Augustín Pichot junto a una pata empresaria sanjuanina apuestan a recrear el ambiente con un ambicioso plan por delante. Los detalles del desembarco. Por Sebastián Saharrea
Es común y natural encontrar a grandes emporios mineros en Australia como sponsors de los grandes equipos de rugby. También lo es en los otros gigantes de ese deporte en el Hemisferio Sur: Sudáfrica y Nueva Zelanda. Son países en los que la minería es la principal economía productiva, sobre la que se apalanca todo el entramado empresario de sus modelos económicos: servicios, bancos, mercados de valores o traders dedicadas a administrar esa riqueza.
Todos ellos, países similares al nuestro de manera conceptual: colonias todos, aquellos de la corona inglesa a la que aún pertenecen en los papeles (excepto Sudáfrica que ha dejado la Mancomunidad ante la molestia del Apartheid), Argentina de la española. Países jóvenes todos, puestos a despegar en base a sus riquezas naturales.
Y aquí los caminos se despegan: los anglosajones recalaron en la minería como fuente de riqueza, Argentina en el monocultivo y las vacas. Aquellos se mezclaron en el mismo lapso (200 años), muy rápido entre las principales potencias del mundo, o al menos entre los países en los que a uno le hace bien vivir. El nuestro tropieza una mil veces con la misma piedra y vuelve a caer al rescate del FMI.
Resulta que ahora todos estos países son socios a nivel deportivo, desde que Los Pumas fueron aceptados en la elite de los tres mejores equipo del mundo ovalado y una franquicia (Jaguares) entró al privilegiado círculo no sólo a fuerza de tackles sino también de intereses, incluso desplazando a algunos peso pesados del ambiente.
Negocios, sencillamente, que estos tres países signados por la pasión por el rugby y la economía en base a la producción minera intentan exportar a estas pampas agrícolas. O no exactamente a las pampas por definir a Argentina sino a los parajes nacionales más remotos donde no germina la soja y sí resultan atractivos los negocios mineros, si es con rugby mejor.
Nada menos que el hacedor de aquel hallazgo deportivo de entreverar a Los Pumas a nivel deportivo y de negocios de máximo nivel, Agustín Pichot, es el pionero que busca hacer cabecera de playa en San Juan con este modelo.
Ya Agustín había hecho mucho con la ovalada en la mano, pero luego hizo más como dirigente. Al punto de convertirse en vicepresidente de la World Rugby (como la FIFA) y sonar para presidirla en poco tiempo más. El ex medio scrum icónico de la celeste y blanca anda ahora buscando departamento en San Juan para pasar tres o cuatro días de sus semanas aquí en esta nueva misión que se propuso. Ya se dejó ver en algunos ámbitos sanjuaninos, levantando la polvareda lógica de alguien de su dimensión deportiva. Parece que será visto por aquí más habitualmente.
Como el rugby y los selectos negocios de esponsorización van muy de la mano, como lo demuestra cada presentación de Los Pumas o los Jaguares y se pudo notar fácilmente en las últimas presencias en el Bicentenario, lo que buscan Pichot y sus socios sanjuaninos es reproducir acá la ecuación que descolla en Australia: grandes compañías asociadas con este deporte, intereses simultáneos.
Los grandes equipos australianos de rugby son en realidad franquicias, eslabones de un negocio súper profesionalizado. Por eso los grandes sponsors desembarcan en sus camisetas, en especial las mineras en Australia –o compañías que le prestan servicios a la actividad- en un país que, como se dijo, tiene a la minería como principal actividad productiva.
Río Tinto es uno de los sponsors de los Reds de Queensland, tal vez el equipo más emblemático en el que también aparecen aportantes como ConocoPhilips, la principal petrolera privada mundial que tiene interés en Vaca Muerta. En los Warathas –de Sidney, ex New South Wales- se luce CMCmarkets, una compañía de finanzas enfocada al negocio minero. En los Brumbies de Camberra (la coqueta capital del país), aparece Plus500, una trader especializada en negociar comodities mineros. Y la principal minera del mundo, la australiana BHP Billiton, tiene directamente un equipo con su nombre pero en el Rugby League, similiar al de Union pero más espectacular y que también arrastra multitudes.
