Apacible y expresiva con sus manos al hablar, las mismas que usa para confeccionar vestimenta minera. Así es Maira Rojas (27), la joven calingastina que pudo revivir su sueño: la costura, lo que más le gusta hacer en la vida.
En su mirada refleja la pasión por lo que hace desde que se levanta y hasta que termina el día. Nunca hubiera imaginado que después de trabajar en talleres clandestinos de ropa, iba a ser minera. Menos todavía que la minería le permitiría resucitar el taller que montó con esfuerzo y tenía parado porque escaseaba el trabajo.
En el año 2014, Maira Rojas comenzó a trabajar en la mina Casposo, operada actualmente por la empresa Austral Gold en la localidad de Calingasta, en la Provincia de San Juan. Allí hizo trabajos relacionados a la limpieza y dos años más tarde renunció porque la compañía le dio la oportunidad de cumplir su sueño.
“Me dijeron que estaba la posibilidad de hacer chalecos y me pidieron una muestra. La hice y les gustó. Es que iban a necesitar mamelucos para los empleados y me traje a Calingasta todo lo que tenía en el taller y empecé”, indica la calingastina que vive en la villa cabecera del departamento, en una casa que alquila. Desde entonces, se convirtió en una emprendedora gracias a la industria minera y al concepto de Valor Compartido que incorporó la compañía.
Sus padres son oriundos de esa comuna del oeste de San Juan, pero los únicos familiares que tiene cerca son sus tíos y el abuelo.
“Yo trabajaba en una fábrica de ropa para alta montaña, donde estuve dos años. Y fue en el año 2013 cuando me compré las máquinas y lo empecé a hacer de forma independiente. No pensé nunca que iba a volver a poner en funcionamiento el taller, estaba viendo si vendía las máquinas porque las tenía paradas. Hoy por hoy, vivo de esto”, señala la joven soltera, sin hijos, que proyecta tener una familia y una fábrica de ropa de trabajo.
Por lo pronto, ya tiene un terreno que compró para construir un taller más grande, y con otras máquinas que le faltan, y en sus planes está tenerlo terminado este año. Adquirir maquinaria no es tan fácil, por eso el propósito de Maira Rojas es acceder a un préstamo del Gobierno de San Juan que le permita hacer frente a esa inversión.
“Desde los 16 años empecé a trabajar en costura, siempre en talleres clandestinos y hacíamos de todo, todo el día. Era trabajo en negro o en talleres fantasmas. Terminé el secundario e hice dos años de Contabilidad en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de San Juan. Trabajé porque quería tener mi dinero y así poder independizarme, no era por necesidad. Mi padre tiene un taller metalúrgico y siempre quiso que estudiáramos y no que trabajemos”, detalla la costurera.
Maira se levanta a las 8,30 de la mañana, desayuna y se pone a cortar y coser. Almuerza en la casa de su abuelo la comida que ella misma prepara. Solamente unos mates a la tarde o una caminata con sus amigas interrumpen su trabajo. La intención de la joven es que su ropa tenga una marca, pero por el momento se identifica por su nombre, Maira Alejandra Rojas.