Uruguay pretende que acuerdo con Argentina permita reactivar la minería

Hubo un tiempo en que la exportación de piedra como material para la construcción era una actividad económica importantísima en Uruguay. Algún veterano memorioso quizá recuerde aquel intenso movimiento que empleaba a miles de personas en las canteras ubicadas en varias zonas del país.

El gran cliente era Buenos Aires. La capital argentina carecía de piedra, pero del otro lado del Río de la Plata, a pocos kilómetros, había material en abundancia y de gran calidad. Por eso, día tras día los barcos cruzaban el río con sus bodegas repletas de ese producto. A medida que crecía la construcción de edificios en Buenos Aires, la ciudad demandaba cada vez más piedra y las empresas locales aprovechaban la oportunidad de negocio para facturar.

El producto que servía para fortalecer los cimientos de la pujante Reina del Plata se trataba, ni más ni menos, que de roca maciza, fraccionada mediante explosivos y luego molida. En la jerga, le llamaban piedra partida.

Algunas canteras dedicadas a esa actividad daban empleo en forma directa a más de mil personas. Había una firma emblemática de capitales uruguayos en Colonia, que tenía doce locomotoras a vapor propias para trasladar el material desde el yacimiento hasta su puerto. El negocio marchaba a la perfección, pero murió debido a una decisión política argentina.

A fines de la década del 40, las relaciones diplomáticas entre Luis Batlle Berres y Juan Domingo Perón eran muy malas. El gobierno argentino tenía un enfoque decididamente proteccionista, lo que perjudicaba a Uruguay. La política cambiaria de Perón hizo, por ejemplo, que prácticamente acabara el turismo porteño hacia Uruguay. No venían ni las moscas.

Una de las industrias que cayó debido al proteccionismo de Perón allá por 1947 fue la extracción de piedras. El mandatario tomó la decisión de prohibir la importación de esos materiales y poco tiempo después aquellas canteras que solían estar repletas de trabajadores comenzaron a ser abandonadas.

Siete décadas después, cuando ya casi nadie recuerda ese potencial bajo tierra, el gobierno uruguayo está decidido a reflotar el negocio. El Ministerio de Industria tiene en marcha un proyecto para que Uruguay vuelva a proveer a Buenos Aires de esos materiales de construcción. La piedra sigue estando allí y la capital argentina sigue demandando esos insumos para construir puentes, edificios, casas y una larga lista de etcétera. Es que los hormigones necesitan sí o sí de esa piedra partida. El director de Minería y Geología, Nestor Campal, defendió con entusiasmo la posibilidad de volver a exportar ese producto hacia Argentina. Hoy se extrae pero solo para el mercado interno. El tema ya fue incluido en la agenda de asuntos a tratar entre ambos gobiernos y pronto habrá conversaciones a primer nivel. «Está por haber contactos a nivel de Cancillería. Estamos trabajando desde el Uruguay por ahora para hacer nuestro análisis de precios y exportar», dijo el jerarca a El Observador. «Uruguay debe conversar con las autoridades argentinas», agregó.

Pronto, el canciller Rodolfo Nin Novoa recibirá de manos de la Dirección de Minería y Geología una carpeta con toda la información, como insumo para las negociaciones.

Hoy en día, Buenos Aires recibe esos materiales por vía terrestre desde el sur de la provincia o desde Córdoba. En ambos casos, las distancias son superiores a los 600 kilómetros. Además de la cercanía, Uruguay tiene otra ventaja estratégica: puede transportar la mercadería puerto a puerto, sin la necesidad saturar las carreteras con camiones. No es un tema menor, teniendo en cuenta que el transporte de este tipo de mercadería es más caro que su propia explotación.

Dada su impronta proteccionista, durante la era kirchnerista era impensable reflotar este negocio, pero ahora con la nueva agenda de temas que el gobierno uruguayo tiene en marcha con la administración de Mauricio Macri asoma una nueva oportunidad. Hay otro aspecto que favorece el plan uruguayo. A medida que Argentina continúe sincerando sus costos energéticos (que antes estaban fuertemente subsidiados), la oferta de Uruguay será más atractiva. Campal dijo en ese sentido que los argentinos podrían reducir el dinero que gastan en obra pública.

¿De qué magnitud puede ser este negocio? Al parecer, de una para nada despreciable cantidad de dinero. La piedra partida tiene un costo de unos US$ 30 por tonelada. Buenos Aires demanda anualmente unas 20 millones de toneladas. Si Uruguay logra satisfacer la mitad de esa demanda, generaría ingresos anuales de US$ 300 millones.

«Es un objetivo totalmente alcanzable», dijo Campal luego de hacer cuentas en diálogo con El Observador. «Eso no va a ocurrir de un día para el otro, pero lo que interesa esa abrir los canales», aclaró.

La ministra de Industria, Carolina Cosse, está muy interesada en desarrollar este negocio. Luego de la etapa de recolección de información técnica, llegarán los tiempos de la siempre compleja negociación diplomática. Pero asoma en el horizonte una nueva oportunidad histórica de generar buenos ingresos reforzando con piedras uruguayas los cimientos porteños. Algunos empresarios uruguayos ya han demostrado interés y se frotan las manos.

La explotación de hierro está cada vez más lejos

En 2011, uno de los grandes debates nacionales giraba entorno a las ventajas y las desventajas de desarrollar la minería a cielo abierto para extraer hierro. Como telón de fondo, estaba el proyecto de la empresa minera de capitales indios Aratirí, una iniciativa que incluía una inversión millonaria que jamás se concretó.

¿Es viable pensar que pueda llegar otro inversor decidido a extraer ese mineral? A juicio de Nestor Campal, el director de Minería, no. «En estas condiciones de precios, no», afirmó. Los grandes consumidores de hierro del mundo son China y Corea, razón por la cual la distancia complica las cosas. «Nuestro hierro está del otro lado de la esfera terrestre», sostuvo el jerarca. «Solamente sería razonable si se crea un consumo cercano», agregó el experto, geólogo de profesión, pero eso tampoco asoma en el horizonte. Brasil, por ejemplo, jamás será un mercado para el hierro uruguayo, ya que posee grandes cantidades de ese mineral. «La única manera de exportar ese hierro es que su precio sobrepase un cierto valor que permita diluir el costo del transporte. Si no es muy difícil», dijo Campal.

En 2011, con la discusión sobre megaminería al rojo vivo, el precio del hierro había alcanzado valores históricamente altos, pero poco a poco se fue depreciando. La polémica entorno a Aratirí sigue presente, ya que los extrabajadores de la firma iniciaron juicios laborales para intentar cobrar lo que la empresa aún les adeuda. Ese asunto se reactivó luego de que se levantó la feria judicial.

 

 

El Observador

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