La llegada de los autos eléctricos y la proliferación de fuentes alternativas de generación, como la eólica o la solar, hacen que crezca exponencialmente la demanda de medios para almacenar energía. El impacto de la tendencia en la minería y otras industrias
La fabricación de baterías eléctricas es apenas la punta del iceberg en un movimiento industrial que bien podría redefinir el panorama de generación de energía, así como la explotación de minerales entre los que se encuentran el litio, cobalto, cobre, grafito, aluminio, níquel y manganeso.
Por ejemplo, Tesla anunció recientemente la creación de una megafábrica de baterías en Nevada (EE.UU.), que contará con una producción de 25 gigavatios/hora.
A los pocos días, la empresa alemana Terra E Holding GmbH subió las apuestas al revelar un proyecto para una nueva instalación en Europa que superaría en nueve gigavatios/hora la meta fijada por Tesla.
Estas son apenas dos de las noticias que tienen a grandes compañías de explotación de recursos fósiles pensando en un lucrativo futuro del lado de energías más limpias.
Hace un par de semanas, Ivan Glasenberg, CEO de Glencore (el mayor exportador de carbón del mundo y uno de los más grandes productores de cobalto), se refirió al tema al decir que “parece que va a ser el área de gran crecimiento, sin duda. Es un área a la que la gente tiene que ingresar definitivamente”.
La paradoja más evidente acá es que buena parte de las expectativas e inversiones de las grandes mineras interesadas en este mercado están del lado de los autos eléctricos, que a su vez absorberán una gran porción de las baterías fabricadas por compañías como Tesla y Terra E.
Se calcula que, en promedio, un vehículo eléctrico tiene tres veces más cobre que uno con motor de combustión interna. Buena parte de esta diferencia está en la batería, que concentra 38 kilogramos de este metal, así como 11 kilogramos de cobalto y de níquel.
El panorama de los autos eléctricos hoy cuenta con un amplio abanico de participantes, desde las marcas de lujo, hasta modelos de segmento medio. Por ejemplo, el pasado julio, Volvo anunció que todos sus vehículos serán eléctricos desde 2019.
En apenas tres años, las ventas de este tipo de autos se triplicaron: en el mundo ruedan más de dos millones de estos dispositivos y sólo en 2016 se vendieron 750.000 unidades, de acuerdo con datos de la Agencia Internacional de Energía.
La expectativa y esperanza que genera este panorama también se vio reflejada en la cotización de las materias primas que alimentarán esta suerte de revolución energética.
En la Bolsa de Metales de Londres el cobalto registró un alza de 70% durante el año (frente a 37 % registrado en 2016), mientras que el cobre experimentó una subida de 14 %.
No sólo para autos
El boom de las baterías eléctricas está solamente vinculado a la industria automotriz, sino también a la generación de energía en redes con fuentes alternativas, como viento o luz solar.
La idea es que estos dispositivos ayuden a normalizar el flujo eléctrico cuando las plantas eólicas o solares no estén produciendo lo suficiente por razones climáticas o durante mantenimientos programados.
El interés creciente en las baterías impulsa no sólo la producción, sino la investigación de nuevas aleaciones y tecnologías para ampliar la capacidad, pero reduciendo los tiempos de carga de estos dispositivos.
Se trata de una suerte de unicornio industrial que bien podría manifestarse bajo la forma de baterías de estado sólido de iones de litio.
En pocas palabras, este desarrollo prescinde de los electrolitos líquidos presentes en celulares y tablets para reemplazarlos, como su nombre lo dice, con un material sólido.
Esto reduce en gran parte el riesgo de fuego en las baterías y mejora su desempeño en bajas temperaturas, aunque también presenta problemas de conductividad en la corriente eléctrica. Pero la tecnología promete, al menos lo suficiente para que empresas como Honda y Toyota se encuentren fabricando prototipos.
Desafío para el reciclaje
El crecimiento en la producción de baterías también trae enormes retos industriales en el reciclaje de estos minerales, así como la mejora en las prácticas de extracción.
Se estima que un teléfono celular está compuesto en 40% por metales. Del total de elementos que hay en este dispositivo, más de 20% no son reaprovechados en las plantas de reciclaje, señala El Espectador.
Según un informe de 2016 de Amnistía Internacional, al menos 40.000 niños trabajan en las minas de la República Democrática del Congo, de donde sale 50% del cobalto del mundo. Este material termina alimentando la cadena de producción de grandes fabricantes de tecnología.
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