El rey de oro (parte II)

Editorial Tiempo de San Juan / Marcelo Marinero maneja recursos cuantiosos de la minería: $83 millones en 2017. Se ven más en la cuenta bancaria que en las calles. Banca una insólita planta de empleados, muchos con su apellido.

Como lo fundó La Guerra de las Galaxias con secuela y precuela y siguió toda la industria cinematográfica, la película con vida y obra de los Marinero en el municipio de Iglesia también habilitó una segunda parte.

Le dio nombre a la zaga la perfomance de Mauro Marinero como intendente de Iglesia, condición que desarrolló en cuatro ocasiones y en la que seguramente reincidirá. Lo quieren al Mauro en Iglesia, lo votan los iglesianos como líder pese a todas las tempestades a las que somete a su gente. La peor: seguir siendo un pueblo aislado, sometido al más crudo clientelismo político al que se pueda asistir en la geografía nacional, a sus manejos extraños y al uso personal –para sus propios intereses, los políticos-  del botín más preciado con el que ni se atreverían a soñar sus colegas intendentes de cualquier punto de la provincia: las regalías mineras de Veladero, que el municipio recibe en goteo mensual  a proporción de una coparticipación extra.

Verdadero privilegio sobre el resto, cualquier otro intendente o departamento, sin que esos cuantiosos recursos puedan ser advertidos en la vía pública, en proyectos, en empuje, en convertir a una población privilegiada por la naturaleza por haberle colocado los yacimientos al alcance de la mano en una perla del desarrollo. Pero no: la calle Santo Domingo sigue siendo la única con asfalto en Rodeo, la principal ciudad iglesiana, como desde hace años.

Buena parte del descrédito de la actividad minera en el país se apoya en la pobre presentación de sus beneficios. En eso, Iglesia es medalla de honor: cualquiera que transite por sus calles o conozca mínimamente el tablero podrá a simple vista entender que alguien lo está cargando si le dice que es un departamento que recibe cientos de millones de pesos en regalías mineras.

¿Dónde están?

No hay ni infraestructura adicional a la de cualquier departamento del pelotón, no hay planes de desarrollo, no hay acciones novedosas para explotar la inmensa riqueza turística con que por si fuera poco lo premió la naturaleza, no hay acción. No hay nada, sólo siesta.

Y eso es justamente la mejor metáfora de la situación. Una gestión pública adormecida en los laureles de los bolsillos llenos de recursos que bajan en cuentagotas y en el doloroso formato de cientos de contratados: un poquitito para cada uno, siempre que genere dependencia política de los futuros votantes.

Le encontró la vuelta, primero el Mauro y ahora su hermano y sucesor Marcelo, a la ley vigente sobre el uso de las regalías. Que prohíbe su uso en gastos corrientes, pero por el ventiluz se coló –a instancias de un ilustre contador correligionario que supo ser asesor y ahora audita cuentas públicas- la interpretación sobre los intereses que genera ese capital. ¿Están o no comprendidos en la prohibición de destinar a gasto corrientes?

En Iglesia piensan que no, y así obtuvieron una canilla de recursos para mantener calma a la tropa con la distribución clientelar de esos cuantiosos millones de las regalías mineras. Ese es el modo en que Marcelo Marinero –el intente de ocasión, hasta que a su hermano y diputado Mauro se le extinga la prohibición de presentarse, que operará para el próximo turno- llegó en los últimos días a la asombrosa admisión de que uno de cada 8 habitantes de Iglesia son empleados públicos.

Por esa canaleta –por parafrasear el ideólogo de Cambiemos, el mendocino Ernesto Sanz, cuando se refirió a los planes entonces de CFK y ahora de su socio MM- se escurre el dinero de las regalías. Que la muñeca política de Mauro consiguió extender durante mucho tiempo y sin ceder ante la mirada cruzada de sus colegas intendentes.

Que siempre cuestionaron cómo es posible que un tercio de todo lo que recauda la provincia en concepto de regalías mineras quede en el departamento de origen, sin que ningún otro pueda mojar el pancito en esa salsa. Tremenda injusticia, que el estado gelatinoso del Mauro y su poder de fuego electoral consiguieron extender más allá de lo razonable. Si a Chimbas, por caso, llegan recursos por la coparticipación de la soja. ¿Cómo no será posible también que lo hagan los la minería, producción local por excelencia que hace transitar sus camiones por territorio chimbero, que de soja lo único que conoce son los envases de jugo envasado en los supermercados?

Lo más extraño: Iglesia también recibe fondos de la soja. Para el 2017 serán unos 11 millones destinados a obras de asfalto. Y mientras, sigue escondiendo los fondos de la minería a sus colegas intendentes y a su gente. Queda guardada en un fideicomiso, a disposición de las necesidades de «reforzar contratados”.

Y no es que reciba menos de coparticipación provincial, todo lo contrario. Para el año que comienza, obtuvo cifras similares a las de Chimbas, ésta última con diez veces más de población. Serán $81,5 millones, de acuerdo con los números que presentó el propio municipio en el Concejo Deliberante, más el pago de la zona desfavorable. Según ese documento, el Plan Habitat le dejará unos 45 millones. Con fondos provinciales, recibirá $47 millones para la construcción de la escuela Cornelio Saavedra, y otros 72 para obras como el Parque Aventura, Ruta 150, obras de agua, riego, canales, etc. Todo, con recursos de la provincia.

Pero ninguno de todos esos presupuestos incluye lo que calculan que recaudarán en las benditas regalías mineras. Serán, de acuerdo a cálculos propios, $83 millones, es decir casi dos millones más de todo lo que recaudarán por coparticipación de la provincia. Menudo privilegio sobre el resto.

Que seguirán escondiendo de las posibilidades infinitas que esos recursos abren como posibilidad no sólo a obras importantes, sino también al fomento, la difusión de sus virtudes que pueden convertir a Iglesia en un atractivo fenomenal a nivel mundial. Más allá de justificar la actividad minera y taparle la boca al porteñismo que proclama que no deja nada.

Nada de eso, seguramente seguirán en la chiquita de darle un caramelo a la gente, para luego pedirle favores políticos. Y así hasta el infinito: más empleados que no hacen nada, uno de cada ocho, luego será uno de cada siete, hasta que algún día lo serán todos. Dinero no irá a faltar.

El intendente Marcelo justificó en Diario de Cuyo la difusión de esa estadística indicando que «la gente de Iglesia no está preparada para ser insertada laboralmente”. Y en lugar de prepararla, se la aprovecha. O «los contratados que tiene el municipio son grupos que se contratan para hacer trabajos menores porque acá la desocupación es importante. El departamento de Iglesia en particular tiene problemas muy importantes de vieja data, de toda la vida, es el legado que tenemos todos los iglesianos”.

Mismo traspié cometió el intendente cuando justificó en Tiempo de San Juan porqué entre la planta política del departamento hay unos 20 familiares suyos. «Es un pueblo chico y somos una familia grande”. Increíble.

La diferencia entre Marcelo y Mauro es que el actual intendente no mide bien entre su gente. Figura entre los peores considerados por su propio público, según la encuesta del IOPPS de la semana pasada. Su hermano Mauro, en cambio, siempre supo andar entre los mejores. Y en la próxima, el Mauro puede volver.

Por eso, no parece haber ninguna alerta política en Iglesia. Mientras duren las regalías, larga vida a Veladero para tener con qué compensar a la gente de Iglesia que «no está preparada”. Y quedarse a vivir.

 

 

 

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