YMAD y su decadencia

Los hechos hablan por sí solos. Desde que asumió al frente de Yacimientos Mineros Agua de Dionisio (YMAD), en marzo de 2016, su situación fue de mal en peor. El discurso en favor del saneamiento económico, la búsqueda del equilibrio y de la recuperación de la competitividad perdida fue la carta de presentación de Santiago Albarracín, el hombre elegido por Mauricio Macri para administrar la empresa minera estatal. Pero, en la práctica, lo que se vio fue el comienzo de un proceso de ajuste a mansalva, aunque luego de haber echado mano a las reservas financieras heredadas de la gestión anterior. Por caso, a fines del año pasado, cerró la planta de refinamiento –única en Argentina- que funcionaba desde 1987 en la sede catamarqueña de YMAD, en la calle Salta al 1100, donde se producían lingotes de oro y granallas de plata que luego se exportaban. A los 13 empleados de la planta se les avisó que deberían trasladarse a Farallón Negro si querían seguir trabajando en el mismo rubro, porque supuestamente la intención sería que la planta funcione en breve en el mismo complejo de donde se extrae el mineral. Hasta ahora, no hay fecha para tal reapertura. Sí se conoce, en cambio, que la producción de oro de la empresa cayó un 50 por ciento en el último año.

En septiembre de 2016, Albarracín había dispuesto paralizar las actividades en el complejo Farallón Negro con el argumento de realizar una auditoría en seguridad. Paradójicamente, en enero pasado, un operario de Farallón murió aplastado por un desprendimiento de rocas mientras hacía trabajos de trojeo (limpieza y acondicionamiento del frente de perforación) en una de las galerías subterráneas. Para los trabajadores, las condiciones de seguridad en la mina son peores que antes. “La estoy viendo mal a la empresa y la culpa la tiene el nuevo presidente de YMAD, Albarracín. Los pobres obreros sufren mucho con el trabajo y corren riesgo de vida, porque ya hubo accidentes en Farallón Negro. A toda la culpa la tiene el presidente y los nuevos ingenieros, que no tienen mucha idea para producir lo que la empresa necesita”, afirmó el delegado de los trabajadores Omar Jesús Godoy en declaraciones a la prensa. Según relató, todavía no han conseguido un aumento salarial firme para los operarios mineros, sino apenas la promesa de una suma fija no remunerativa, que hasta la semana pasada no habían cobrado. Godoy supuso que todo responde a las versiones que indican que “la empresa está muy fundida”, pero en contrapartida, aseguró, “nosotros queremos el balance para ver cuál de los directorios afanó tanto de YMAD”. Que la inocencia le valga.

Hay más datos de la realidad para tener en cuenta. En lo que va de la gestión Albarracín, además, muchos de los profesionales idóneos y de mayor trayectoria se fueron de la empresa en busca de mejores destinos. Puertas adentro, como lo señaló Godoy, lo que sucedió es  que fueron echados para dar lugar a “los nuevos ingenieros”, o sea, tropa propia. Incluso, por primera vez en muchos años, YMAD se quedó sin oficina de prensa: hace un mes fue despedida la única periodista que había quedado en pie tras el cambio de mando. El progresivo achicamiento de la empresa minera alimenta la sospecha de que, en realidad, lo que se pretende es reducirla a una estructura mínima, sin inversiones y con poco gasto. Ideal para ser entregada a un tercero. No en vano Gilberto Santillán, uno de los dos representantes de Catamarca en el directorio de YMAD, decidió retomar su función anterior como intendente de Londres, Belén. “La gente me pidió que vuelva y en política hay que cumplir”, dijo Santillán. O tal vez intuyó que ya le quedaba poco futuro en una empresa que ha perdido el brillo del oro de otras épocas.

 

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