O Western Force, recostada sobre el Oeste del país, que hasta hace un año era una franquicia del Super Rugby y ahora descendió de jerarquía para dejar su lugar a los Jaguares argentinos, pero sigue teniendo un equipo profesional. Este equipo de la ciudad de Perth tiene como uno de sus sponsors a la minera Fortescue, la principal compañía de la región y una de las mineras más importantes del mundo.
Justamente Fortescue es la que contrató como su CEO en Argentina nada menos que a Agustín Pichón, y lo encomendó a impulsar sus negocios en San Juan. Se conoció en ambientes empresarios locales que la minera australiana no quedó conforme con el alto perfil inicial que tuvo el desembarco de Pichot en San Juan. Deberá calibrar mejor entonces porque se trata de un ídolo deportivo que hace ruido en cualquier lado.
Dicen que no favorece a los tiempos de la empresa, que son los de ir negociando para convertirse en la principal plataforma del segundo despegue minero sanjuanino. Que está necesitada de un nuevo aire a medida que se agotan los yacimientos en marcha (Veladero, Gualcamayo, Casposo) y si no lo hace con velocidad corre el riesgo de quedarse sin nada más temprano que tarde.
Fortescue está interesada, como ya se informó, en el combo de los tres proyectos de cobre más prometedores de la provincia: Pachón, Azules y Altares. Son viejas grandes promesas, que por ahora no mueven desde lo que insinúan a convertirse en realidad. Y que, de concretarse, podrá ser leído como una fuerte inversión privada en San Juan.
Por eso, Fortescue ordenó para su desembarco en Argentina-San Juan a un especialista como Pichot: no en minería, sí en relaciones empresarias y corporativas. Se asoció con una pata empresaria sanjuanina de perfil muy revelador. Sus partners sanjuaninos son dos. La abogada Jimena Daneri, nada menos que la memoria histórica de la Barrick en San Juan, de reciente y resonante salida de la compañía que explota Veladero. Y Marcelo Rodríguez, contador sanjuanino y nada menos que el flamante presidente de la Unión Argentina de Rugby.
Entre ellos tres conformaron la unidad de desembarco de Fortescue en San Juan, según cuentan las fuentes empresariales locales. Ya tienen oficina en el céntrico edificio de la Bolsa de Comercio y desde allí monitorean los contactos mineros, fatigan los llamados y despuntan el vicio con el rugby.
El asunto es que los tres proyectos de cobre estrella de San Juan en los que está interesado Fortescue, tienen dueño. Como se conoce, Pachón es de Glencore desde que absorbió negocios de Xtrata Cooper (las dos, justamente, con altos intereses en Australia).
Fuentes de la empresa no descartaron la posibilidad de conceder derechos a Fortescue, vender o asociarse con ella. No respondieron los dueños de Azules y Altar, McEwen o Minera Andes en el primer caso y Stillwater en el segundo. En todos los casos, deberán superar un obstáculo excluyente: la vigencia de la ley de Glaciares que, así como está, pone en riesgo cualquier inversión en esas zonas porque tienen geoformas que encuadran en la ley dentro de sus áreas.
Mientras eso ocurre, los negocios con el rugby relacionados no descansan. Está en danza la posibilidad de habilitar en Argentina dos nuevas franquicias profesionales, dentro de una liga americana e incluso con la chance de importar jugadores de Fiji (potencia deportiva sin respaldo empresario). Sería una en Buenos Aires y otra en el Oeste. Por esta última pulsean potencias como Córdoba o Mendoza, pero San Juan dispone de la ventaja de un posible sponsoreo privado potente con sus mineras.
¿Saldrá el equipo a la cancha con la camiseta estampada con Fortescue y Pichot de cara visible? Los negocios inminentes y la habilidad del exquisito 9 tanto en la cancha como en los escritorios tienen la respuesta en sus manos.
Tiempo de San Juan