yacimientos metalíferos ricos en plata. Vemos allí reflejado que desde los viejos tiempos se cumplía con las leyes establecidas y se trabajaba de acuerdo con el arte minero, lo que en términos actuales sería respeto por la seguridad jurídica y cuidado de la seguridad y el medio ambiente.
Pedro de Ugarteche y Echeverría, era un vasco bilbaíno, nacido en 1762, comerciante, que en 1803 ocupaba en Salta el cargo de capitán del Regimiento de Voluntarios de Dragones y Comisionado Consular Interino. Vivió en una mansión donde hoy se levanta el Banco Hipotecario en Salta (Balcarce y España).
El 30 de julio de 1803 elevó un informe acerca de la vida económica de la actual región del NOA, de importancia por preceder en unos pocos años a la revolución independentista.
En el orden minero, puntualiza la existencia de canteras de piedra, mármol, loza y cal y luego añade: “Abunda este terreno de Minas de Oro, Plata, Cobre, Plomo y Platino, pero no hai (sic) gente para el cultivo, ni para la labor de dichas minas, pues las antiguas de cerro Colorado, San Francisco de Asís, La Vera Cruz, cerro de Aconquija y Vichimé, se hallan sin labores y solo la Mina de San Antonio, que trabaja don José Tames, de ricos metales, sigue su labor, aunque siempre con la escasez de gente”.
La Asamblea del año XIII
La Asamblea de 1813 produjo un documento sustancial sobre el impulso a la actividad minera que fue replicado en Salta en 1826, a instancias de Redhead, por el gobernador Juan Antonio Álvarez de Arenales. Por su parte la minería fue comentada en el Congreso de Tucumán, pero en un texto en que se trata de justificar ante los países de Europa, Estados Unidos y otros la decisión de declarar la independencia del reino de España. En realidad, se trata de una diatriba a España redactada por españoles o hijos de españoles. Parece probado que, después de muchas idas y venidas, el redactor de ese texto fue el doctor cura Antonio Sáenz. El título completo de ese documento es: “Manifiesto que hace a las Naciones el Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas en Sud América, sobre el tratamiento y crueldades que han sufrido de los españoles, y motivado la Declaración de Independencia”. Entre otros conceptos señalan que: “El arte de explotar los minerales mirado con abandono y apatía, ha quedado entre nosotros sin los progresos, que han tenido los demás en los siglos de la ilustración entre las Naciones cultas; así las minas más opulentas, trabajadas casi a la brusca, han venido a sepultarse, por haberse desplomado los cerros sobre sus bases, o por haberse inundado de agua las labores, y quedado abandonadas”.
La minería salteña de aquellos años era vetiforme y metalífera. Hoy es no metalífera a cielo abierto, con lo cual retrocedimos sin ir más lejos con respecto a las provincias vecinas de Jujuy y Catamarca.
El cambio de paradigma hacia la minería metalífera a cielo abierto de minerales diseminados fue el eje económico del siglo XX y será el desafío del siglo XXI. El potencial minero, en muchos casos, sigue tan intacto como lo dejaron los viejos españoles.
El Tribuno