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Un ave fénix

Hace más de una década, Sonia López eligió Gan Gan para que su pequeño hijo llevara una crianza sin niñeras. La zapatería de Trelew, donde comenzó a trabajar sin saber del rubro y la convirtió en gerenta, fue un gran amor que llevó a la Meseta como emprendimiento propio y al que tuvo que anexarle otros productos para sostenerlo. Hoy es proveedora minera y no deja de soñar con la zapatería que no tiene su pueblo ni los cercanos.

A las personas que tienen la habilidad de encontrar soluciones a situaciones adversas que les presenta la vida se las compara con el ave Fénix. Porque renacen de las cenizas y salen adelante. Ahora, en su sentido amplio, las cenizas sí tuvieron que ver en la vida de Sonia López y su familia. Es que la lluvia de cenizas que dejó la erupción del volcán Puyehue ocurrida a los dos años de la mudanza a Gan Gan, hizo quebrar el negocio de la zapatería porque nadie entraba a comprar. Los pobladores se aislaron durante meses y, si salían de la casa, era para ir al comercio de ramos generales.

Parte de la familia de Ricardo, su marido que nació en Trelew y donde se conocieron, vive en Gan Gan. Las visitas de Sonia a este pueblo de la Meseta, a veces una al mes, fueron a modo de paseo y para revisar el campo que tienen en Laguna Fría y que cuidaban unos vecinos. Fue en el año 2007 cuando nació Enzo, el primer y único hijo que les hizo replantearse qué vida querían.

Sonia López

“Yo trabajaba en una zapatería muy importante de toda la Patagonia, donde estuve 19 años. Pero tuve que decidir porque nació mi niño y no estaba nunca con él porque trabajaba todo el día y cuando lo veía estaba durmiendo. Mi marido también trabajaba en esa zapatería, como supervisor y recorría todo Trelew, Comodoro, Esquel, Caleta y también viajaba a Buenos Aires. Así que decidimos emprender nuestro camino. Yo nunca imaginé que me iba a venir a la Meseta”, comentó Sonia López.

El 9 de febrero del 2008 llegaron a Gan Gan y en menos de una semana abrieron la zapatería propia. Para ello, tuvieron que irse con lo puesto y con el dinero de todo lo que habían vendido.

“Renunciamos a la empresa con el dolor del alma, incluso los dueños no querían que lo hiciéramos, pero pensamos en nuestra familia, en mi hijo más que nada. Hicimos un salón, después una cocina y así de a poquito. Invertimos todo lo que teníamos.  En la época de las cenizas nos fue muy mal y se vino abajo la zapatería. Muchos meses estuvimos sin ventas y lo poco que vendíamos lo gastábamos. Después yo dije ‘esto no puede seguir así’, entonces empecé a poner cosas de kiosco y también bijouterie. A la zapatería, que ya tenía marcas deportivas reconocidas, la dejamos en suspenso», dijo López.

“Yo soy una persona que tiene espíritu de lucha y cuando creo en algo, voy tras el objetivo por más que me cueste”.

BAJAR MIL CAMBIOS

“La vida de la ciudad es otra. Acá el núcleo familiar existe, los valores son otros”, comentó Sonia admirada de la bondad y sencillez de la gente del pueblo.

“La sabiduría que tiene la mujer de la Meseta no la tiene una mujer de ciudad. Me refiero a valorar las cosas. Por eso es que, con mi marido, dijimos que es injusto que la gente viva de esta forma y nos metimos en política. Él fue intendente de Gan Gan en 2015 e impulsó la minería porque vió las necesidades del pueblo y que nadie hacía nada. Acá la mayoría de los pobladores hace 18 años que la vienen luchando, pidiendo que por favor hagan algo por la gente. Es doloroso que opinen todos de afuera, porque una cosa es ver de lejos y otra vivir en la Meseta”, precisó Sonia López y enfatizó que “hay que moverse, salir e involucrarse. No porque a uno le pasó, vas a esperar que le pase a tu hijo o a tu nieto. Cada vez hay más pobres y no es lindo esto. ¿Dónde está la igualdad? “.

“Yo quiero minería para que la gente esté mejor, porque tienen derecho a estarlo. La gente de la Meseta necesita más bolilla. ¿Por qué no? Estamos pisando fortuna, y somos los peores del país económicamente. Hay mucha pobreza acá”.

EL CAMPO, PARA ATRÁS

Ponerse la zapatería fue una decisión también impulsada en una realidad: en el campo de Laguna Fría no tenían nada. Es más, incluso vendieron unos pocos animales para terminar el salón comercial. Y las cenizas tiraron la casa que había allí.

“Hace un par de años, mi marido empezó a criar vacas y ahora está luchando para hacer su pastura. Se empezó con ocho vaquitas, porque era empezar de cero y ahora tenemos casi el doble. A la gente de campo no le llega nada de nada. Por ahí no tienen ni víveres para comer. Y los depredadores les están comiendo los poquitos animales que tienen. Hay muchos campos que están abandonados y los pocos que están poblados, están perdiendo sus animales. El campo tiene muy poca perspectiva y si hubiera minería esto cambiaría”, señaló Sonia.

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