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Minería, sus riesgos y su contribución a un desarrollo sostenible

 

Por Lic. Roberto Sarudiansky (*)

El reciente incidente con soluciones cianuradas producido en la mina Veladero en la provincia de San Juan, reaviva el debate sobre la actividad minera que, desde principios este siglo, se ha instalado en la sociedad argentina y latinoamericana. Un debate sólo es productivo si todos los participantes, en un marco de transparencia, tienen acceso a información detallada y comprensible.

El hombre siempre ha buscado materias primas, esto es materia extraída de la naturaleza que se transforma para elaborar materiales que se convertirán en bienes de consumo para satisfacer sus necesidades y asegurar su supervivencia. La disponibilidad de materias primas ha generado conflictos entre personas, empresas y países. Los minerales y los metales son materias primas cuyo ciclo de vida implica la extracción, el procesamiento, la transformación, la comercialización, el uso, el re-uso, el reciclado y la disposición final.

El crecimiento poblacional con el consecuente aumento de la demanda de materias primas ha generado alarmas por los impactos que tiene en la corteza terrestre. Esto dio lugar al concepto de Desarrollo Sostenible que pone énfasis en la conciliación entre el crecimiento económico, los recursos naturales y la sociedad.

Todas las actividades productivas generan riesgos, o sea posibilidades de que se produzcan contratiempos o desgracias, de que alguien o algo sufra perjuicios o daños. Los riesgos pueden ser ambientales, como una contaminación con agroquímicos o la ruptura de un depósito de residuos; económicos, como el fracaso de una adecuada distribución de la riqueza generada por un proyecto; o sociales, como las migraciones y los cambios culturales que puedan generar.

Todo proyecto, productivo o no, debe contar con un análisis de riesgo: un estudio de las causas de las posibles amenazas y los daños y consecuencias que éstas puedan producir. El riesgo se evalúa mediante la magnitud de la pérdida o daño posible y la probabilidad que dicha pérdida o daño llegue a ocurrir.

Para actuar ante los riesgos existen programas como el APELL, desarrollado por las Naciones Unidas que apuntan a minimizar la ocurrencia y los efectos nocivos de los accidentes tecnológicos y las emergencias ambientales. La estrategia es identificar y crear conciencia de los riesgos en una comunidad industrializada, iniciar medidas para la reducción del riesgo y la mitigación, y desarrollar la preparación coordinada entre la industria, las autoridades locales y la población local. Así se desarrollan planes de acción ante las contingencias que involucran a todos los actores y que deben ser permanentemente actualizados.

Los incidentes generados por el derrame de soluciones cianuradas en Veladero (dos en un año) evidencian que existen problemas en la gestión de los riesgos por parte de la empresa que, según las últimas informaciones, tampoco habría cumplido con todas las medidas correctivas sugeridas por la autoridad minera provincial. Asimismo se observan deficiencias en la comunicación de los hechos, tanto por la empresa como por los organismos de control.

La contribución de la actividad minera es indispensable para lograr un desarrollo sostenible en las regiones más postergadas de nuestro país, más aún cuando existen recursos identificados que se destacan a nivel global. La extracción y el procesamientos de minerales y metales, si se aplican tecnologías existentes adecuadas y actualizadas, puede hacerse en forma eficiente y segura siempre que se cuente con una adecuada gestión de los riesgos (que también implica una permanente comunicación)por parte de las empresas y con instituciones con personal capacitado y equipamiento para el control y la fiscalización. Igualmente es indispensable que, con la participación de todos los actores, se diseñen y actualicen planes de acción ante las emergencias.

El sector minero debe comprender que los riesgos generados por la minería pueden convertirse en riesgos para continuar desarrollando actividades mineras.

Por último quisiera recordar una experiencia personal: en 1970 yo realizaba mi trabajo final de licenciatura en geología, en las cercanías de Malimán, junto al río Blanco, esto es aguas abajo de la actual mina de Veladero, en la cuenca del río Jáchal. El primer consejo que recibí de don Justiniano Paredes, quien me asistía como baqueano fue: «¡ni se le ocurra tomar agua del río!, enferma a las personas». No se conocían en ese momento las posibilidades mineras de la región y, consecuentemente, no había ninguna mina en operación.

(*) Geólogo. Centro de Estudios para la Sustentabilidad. Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental Universidad Nacional de San Martín

Télam

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