El hombre que se puso en los zapatos de los pueblos originarios

Es el geólogo Roberto Lencina, actor principal de lo que fue una experiencia inédita en la Argentina: seis comunidades aborígenes de la Puna aceptaron firmar acuerdos para que la minería se instale en sus tierras.

Conocía la zona y también a los pobladores. Su trabajo allí, como geólogo, lo había acercado al Pueblo Atacama, en la Provincia de Jujuy. El proceso duró dos años con Roberto Lencina como mediador de las partes acercando las posiciones, poniendo sobre la mesa qué pretendía la empresa minera y qué pretendía cada una de las comunidades.

“Hay un tema central que es cómo te ganás la confianza de la gente y la respuesta es simple: ser creíble, muy serio con lo que se dice y responsable con las expectativas que se generan. Hay que hablarles con la verdad, trazarles horizontes con distintos escenarios y hacer docencia permanentemente sobre las etapas del proyecto minero”, precisa el geólogo tucumano que actualmente se relaciona con los habitantes de Fiambalá, municipio catamarqueño donde está emplazado el Proyecto 3Q de la empresa Liex.

Una de las claves, según el docente universitario, es tener un perfil sencillo. “La simpleza es el eje de la vida y ellos me lo mostraron en acción. Son una gran escuela, pero hay que ir con ganas de aprender. Cuando ellos hablan yo no sólo escucho lo que dicen, sino lo que quieren decir. Trabajo en el significado de sus palabras, sus gestos, posturas. Ganarse la confianza de la gente es un proceso lento”, señala Lencina.

El trabajo de este profesional, oriundo de la Provincia de Tucumán, fue entender los intereses de ambas partes y ponerlos en un punto medio. Acercar las posiciones hasta lograr un acuerdo. “Acá los marcos teóricos sirven de orientación porque ahí se vive el cara a cara”, dice.

El miedo

El mayor temor de las comunidades originarias es a la mentira. “Por mucho tiempo, el sector minero no trabajó con transparencia, no acuso a nadie en particular, sino el famoso ‘con tal de conseguir esto voy a decir cualquier cosa’. Hay que revertir eso. Aparecen tres escenarios: la persona que genuinamente está muy preocupada por lo que puede pasar ambientalmente, con su casa, esa es gente a la cual hay que darle información, acompañar, respetar su tiempo, tenerle mucha paciencia que tiene límites porque las compañías juniors cuando exploran también tienen su tiempo. Ese es un grupo de trabajo al que hay que identificar. Hay otro grupo que expresa que está preocupado, que son los famosos anti, pero la verdad no les interesa nada y lo único que buscan es su propio interés o sus propias motivaciones ideológicas. En el fondo hay intereses políticos, hay guerras personales y por liderazgo, por más que se haga lo que se haga no habrá ningún tipo de transformación. No vale la pena poner demasiadas energías porque no se cambiará su forma de pensar y es con lo que el sector reniega. Y después está la gente a la que no le importa demasiado nada, en el buen sentido, no se involucra como pasa en cualquier comunidad, pero si esa gente demanda estamos presentes, pero sino no”, explica Lencina.

Esta experiencia comenzó en el 2007 y culminó en el año 2012 con las firmas de los convenios por la explotación del Salar de Caucharí para Minera Exar SA. “Lo estratégico de todo esto, fue acompañar a las comunidades a pensar qué era lo mejor para su futuro, no decidir por ellos. No decirles lo que debían hacer, pero tampoco aceptar calladamente lo que ellos pensaban, sino pensar juntos. Razonamos juntos y finalmente logramos que le pusieran un peso muy fuerte dentro de los acuerdos, más que al dinero, a lo que es la capacitación, generar oportunidades de infraestructura, lo que fuera sustentable en el tiempo”, comenta.

Lencina señala que algo muy importante “es no enojarse, porque el enojo perturba, no permite negociar, razonar ni dialogar”.

Desde adentro

Claramente, el geólogo pudo detectar que los pueblos originarios tienen sus propias características. “La principal diferencia es la forma en que resuelven sus situaciones, en asambleas. Y algo que es común, pero es muy fuerte en los originarios, es el sentido de pertenencia a la tierra. La cosmovisión que tienen de la tierra es bastante diferente al resto. Nadie quiere irse de su lugar”, comenta.

¿Qué se aprende de una experiencia como esta? “Todo. Me marcó mucho la figura de un líder de una comunidad que no hablaba en las asambleas y al final del día lo miraban y le preguntaban qué opinaba y se hacía lo que él decía. Aprendí que la autoridad se construye con confianza, con ejemplo de vida, de hablar menos y ser más coherente con lo que hacés. Me llevo marcado que hay miles de chicos que se levantan en algún lugar de Argentina y no tienen presente”, concluye el geólogo que planea su futuro estando donde le toque estar transmitiendo su experiencia.

 

 

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